La emprendedora rosarina que pasó de diseñar vestidos de gala a cortar barbijos para hospitales
La empresaria Julieta Fontela dejó de fabricar ropa que desfiló hasta Nicole Neumann para confeccionar barbijos, batas, mamelucos y cofias para hospitales, geriátricos y farmacias. Además no necesitó pedir un crédito para pagar los sueldos de sus empleados.
"¿Quién va a querer hoy un vestido de canelones negro último modelo para usar con botas bucaneras?". Julieta Fontela ríe, incluso cuando la pregunta retórica deja en evidencia la difícil situación que atraviesa el sector al que pertenece. Hace veinte años que está en el negocio de la moda. Es directora y diseñadora de Jula Moró, compañía rosarina dedicada a vestidos de gala y ropa de fiesta que montó junto a su marido Manuel Morello en 2001."Nacimos en una crisis y ahora, en medio de otra crisis, nos reconvertimos. Parece que las crisis al final sacan lo mejor de nosotros", reflexiona. Tras dos décadas vistiendo famosos -Nicole Neumann, Lucía Ugarte, Nora Cárpena, entre otras- y organizando desfiles, hace dos semanas pegó un volantazo: comenzó a confeccionar barbijos, batas, mamelucos, botas y cofias. En apenas 10 días su nuevo emprendimiento sumó 30 clientes, entre ellos el Servicio Integrado de Emergencias Sanitarias (Sies) de Rosario, hospitales, geriátricos, farmacias y constructoras de la región."En algunos momentos me siento eufórica, feliz, porque voy a poder pagar sueldos sin pedir un crédito. Además, estoy dando trabajo a talleres externos: no tengo que hacerme cargo de esos sueldos pero sé que si no les llevo ropa todas las semanas no tienen para comer. Otros días me angustio pensando en la cantidad de telas que pasan por mi auto, mi casa, mi negocio. Dudo si pongo en peligro a mi familia", confiesa. Pese a los dilemas, no hay vuelta atrás.¿Cómo nació la idea? Julieta describe los caóticos días previos al anuncio oficial de la cuarentena por parte del presidente Alberto Fernández, cuando recibió varios llamados de empresarias amigas y clientas pidiendo ayuda. "Mi teléfono estallaba. Mujeres de diferentes círculos que integro me empezaron a llamar. Dueñas de farmacias e industrias contando que no había stock de barbijos, batas o ropa para efectores", recuerda. Dijo que "no" a las primeras cuatro consultas. "No sabía cómo hacer para circular, para reabrir la fábrica, para que mi marido fuera a buscar materia prima, para que los proveedores nos abrieran los depósitos. Pero me cansé de decir que "no" y en un momento dije "sí". Había que hacerlo, de alguna manera. Entonces empecé a llamar para ver quién me podía ayudar a encontrar el camino para pedir autorización, abrir y fabricar lo que estaba haciendo falta", resume.Jula Moró es una empresa chica, con un plantel de seis personas (dueños, cortadora, estampador, vendedoras), ya que tercerizan todo lo vinculado a la confección. Se manejan con talleres externos de la periferia rosarina: allí confeccionan, bordan, ojalan y ponen botones, pintan a mano. Según el momento del año, pueden ser hasta 10 talleres. "Por ahora, hay 6 talleres trabajando en este nuevo proyecto. Y abrimos el juego, para que se sumen más: se incorporó ayer un emprendimiento de cuatro costureras del Banquito Solidario de Cabin 9, Pérez", celebra.Lejos quedó la anécdota de cuando Mirtha Legrand le preguntó a Graciela Borges por el origen de su atuendo en el cumpleaños de Oscar Martínez (sí, era de Jula Moró). Lejos, muy lejos están los barbijos y las batas de los elegantes vestidos de gala. "Cada cliente me dice quiero tal o cual cosa y lo adaptamos. Buscamos imitar los productos certificados con lo que tenemos. No es la misma prenda para un cirujano que para el empleado de un supermercado. En este marco de emergencia estamos avalados para trabajar aunque no tenemos los certificados para estas prendas, apenas podamos la idea es conseguirlos", explica. Algunos clientes le están pidiendo prendas de tela lavable para que los trabajadores esenciales las usen sobre su ropa y puedan aliviar su rutina en la vuelta a casa. "La idea es tener tres prendas lavables, que se pueden limpiar en lavarropas, en vez de tener que usar cada día una prenda desechable nueva", remarca.Julieta sabe que aún si se levanta progresivamente la cuarentena, su rubro demorará mucho más que el resto en reactivarse. "Algunos que viven en burbujas me han pedido cosas para cuando esto pase pero son muy pocos. Apenas si llegué a presentar los catálogos de marzo. Los que trabajamos moda y lujo sabemos que apuntamos a un pequeño sector de la sociedad. Está claro que vamos a tardar mucho en la vuelta a la normalidad", admite. Es por eso que, si los clientes la acompañan, podría crear una unidad de negocio para el sector salud. "Hoy soy un proveedor anticompetitivo porque vengo de otro rubro. Yo tengo gente acostumbrada a hacer vestidos de gala, bienes de lujo. Me estoy diversificando, es poco lo que puedo aprovechar: estoy actuando con un nuevo producto en un nuevo mercado. Puedo aprovechar mi know how de confección, mi mente emprendedora y mi agenda de contactos pero todo el resto es casi diferente", reconoce. El trabajo es mucho, pero entiende que es necesario.Lo que Julieta no piensa cambiar es su espíritu. Entusiasta, sin pelos en la lengua, acostumbrada a remarla, es de las que ve el vaso medio lleno. "Mi idea siempre fue transmitir esperanza, buena onda y belleza a través de mis prendas. Entiendo la diferencia entre un vestido y un barbijo, pero creo que igual se puede celebrar cierta frivolidad, entendida como algo bueno. Puede que termine ofreciendo barbijos con lentejuelas, por qué no. Si se puede acompañar la crisis con un toque de belleza, se acompaña mejor", concluye.FUENTE : AIRE DE SANTA FE
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