De profesión, carpintero
El hombre que hizo de la madera su destino: Mario Bruzzone y 53 años de oficio
Mario Alberto Bruzzone tiene 69 años y lleva más de medio siglo trabajando con la madera.
Nació en la zona rural de La Capilla, en el Primer Distrito de Gualeguay, y siendo apenas un adolescente se instaló en la ciudad, donde construyó con esfuerzo una trayectoria que, a pesar de todo, sigue en pie. Entre tableros, herramientas y recuerdos, nos cuenta su historia con sencillez y orgullo.
—Mario, ¿cómo fueron sus inicios en este oficio?
—De chico vine del campo a trabajar a Gualeguay. Empecé con una máquina casera, así trabajé unos diez años. Después compré una garlopa cepilladora y luego otras máquinas más. Esto que ve acá es una garlopa cepilladora.
—¿Dónde está trabajando actualmente?
—En calle Alem 384, casi Chaco. Antes tenía el taller a la vuelta, por Chaco.
—¿Cuántos años tiene?
—69.
—¿Y sigue trabajando?
—Sí, sí, sigo trabajando. No mucho como antes, pero sigo.
—¿Qué es lo que más hace?
—Muebles y de todo lo que venga. Cualquier cosa a pedido en madera yo la puedo hacer. Armarios, camas… de todo, de todo lo que sea.
—¿Trabaja solo o con algún ayudante?
—Toda mi vida trabajé solo. Nunca tuve ayudante. Sí, tengo muchas clientelas, pero ahora he dejado un poco y me quedé con algunos clientes nomás, porque ya no puedo trabajar tanto.
—Este oficio también es un arte, ¿no? Porque usted va creando…
—Por supuesto. Obviamente que sí.
—¿Está contento con su carrera como carpintero?
—Sí, claro. Y me impresiona todo lo que he hecho. Todo lo que tengo lo hice con este oficio.
—¿Con su trabajo formó su familia?
—Todo. Y agradezco esto, porque si yo no hubiera tenido este oficio, con la discapacidad que tengo, no hubiera logrado lo que tengo. Porque no me iba a tener nadie, porque soy lerdo. Tengo discapacidad motriz de nacimiento.
—Pero eso no le impidió hacer todo lo que hizo.
—No. Despacito, pero siempre lo hice. Agradezco a Dios la salud que tengo y lo que he hecho. Y todo eso que veo hecho me instruye.
—¿Agradecido también con sus clientes?
—Sí, gente buena, gente mala… de todo un poco ha habido en la vida, pero yo los clasifico: mucha gente buena que confía en el trabajo que uno hace.
—¿Hasta cuándo va a trabajar?
—Es lo que estoy viendo si puedo dejar. Por eso me vine a este nuevo local. Pero no he dejado de trabajar. Cuando cumpla los 70 años quiero dejar.
—¿Y después de eso, qué piensa hacer?
—Después veremos. Mantener lo que hay y hacer de todo, aunque ya no voy a trabajar como antes. He vivido trabajando sábados, domingos… no tengo día para el trabajo, porque me gusta.
—Pero más allá de dejar, alguna actividad va a tener…
—Ah, sí, por supuesto. Algo vamos a tener que hacer.
—¿Hace trabajos grandes todavía?
—Antes sí. Ahora no. Antes hacía zaguanes de tres metros y medio de alto, de dos hojas. Hay varios zaguanes que están hechos por mí.
—¿Eso lleva mucho trabajo?
—Mucho. Tienen muchos relieves las puertas.
—¿Alguien le enseñó la técnica o aprendió solo?
—Yo aprendí con un hombre que sabía, y después fui agarrando la mano solo.
—Su discapacidad es motriz, pero puede caminar igualmente…
—Sí, sí. Tengo dificultad, pero camino. Ando todo el día. Todo el día, todo el día. A veces mi señora me dice “quedate quieto”, y vivo acá dentro.
—Cuéntenos sobre su familia…
—Mi señora y una hija casada. Una sola hija tenemos y tres nietos. Muy buenos, todos los nietos.
—¿Contento con su vida?
—Sí, desde luego que sí. Muy contento. Y orgulloso de lo que he hecho. Soy carpintero, lo único que soy carpintero. Todo lo que hice, ya le voy a pasar el cartón.