En busca del ginkgo de Juanele
No me cuesta nada definir a Paraná –para rimar con lo que decía Juan L. Ortiz, uno de sus vecinos ilustres– como “la ciudad más linda del mundo”. Ahí están las barrancas del parque Urquiza y la presencia magnética del río para confirmarlo. Hace unos días, en una nueva visita, busqué saldar una deuda: averiguar la precisa ubicación de la casa en que vivió Ortiz (1897-1978), es decir, Juanele. En esa casa, donde pasó los últimos 19 años de su vida, el creador de versos extensos y titilantes, impresos en tipografía deliberadamente diminuta, recibía a los peregrinos que lo habían convertido en motivo de culto. Fue ahí donde lo visitaban Juan José Saer y Hugo Gola, que (antes del túnel subfluvial) cruzaban el río en lancha desde Santa Fe para conversar con él. O donde, poco antes de su muerte, lo encontró Alicia Dujovne Ortiz, para su famosa entrevista publicada en La Opinión