Una lección de resiliencia que ya forma parte del pasado
Capablanca, Dolina y la derrota contra Alemania del 2014

Un texto de género libre (tal vez, demasiado libre) a propósito de esta efeméride dolorosa.
Le puedo decir no solamente dónde estaba, sino también asuntos muy concretos. El 13 de julio del 2014 fui a la casa de mis hermanos en Paraná a ver la final del mundo de la selección Argentina de Sabella contra Alemania. Uno días antes estuvimos a punto de marchar en un Volkswagen Gacel de color bordó con un amigo hacia Río de Janeiro, pero por complicaciones laborales desistimos. En aquellos años vivía en Concepción del Uruguay. Mi hija tenía menos de dos años, pero estuvo conmigo. Ella se quedó jugando con su abuela y yo en el sillón, frente a la televisión. Aquella vez Catalina tuvo que aguantar mi depresión negra como la pena de los gitanos. Ocho años después tuvimos revancha en la Plaza Constitución de Gualeguay.
Capablanca y el error
Hubo un ajedrecista cubano maravilloso que se llamó José Raúl Capablanca. Fue campeón del mundo y su vida es apasionante, como suele suceder con los genios. Sin embargo, ha sido mencionado en esta columna solamente por una frase:
“De pocas partidas he aprendido tanto como de la mayoría de mis derrotas”.
Lo más importante de este dicho es que Capablanca fue uno de los ajedrecistas que menos partidas perdió. Es ya famoso el reciente discurso del tenista Roger Federer en el que explica que ha ganado alrededor del 54% de los puntos en su carrera. Esto ejemplifica que la derrota es lo habitual en cualquier disciplina. Capablanca apenas si perdió el 6% de sus partidas oficiales. Una locura. Eso vuelve más potente su sentencia.
Aprender de los errores es algo que suena muy bonito pero muy pocos hacemos. Lionel Messi fue entrevistado hace unos meses por el también futbolista Zinedine Zidane. Cuando le preguntaron qué partido de fútbol le gustaría volver a jugar sabrán cuál eligió. Claro que sí, la final contra Alemania. Los genios, los distintos, los mejores, trabajan obsesivamente sobre sus defectos, no sobre sus virtudes. Cuando castigamos un error en la educación o en el deporte y no enseñamos a re-significarlo, estamos privando a la juventud de este valioso aprendizaje.
Dolina y la superioridad de la tristeza
Hace unos días, en una entrevista que dio en el canal Cenital, Dolina citando a Lord Byron, comentó:
“La tristeza es más fuerte que la felicidad. Es más fuerte porque si a uno al mismo tiempo le suceden, por ejemplo, la muerte de un pariente y el premio de la lotería. Prevalece el dolor por lo que es triste. Prevalece”.
Los hombres sensibles de Flores, de sus Crónicas del Ángel Gris son, en algún modo, hombres tristes. ¿A qué viene todo esto? A que si usted me pregunta qué comimos ese domingo 13 de julio de 2014, o qué morisquetas hizo mi hija Catalina, o qué conversaciones profundas tuve con mi familia, yo no me acuerdo. Solamente me acuerdo del malnacido de Mario Götze parándola de pecho entre los dos centrales, y la salida desesperada de Chiquito Romero y de mis ganas de destrozar todo el mobiliario después de que la pelota infló la red.
Messi, Di María y la resiliencia
A mí no me gusta mucho la palabra del título. Me suena un poco a resignación, pero es un berretín que no tiene explicación lógica, sólo sonora. Lio y el Fideo tuvieron su revancha ocho años después. En el medio resistieron las críticas injustas de quienes paran la pelota con dificultad y de vez en cuando la meten en el arco sin querer. Quizás desconocían a Capablanca y a Dolina, pero hay un par de verdades universales que saben habitar el sentido común y les deben haber llegado por alguna otra vía.
Nosotros también tuvimos la nuestra. Fuimos con mi hija a los festejos tras los penales contra Francia y nos pusimos debajo de la lluvia de cerveza que se armó frente a la Parroquia San Antonio. Fue una linda celebración, pero no me acuerdo demasiado de los detalles.
por Santiago Joaquín García