“Ahora soy Bauti y Merlín”: un documental que visibiliza las infancias trans en Gualeguay
Dos madres cuentan el camino de acompañar a sus hijos trans y presentan un documental que busca informar, derribar prejuicios y tender puentes con otras familias que atraviesan procesos similares.
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Eugenia y Fabiana integran el grupo Diversidad Gualeguay y son protagonistas, junto a sus hijos, del documental “Ahora Soy Bauti y Merlín”, realizado por Max Gálligo y Lautaro González Cristiani, que busca dar visibilidad a las infancias trans en la ciudad. El tráiler ya circula en redes y el estreno llegará en breve. Se acercan a la entrevista en compañía de Bauti que cuando es necesario da su opinión y aporta más detalles.
El proyecto surgió hace poco tiempo, antes de la marcha del orgullo de este año. En el grupo estaban pensando contenidos breves para redes. “La idea era grabar un videíto para Instagram contando nuestra experiencia”, recuerda Eugenia. Pero aquello creció. “Con Maxi terminó siendo un documental. Se fueron sumando entrevistas y todavía lo están terminando”, agrega.
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Procesos distintos, vivencias compartidas
Las historias de Merlín y Bauti tienen recorridos muy similares, aunque cada proceso tuvo sus tiempos.
Merlín, cuenta Fabiana, empezó a manifestar su identidad a los cuatro años y medio: hablaba con su hermana, decía que no se sentía nena, rechazaba vestidos o colores que no lo representaban. Tras consultar a una pediatra y luego a una psicóloga, el camino se fue aclarando. El corte de pelo marcó un antes y un después: “Cuando la chica le ató las colitas para cortarlo, la sonrisa era cada vez más grande. Ahí dije: ya está”.
Con el acompañamiento profesional, la familia avanzó en el cambio de nombre y de DNI, un trámite que Merlín logró completar sin mayores obstáculos. “Ahora es Merlín Nicolás. Está feliz, y nosotros también”, dice Fabiana.
En el caso de Bauti, el proceso comenzó incluso antes. “Lo primero que hizo fue pedir pronombres masculinos. Le decíamos ‘mi reina’ y él contestaba: ‘No soy reina, soy rey’”, cuenta Eugenia. Llegó luego el cambio en la ropa, la decisión de sacarse los aritos y finalmente el corte de pelo que él mismo pidió. “Cuando salió de la peluquería dijo: ‘Ahora sí soy un nene’”.
El cambio de nombre llegó más tarde, después de probar opciones, hasta llegar a Bauti. Su DNI se actualizó cuando tenía cinco años. “Fue un proceso lento porque queríamos acompañar lo que él iba este pidiendo, expresando, lo que él iba necesitando”, explica su mamá.
Escuela, acompañamiento y leyes
Tanto en el jardín como en la primaria, los dos chicos encontraron acompañamiento institucional. En el caso de Merlín, la escuela adoptó sin conflictos el nombre autopercibido y brindó apoyo desde el primer día. En el de Bauti, incluso se modificó el uso de los baños para que fueran mixtos, algo que generó debate social en aquel momento.
“Los comentarios de los adultos no tenían nada que ver con lo que viven los chicos”, recuerda Eugenia. Las madres remarcan que ese tipo de conflictos suelen surgir por falta de información, no por la realidad cotidiana que viven las infancias.
También destacan el rol de la Ley de Identidad de Género (26.743), que garantiza el uso del nombre y pronombres elegidos aun sin cambio registral. “No es cuestión de estar de acuerdo o no —dice Fabiana—. Es respetar algo que los chicos sienten. Y también cumplir la ley”.
Naturalidad entre pares, prejuicios entre adultos
Las madres coinciden en un punto central: los chicos entienden rápido; los adultos, no tanto. En ambos casos, los grupos de pares asumieron la transición sin preguntas ni conflictos. “Cuando Merlín contó su nombre nuevo, sus amigos lo tomaron como algo natural”, dice Fabiana. Lo mismo pasó con los compañeros de Bauti: “Ni por qué, ni para qué. Solo empezaron a decirle Bautista”.
Para las familias, los prejuicios vienen más del mundo adulto. Hay personas que piensan que es contagioso, que si uno cambia de nombre el resto también. “No es así”, explica Eugenia. También abunda la creencia de que es una cuestión de educación o de falta de límites. “Los límites existen como en cualquier crianza, pero esto va más allá. No es dejar hacer cualquier cosa, es acompañar algo muy profundo”.
Acompañar a otras familias
Además de sus historias personales, las madres remarcan que muchas personas se acercan al grupo Diversidad Gualeguay buscando orientación. “Hay familias que no saben cómo reaccionar o no conocen sus derechos. Desde el grupo tratamos de ayudarlas: contar nuestras experiencias, acompañar, informar”, explican.
El documental también apunta a eso. A contar, a tender puentes. “Por ahí hay gente que está pasando lo mismo y no sabe cómo seguir. Esto puede ayudar”, dicen.
El proyecto incluye además entrevistas a personas adultas trans que narran cómo vivieron su infancia y qué impacto tuvieron los apoyos —o las ausencias— en su vida. “Cómo lo vivieron en su infancia, y cómo eso los afectó. Está bueno porque hay otras miradas, otras experiencias diferentes, y permite verlas”, agrega Eugenia.
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Sobre el documental
“Ahora Soy Bauti y Merlín” fue grabado entre octubre y diciembre de 2025 y es un proyecto autogestivo. Tiene dirección y guion de Max Gálligo y Lautaro González Cristiani, música original de Gastón Matorra, diseño gráfico de Anita Guerra y fotografía fija del propio González Cristiani.
La cámara acompaña a las familias durante las semanas previas a la Marcha del Orgullo del 18 de octubre, y recorre temas como salud, escuela, vínculos, la ESI y la Ley de Identidad de Género.
El estreno está previsto para este mes, en lugar a confirmar.