Roberto Romani
El adiós al Padre Mamerto Menapace
Mamerto Menapace fue un monje benedictino, sacerdote católico y escritor argentino cuyos libros son un clásico de nuestra literatura. Ingresó a la vida religiosa a muy temprana edad. A sus diez años comenzó su trayecto en el mismo monasterio donde falleció. A partir de allí, desarrolló una larga carrera y escribió incontables libros apuntados a la juventud y que tenían un lenguaje cristiano sencillo y gauchesco, donde incluyó imágenes de la vida cotidiana. Falleció el pasado 6 de junio.
¡Hasta pronto, padrecito!!!
Roberto Romani
En tres oportunidades pude abrazarlo y disfrutar de sus mensajes cristianos y criollos.
Siempre volví con la sensación de haber encontrado a un hombre sencillo y bueno; un hombre de Dios.
El padre Mamerto Menapace, nació en Malabrigo, Santa Fe, el 24 de enero de 1942.
Como monje benedictino trasmitió los valores cristianos.
Desde el púlpito y a través de sus cuentos con impronta rural, dejó una huella perfumada de un Jesús cercano.
Su lugar en el mundo fue el Monasterio de Los Toldos, hasta el final de sus días.
Desde allí peregrinó por todo el país, llevando el evangelio y su estilo paisano, sembrando la esperanza en las almas de sus hermanos.
Como presidente de la Congregación Benedictina del Cono Sur, supo trasmitir el amor a Dios, mediante la oración, el trabajo y la práctica de las virtudes, mientras nos preparaba para la eternidad del cielo.
Publicó numerosos libros, que circularon por todo el continente.
“Un Dios rico de tiempo”, “Madera Verde”, ó “Cuentos rodados”, fueron algunas de las publicaciones del pastor.
También, como prolongación de su apostolado, produjo discos, filmó películas y dictó innumerables conferencias, destacándose los encuentros con Luis Landriscina, plenos de sabiduría y humor.
Mamerto Menapace, murió el pasado 6 de junio, en Junín, Buenos Aires.
La última vez que conversamos, me obsequió la última edición de los “Cuentos rodados”. Le agradecí. Caminé unos pasos y leí su dedicatoria. Tan emotiva, tan hermosa. Tan Menapace.
“Puedo asegurarte, amigo mío, que mi memoria y mi corazón, sabrán guardar, intactos, la riqueza del encuentro, las palabras dichas y los silencios.
Para recrear así, en el vacío de la ausencia, esta serena amistad que nos une y nos define; que nos completa”.