Un trabajo sobre Juan José Manauta
Charito: el status y su precio (resumen)
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Retomamos la publicación de trabajos académicos del Instituto Leloir. En esta oportunidad, tenemos el agrado de compartir el análisis de un cuento de Manauta hecho para Sociología de la Educación. Su autora es Agustina Bidegain y la docente Sofía Cerrudo. Sin embargo, les recordamos que esto es un resumen. Pueden disfrutar del trabajo completo en el enlace aquí debajo. Cualquier pérdida producto de la reducción corre por cuenta nuestra.
El presente trabajo es un análisis sociológico del cuento largo "Charito" de Juan José Manauta, un autor catalogado en la generación literaria del 55’ dentro de los autores del realismo. La narrativa de Manauta "está atravesada por una protesta social que trasciende hasta la actualidad".
El objetivo central de este análisis es responder interrogantes sobre: "¿De qué manera se cristalizaban las estructuras y roles sociales, en Gualeguay, entre 1920 y 1930?" y "¿Qué implicancias tenían estas configuraciones en la subjetividad de los individuos?". Para ello, se utilizan conceptos curriculares clave como ‘sociedad’, ‘roles’, ‘status’, ‘clases’, ‘capital’, ‘género’, ‘subjetividad’ y ‘estigmatización’, apoyándose en autores como Marx, Durkheim, Goffman, Bourdieu y Comte, entre otros.
Estructura y contexto de la obra
El relato de Charito se enmarca en la ciudad de Gualeguay, entre 1916 y 1935, considerada la ‘época dorada’ del pueblo en expansión. A nivel nacional, este período incluye el ascenso del radicalismo al poder y la crisis del modelo agroexportador. No obstante, a nivel local, "no se había terminado de consolidar el desplazamiento de la élite en los principales focos de poder, y mucho menos el fin de su hegemonía por sobre el cuerpo social en las urbes". Esta clase alta estaba "nucleada en el Jockey Club y el Club Social" y "regía por sobre las clases bajas e impedía la democratización de los espacios sociales mediante la utilización del fraude".
La historia narra "una aparente historia de amor entre Rosario Fuenzalida y Pablo Minaverri". El cuento largo está "dividido en dieciséis entradas, en las que se manejan dos temporalidades": el presente, donde Rosario le entrega una carta a Pablo, y el pasado, donde la lectura de la carta reconstruye los sucesos.
La caída social y el estigma
En el contexto social de Gualeguay, la familia tiene cimientos cruciales, siguiendo a August Comte, quien afirmaba que "la sociedad se construye sobre los cimientos de la familia". Pablo Minaverri, "varón heredero de la cuantiosa riqueza de su ‘linaje’", fue educado por su madre y hermanas en la convicción de que su fortuna "no puede verse perturbado por la inclusión de una orillera deshonrada a su familia".
La familia Minaverri supo "aprovechar coyunturas económicas y cuidándose en las apariencias públicas" para aumentar su fortuna. En contraste, los Fuenzalida, aunque inicialmente socios, vieron su ruina. Esta ruina se debió al accionar de los hombres de la familia: Francisco Fuenzalida (padre) perdió su riqueza por el alcohol y malas decisiones, y Gonzalo Fuenzalida (hermano) fue "asesinado a puñaladas durante una riña en el prostíbulo ‘El Cuerno Dorado’".
Rosario Fuenzalida, con dieciocho años, fue "la única víctima sobre la que recayeron las consecuencias". Pablo, ante los sucesos humillantes, se encontró frente a un dilema moral y amoroso: "¿Casarse con la Charito, hija de aquella familia señalada por la sociedad, o alejarse completamente de ella, aunque fuese la mujer de la cual estaba enamorado?".
Al final, Pablo actuó, y "todo el peso del estigma social cayera sobre Charito". Ella pasó de ser 'la hija menor de la familia empobrecida y deshonrada’, a ser ‘pobre, deshonrada, y amante desvergonzada’ del soltero más codiciado de Gualeguay.
El estigma, según Erving Goffman (1963), es "la posesión de un atributo profundamente desacreditador . . . que estigmatiza a un tipo de poseedor pero que normaliza a otro". En la sociedad gualeya del siglo XIX, Charito no encajaba en la concepción de mujer ‘normal’. Su identidad estaba signada por elementos que ella no poseía, debido a "circunstancias ajenas a sí misma y por acción social de terceros".
