Despedida a Horacio “El Turco” Yamín
Hay noticias que uno nunca está preparado para recibir. La partida de Horacio, el querido “Turco” Yamín, nos deja una profunda tristeza y un vacío difícil de explicar.
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El Turco fue, ante todo, un trabajador incansable. Desde muy joven supo ganarse la vida con esfuerzo y dedicación, levantando con sus propias manos su taller de aberturas en calle Alarcón Muñiz. Siempre laburando, siempre con un proyecto en marcha, logró darse algunos gustos que tanto disfrutaba —como su lancha para salir a pescar con amigos—, esos momentos simples que tanto valoraba.
Era un vecino noble, de los que siempre estaban dispuestos a dar una mano sin esperar nada a cambio. Muchos lo recordaremos por esa generosidad, por su sonrisa franca y por su forma tan particular de saludar. En mi caso, cada vez que nos cruzábamos me decía: “¿Cómo andás, goleador?”, y me hacía reír recordando aquellas épocas del fútbol, cuando éramos chicos y todo era más simple.
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Horacio era de buena madera. Sus amigos lo describen como un poco loco, sí, pero de un corazón enorme. Cuesta imaginarlo no estando, cuesta pasar por su taller y ver las puertas cerradas sin que se nos haga un nudo en la garganta.
Seguro que, donde esté, seguirá charlando y riéndose con sus amigos de siempre — Tapón, Martín, el Ratón, Gaby, Coty, Popi, Jesús y tantos otros —, conversando sobre fútbol o recordando anécdotas de la adolescencia.
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Hoy, el vacío que deja en su familia, en sus hijas, en sus amigos y en el vecindario entero es muy grande. Pero también nos queda su ejemplo de esfuerzo, su alegría y la huella que dejó en todos los que tuvimos la suerte de conocerlo.
Turquito, no pasaste desapercibido. Dejás mucho en este mundo, y queremos recordarte con una sonrisa, con gratitud y con cariño. Hasta siempre.
G.M.