RECUERDOS
Abandono y recuerdos: el circo de los Hermanos López, una historia atrapada en el tiempo
Gualeguay, tierra de historias sencillas y memorias profundas, guarda entre sus calles y baldíos secretos que el tiempo no logró borrar del todo. A orillas de un descampado, entre pasto crecido y estructuras oxidadas, yace un carrusel inmóvil, un testigo mudo del que fue —alguna vez— el corazón de una infancia feliz: el circo de los Hermanos López.
Hoy, la imagen es otra. El que fuera un colorido tiovivo, girando con la risa de niños y la música de parlantes viejos, hoy permanece quieto, vencido por el óxido y el olvido. Los pequeños autitos de metal, con su pintura descascarada, parecen aún esperar el empujón alegre de alguna criatura, pero ya nadie los aborda. Ya no gira la rueda, ya no suena el tambor.
El circo de los Hermanos López no era un espectáculo cualquiera. Era una caravana de ilusiones que traía consigo la magia de lo artesanal, lo simple y lo profundo. Payasos de voz rasposa, trapecistas valientes y juegos hechos a mano recorrían los barrios humildes llevando algo que no se vendía en supermercados: asombro.

Pero los años pasaron. Los niños crecieron. El asfalto avanzó. La televisión, los celulares, la indiferencia. El circo dejó de girar. Y en su lugar quedó esta postal: un esqueleto de rueda, un coche viejo a un costado, maderas partidas y sogas flojas colgando como lamentos.
Aun así, para muchos en Gualeguay, este lugar sigue teniendo alma. Porque en cada tornillo oxidado vive una carcajada, y en cada polea quieta habita una anécdota. Hay quienes, al pasar, bajan el ritmo, miran en silencio y recuerdan: una tarde de verano, una manzana acaramelada, una función bajo estrellas.
El circo de los Hermanos López no está muerto. Duerme. Sueña. Tal vez espera que alguien lo despierte con ternura, que el viento vuelva a soplarle vida a sus lonas, que los nietos de aquellos niños suban otra vez a los carritos, y que Gualeguay —esa ciudad que no olvida— lo mire con los mismos ojos con que miraba el mundo cuando aún creía en la magia.