En diálogo con El Debate–Pregón, repasa su trayectoria, reflexiona sobre la medicina actual y comparte la emoción por el reconocimiento.

—Sos nacido en Gualeguay y luego te fuiste a Córdoba. ¿Podés contarnos un poco de tu vida?
—Nací en 1947 en Gualeguay, en la maternidad. Hice la primaria en la Escuela Juan José Castelli, que en ese momento se llamaba Escuela Modelo, y el secundario en la Escuela Normal, de la cual egresé en 1965. En 1966 viajé a Córdoba e ingresé a la Facultad de Ciencias Médicas de la UNC. Me recibí en 1972 y en 1973 entré a la residencia, de la que egresé en 1976.
A partir de allí ingresé como jefe de trabajos prácticos en la cátedra de Clínica Médica del Hospital Nacional de Clínicas, donde permanecí hasta 2021, año en que volví a vivir a Gualeguay.
Cursé la carrera docente, rendí la especialidad en Clínica Médica, luego Gastroenterología y más tarde la experticia en Hepatología. Tras el retorno de la democracia, en 1983, accedí por concurso al orden de mérito en tres cátedras y desde el año 2000 fui profesor titular encargado, y desde 2012 profesor titular por concurso. Más tarde pasé a la Secretaría de Posgrado, donde fui secretario general y luego secretario académico hasta 2024, cuando me jubilé. Hoy sigo trabajando de forma virtual como coordinador de la Secretaría Académica de Posgrado.

—Además de docente, ejerciste la medicina toda tu vida.
—Sí, ejercí en la ciudad de Córdoba y, desde que regresé, en Gualeguay. Atiendo en El Portal Salud, en Mariano Moreno. Soy reconocido como gastroenterólogo, pero con una visión clínica integral que hoy los pacientes valoran mucho, porque la segmentación de las especialidades los deja a veces un poco perdidos.

—En tu especialidad, ¿cómo notás la evolución de la medicina a través del tiempo?
—La tecnología hizo evolucionar todas las especialidades, pero también provocó que los pacientes se quejen mucho, porque se ha perdido el rol del médico de cabecera, quien integraba todos los problemas y acompañaba en la recuperación de la salud. Yo sigo manteniendo ese rol, adaptándome a las actualizaciones sin perder esa mirada integral.

—¿Por qué se perdió ese rol clave?
—Porque la tecnología y la hiperespecialización hacen que cada médico se enfoque en un área muy puntual. Entonces un paciente puede tener cinco, seis o siete especialistas que no siempre se comunican entre sí, generando mucha desorientación.

—Muchos pacientes dicen que hoy los médicos son más fríos y distantes, que no revisan ni tocan. ¿Qué opinión tenés?
—Lamentablemente, tienen razón. Yo me considero una excepción, junto con algunos colegas. Siempre que un paciente llega al consultorio es examinado. La comunicación es el eje central para generar empatía y comprender lo que realmente le está pasando.

—En estos días recibiste el título de Profesor Consulto de la Universidad Nacional de Córdoba. ¿Cómo viviste ese momento?
—Todavía me dura la emoción. El acto se realizó el 5 de diciembre, en el cierre del año académico, en el Salón Francisco Delich del Pabellón Argentina. La UNC tiene más de 400 años de historia, y participar de una ceremonia tan formal —con la bandera, el Himno Nacional, el discurso del rector, la entrega de diplomas y el cierre con el Gaudeamus Igitur— es profundamente trascendente.
Me entregaron el diploma de Profesor Consulto, una distinción para profesores titulares jubilados cuyo currículum es evaluado por una comisión de pares. Es un reconocimiento vitalicio, y la Universidad puede convocarme cuando lo considere necesario.

—¿Qué representa para vos este reconocimiento?
—Es como un broche de oro, la frutilla de la torta a una vida dedicada a la docencia universitaria en una institución tan prestigiosa como la Universidad Nacional de Córdoba. Y como gualeyo, es también una forma de compartir con mi patria chica todo lo que la ciudad invirtió en mí para que pudiera llegar hasta aquí.

—En un momento tan especial, ¿a quiénes querés agradecer?
—En primer lugar, a todas las maestras que me formaron desde la primaria, a los profesores del secundario, a los amigos y a la familia que siempre me acompañó. Los amigos son el capital más grande que uno construye en la vida, algo invaluable en tiempos en que la gente corre tanto y a veces descuida los vínculos afectivos.

—Cacho, muchas gracias y felicidades.
—Gracias a ustedes y a las autoridades y periodistas de El Debate–Pregón, que me han acompañado incluso antes de mi regreso a Gualeguay y han facilitado mi nueva inserción en la comunidad.