Este sábado y domingo
Aldea Asunción: reabre el bar y almacén Juan Emilio Sciutto
Hace unos 60 años, abría sus puertas un mítico comercio de Aldea Asunción, ubicado sobre Camino de la Costa: el bar y almacén de ramos generales de Juan Emilio Cristóbal Sciutto. El mismo funcionó activamente hasta principios de los años del 2000. Y, este sábado y domingo reabre sus puertas para los lugareños donde se ofrecerá a la venta diversas comidas, bebidas y juegos de mesa.
En otros tiempos, paralelamente al bar, funcionaba en el lugar una estafeta y teléfono público. Por lo tanto era un espacio muy concurrido por los parroquianos.
Sin embargo, desde 2002, el bar dejó de funcionar activamente y los mencionados servicios ya habían hecho lo propio con anterioridad. Desde entonces, los hijos del dueño (ya fallecido), Javier y Néstor desde hace un tiempo reabren el bar cada 15 días y lo harán, precisamente, en esta oportunidad, este sábado 11 y domingo 12 de enero. Habrá para la venta: asado, chorizo, picada de salame, bondiola y bebidas. También se podrá jugar al billar, bochas y la infaltable truqueada.
Dialogamos con Javier Sciutto y su mamá Nélida Carballo, y nos contaron una pequeña parte de la historia del lugar, donde, por cierto, anteriormente, tenía la sede el Club Aldea Asunción.
“Mi papá dio sus primeros pasos comerciales con Dujovne, con un almacén de ramos generales que había en Aldea”, cuenta Javier. “Y, mi padre, comienza en ese momento con la estafeta, en la que trabajó del 65’ al 67’, aproximadamente. Después emprendió solo y compró el inmueble donde funcionaba el club y continuó con la estafeta, bar y almacén; el predio, además, contaba con cancha de fútbol”.
“Se hablaba por teléfono en la cabina pública y se continuó con el servicio de estafeta, que se extendió en el tiempo hasta el año 2000, aproximadamente. Después, mi padre, se fue a vivir a Gualeguay. Los vecinos de la aldea traían y retiraban sus cartas en el bar y si no mi padre viajaba a Galarza a buscar la encomienda. Después pasaba don Baéz, en el colectivo de la empresa Bettarel; él las traía las cartas y encomiendas y al regreso las retiraba para llevarlas a Gualeguay”.
Por su parte, Nélida Carballo, manifestó: “mi marido atendía el bar, a la gente. Por ahí si se llenaba mucho y yo le ayudaba, y a la noche si aún había gente y querían comer algo, cocinaba. Nosotros vivíamos en el mismo lugar. En esa época los sifones se recargaban en el bar. Cuando nosotros recién nos casamos no teníamos auto, después pudimos comprar uno. El bar era un lugar concurrido por todo que ofrecíamos: teléfono y la estafeta eran los únicos que habían en la zona. El bar funcionó activamente hasta el 2002, momento en que ya mi marido empezó con problemas de salud, entonces nos fuimos a Gualeguay, y el bar se cerró”.
Sin embargo, el comercio siempre se mantuvo preservado. En este sentido, Javier, comenta: “siempre hemos venido porque hay que hacer cosas, como pintar o cortar el pasto, mantener la casa, ventilarla. Y, con mi hermano, que tiene su carnicería en Campana, siempre charlamos de abrirlo, a modo de homenaje. Fue así que el año pasado empezamos a pintar, hicimos un baño. En el mes lo abrimos una o dos veces para que la gente se reencuentre, cuente sus tradiciones. El que le gusta el billar viene y se instala a jugar y por la tardecita noche se arma la truqueada y también a jugar a las bochas. Y, ahora reabrimos el bar, el 11 y el 12 de enero. Empezamos a las 10 de la mañana y sigue abierto hasta la noche”.
Nélida expresa con nostalgia: “por supuesto que quedan muchos recuerdos, desde que una se casó hasta que nos fuimos a Gualeguay. Nos seguimos reencontrando con gente de la Aldea, donde tengo una vecina de toda la vida y vengo, la visito, también ella lo hace. También tenemos otro vecino, que lo ha sido de toda la vida. Quiero expresar muchos saludos, cariños para la gente con la que nos vemos a veces y que nos recuerda”.
“En ocasiones nos piden que abramos el bar todos los días –agrega Javier-, pero cada uno tiene sus actividades: mi hermano, con su carnicería y yo estoy jubilados; además nunca me gustó el mostrador (risas). Antes había más gente en las estancias, se sacaba mercadería por libreta y, a fin de mes, se pagaba. Antes por estancia había 6 o 7 empleados, ahora hay uno, y toda esa gente era la que venía compraba mes a mes. Tuvimos clientes fijos, fieles como los Villarruel; toda la gente de campo es buena gente”.
Asimismo, Sciutto, añade: “Algunos de los que se han ido están volviendo. La anterior vez que abrimos el bar, nos reencontramos con gente que se había ido de la Aldea a los 13 o 14 años, por cuestiones laborales, y ahora como ya están jubilados, regresan al pago chico. Estuvieron en el bar, tocaron la guitarra y recordaron la época del lugar, donde funcionaba el club, donde se jugaba al fútbol, había domas. Queremos agradecer, saludar a toda la gente que viene a recordar, a charlar, a guitarrear. Y, todo aquel que venga es bienvenido”.
“Acá paraba el colectivo todos los días –recuerda Nélida-, que hacía el recorrido Gualeguay - Tala y a la vuelta siempre estacionaba también en el bar. Había veces que la gente se bajaba y compraba una gaseosa, estaban un rato y luego seguían viaje a Gualeguay”.
Finalmente, Javier, se refiere a una actividad recreativa se llevó a cabo el año pasado en el bar. “El 12 de octubre vinieron los Amigos de las Estancieras, donde hay dos grupos, el grande y uno chico, integrado por ocho o nueve aficionados; de Gualeguay somos Edgardo Zignego, Francisco Prada y yo, y los demás son oriundos de Villa María, Valle de Punilla, Mendoza, Rosario, Santa Fe”, cuenta.