Misa crismal, año vocacional y Pascua
En el contexto de la contemplación del Hijo entregado, de su cruz pascual, hemos comenzado el año vocacional en la llamada “Misa crismal” en la Catedral de la ciudad de Gualeguaychú.

En el contexto de la contemplación del Hijo entregado, de su cruz pascual, hemos comenzado el año vocacional en la llamada “Misa crismal” en la Catedral de la ciudad de Gualeguaychú.
Este lunes 13 de marzo celebraremos los 10 años del pontificado del papa Francisco. Recordemos que el papa anterior, Benedicto XVI, decidió renunciar dada su avanzada edad y sus problemas de salud y que los señores cardenales-conforme a derecho-eligieron al cardenal arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, como sucesor del Apóstol Pedro.
El jesuita Pedro Arrupe estaba en Nagasaki (Japón) cuando estalló la bomba atómica en aquel fatídico agosto del 1945, cuando la segunda guerra llegaba a su fin: Este sacerdote recordaba “… a una muchacha japonesa de unos 18 años la había bautizado yo tres o cuatro años antes y era cristiana fervorosa: comulgaba diariamente en la misa de 6,30 de la mañana, a la que venía puntualmente todos los días.
En la Prehistoria prácticamente no hay restos de vestimenta. En un principio los seres humanos se vestían para protegerse del frío y para ello utilizaban pieles de animales, que se cosían con agujas fabricadas con huesos.
Desde niños hemos sido acompañados por la tierna imagen de los magos adorando al Niño Dios: los hemos llamado Melchor, Gaspar y Baltasar con nombres que nos regaló la Tradición de la Iglesia. Desde hace más de 50 años suena en este tiempo la canción de Ariel Ramírez y Félix Luna que dice: “Llegaron ya los reyes y eran tres/Melchor, Gaspar y el negro Baltazar/Arrope y miel le llevarán/Y un poncho blanco de alpaca real”
Una estudiante le preguntó una vez a la antropóloga Margaret Mead-estadounidense fallecida en 1978- cuál consideraba que era la primera señal de civilización en una cultura.
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El año nuevo en Gualeguay comenzó, como siempre, con esperanza, pero también con una angustia profunda: la muerte de un hombre joven en manos de un grupo de muchachos violentos.
Es decir, que el sueño profundo y continuo garantiza la estabilidad de los conocimientos que se necesitan para el tiempo prolongado, para el tiempo en que se pueden gestar -por tanto- las grandes personalidades, las grandes culturas, las grandes civilizaciones.