Sumida en deudas heredadas, Charito perdió su casa familiar a manos de los Minaverri y se vio obligada a vivir en la periferia de Gualeguay. Así, Charito "consolidó su estigma de orillera convirtiéndose en costurera de mujeres de clase alta, las mismas que antes habían sido sus amigas".
La pérdida de capital y la subjetividad coercida
A pesar de su situación, el romance clandestino "siempre a voces" continuó. La madre de Pablo, Doña Paula, y sus hermanas, Teresa y Patricia, estaban "aterrorizadas de que esta orillera ‘engatusara’ a su heredero varón y fraccionara la fortuna familiar".
En este contexto, Pablo exhibió la "flexibilidad y frivolidad en su desenvoltura social" típica de un mundo capitalista vertiginoso, donde "la estabilidad es ‘peligrosa’". Para Pablo, la estabilidad, que habría sido el matrimonio con Charito, era "además de ‘deshonrosa’, implicaba compartir la fortuna con una mujer que ya no tenía ‘valor de alcurnia’". Por lo tanto, Pablo "legitimó y acrecentó distancia que ‘sus mujeres’ exigían que tuviera con la orillera".
La exclusión de Charito de su esfera social anterior se cristalizó cuando Pablo le comentó la decisión del Club Social:
“En el Club Social han eliminado tu nombre como si hubieses muerto . . . Me opuse, desde luego, protesté, intenté pagar las cuotas atrasadas desde la muerte de tu padre, pero no hubo nada que hacer” (Manauta).
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Esto ilustra la "triple degradación de Charito en su posición social: Clase ⸺ámbito material⸺, Status ⸺prestigio⸺, y partido ⸺participación política⸺" (teoría de M. Weber). Charito dejó de poseer el capital social (Bourdieu), que es "la acumulación de recursos reales o potenciales que están unidos a la posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de reconocimiento mutuo". Aún después de la muerte de su madre y hermana, Pablo le pidió a Charito que no asistiera a los velatorios. Finalmente, su hermana Patricia, postrada, no cesaba de repetirle que "no debía, bajo ningún concepto, casarse con la orillera y humillar (más) a la familia".
El punto de inflexión ocurrió cuando, en una conversación con una mujer foránea que desconocía los "tabúes típicos de un pueblo pequeño como Gualeguay, en el que las cosas se sabían, pero no se hablaba de ello", esta le preguntó a Charito cuál era la necesidad de trabajar tanto, teniendo en cuenta que Pablo Minaverri “es un hombre riquísimo” (Manauta). Charito, "Consciente de las miradas ajenas, los prejuicios, y los deprecios sociales ⸺incluso del propio Pablo⸺", entendió que su identidad había sido "trastocada por los vaivenes de un hombre más preocupado por su status y capital, que por hacerle caso a su corazón".
La liberación de Charito y el derrumbe de Pablo
Veinte años después de que Pablo había "cercenado la reputación de Rosario en una sociedad que valoraba las jóvenes que llegaban vírgenes al matrimonio, que no trabajaban deshonrosamente de costureras y que no eran ‘amantes sanguijuelas’ de los ‘buenos señores’ como él", la carta final de Charito contenía la respuesta a su situación. María del Carmen, la niña que Charito había adoptado, la invitaba a mudarse con su esposo Gerardo al Gran Buenos Aires, para que Charito pudiera "abrir su propia tienda de modas y diseño".
Al leer esto, "Pablo se dijo al fin que aquello podía ser el derrumbe” (Manauta). Pablo vio crecer su fortuna, pero también "vio crecer su soledad atrapado las paredes de mármol de su mansión". Charito, por su parte, "había entendido que ya no era la misma... pero ahora podía elegir ⸺por sí y para sí⸺su propio camino".
La conclusión del análisis sociológico es que, en el Gualeguay de la época, "la posesión de capital económico y social [era] imprescindible para ser alguien". La identidad de los sujetos estaba ligada a sus posesiones materiales y al status social. El análisis subraya que el futuro de Charito fue marcado por el accionar de los hombres de su familia, quienes no fueron juzgados. Tampoco fue juzgado Pablo Minaverri, "cuyos actos no contemplaron las consecuencias sobre la imagen ⸺y con ella, las posibilidades⸺de Charito", evidenciando la "composición patriarcal de nuestra cultura". La sociología de la educación permite desentrañar cómo estos valores culturales se transmiten, reproduciendo cosmovisiones paradigmáticas que perduran en el tiempo.