Sobre sus proyectos recientes y los que están por venir
Néstor Medrano: “Para mí el mural no me pertenece, es de la gente”
El artista Néstor Medrano transita un momento de intensa producción. Entre grabados que cruzan fronteras, murales monumentales que homenajean a ídolos populares y encargos institucionales de gran responsabilidad, su obra se afianza como una referencia en el arte público contemporáneo. Destacado en la técnica del mosaiquismo, pero con una identidad estética inconfundible, Medrano combina rigor, emoción y una profunda vocación de diálogo con el otro.
En esta entrevista con El Debate Pregón, repasa sus últimas experiencias, reflexiona sobre la cultura y el patrimonio, y confirma que su búsqueda es, ante todo, colectiva.
—Néstor, recientemente fuiste seleccionado para una muestra organizada por la
embajada de Palestina. ¿Cómo fue ese proceso y qué significó para vos?
—Mirá, fuimos invitados varias veces por la embajada de Palestina. Es una
convocatoria abierta que al principio era solamente a nivel nacional, después se
amplió a nivel sudamericano, y esta última edición fue internacional. El tema específico
es “Palestina libre” y está centrado en la técnica del grabado.
Se hace una preselección entre quienes participamos, y de ahí se eligen 25 obras para
formar parte de una carpeta. Esa carpeta nos la entregan a cada uno de los
seleccionados: uno se lleva su propio grabado, pero también los de los otros 24
artistas que fueron seleccionados. El objetivo es visibilizar lo que ocurre en Palestina,
en especial en la Franja de Gaza. Es muy emotivo, porque ha trascendido mucho.
Este año participaron grabadores de Estados Unidos, Europa, África, China… La
carpeta tiene una mirada internacional, pero también difunde el grabado como técnica
dentro de las artes plásticas.
—¿La obra original se expone en algún lugar? ¿Queda en la embajada?
—Sí, desde la inauguración se hizo una muestra en la embajada. Se realiza una
exposición formal el día del acto de entrega de las carpetas y también de una medalla
que es un recordatorio. Se ha viralizado mucho, y además, cada tanto, ellos están
exponiendo estas obras donde lo requieren. Al pertenecer a la embajada, tienen la
posibilidad de difundir la obra en todo el mundo.
—Imagino que tuviste una conexión personal con este trabajo…
—Sí, hay una cuestión genética. El recuerdo que tengo de mi abuelito, que se llamaba
Hassan Shaban Ahmed… cuando bajó del barco, me imagino que cuando le
preguntaron cómo se llamaba, alguien dijo: “Ah, perfecto. Ángel Jacinto Chabán”. Ese
era mi abuelito. Y también mi mamá se llamaba Naife. Así que tengo algo de todo eso.
Pero independientemente de esto, conmueve la impunidad y cómo estamos también…
—Hace poco estuviste en Hernández, en un homenaje que mezcla arte y memoria
popular. ¿Cómo fue esa experiencia?
—Eso fue muy interesante. Surgió de un grupo de amigos de Hernández, fanáticos de
Diego. Había un pueblo vecino que se desafiaba con ellos para ver quién hacía
primero un mural de Maradona. Empezaron con esa idea y después el intendente Luis
Gaioli, junto con un grupo de amigos, entre ellos su secretario de gobierno, empezaron
a madurar la idea. Ese amigo, que era su secretario, falleció durante la pandemia y eso les dio el empujón final. A Luis lo conocía de vista, y me convocan para este trabajo. Les pedí ayuda con algunas imágenes. Querían hacer un mural más grande del que terminó
siendo, pero igual tiene grandes dimensiones: 5 metros de alto por 7 de ancho. Lo tuve
que modular para poder trabajarlo acá. Se transformó en 70 placas de 50 cm de alto
por 1 metro de ancho. En cinco o seis días lograron colocarlo, fue increíble.
La inauguración fue muy emotiva. Estuvieron las hermanas de Diego. Nunca habían
visto algo similar, ni en Villa Fiorito ni en Italia. Según ellas, están orgullosas porque es
el mural más grande del mundo en técnica de mosaico. Han investigado mucho y han
visto trabajos notables, pero este mural tiene su identidad. A mí me dieron la libertad
de trabajar con una cantidad de imágenes que resumían lo que para mí representa
Diego: con la Selección, con la camiseta de Boca, jugando con la pelota en la
cabeza… Fotos icónicas. Jugué con todo eso y terminó siendo lo que por suerte
resultó ser: un impacto visual muy interesante.
—¿Cómo te conecta eso con lo popular?
—Es lo que más me entusiasma de todo mi recorrido. Lo que más me interesa es
investigar, siento que todo es un aprendizaje permanente. Ahora mismo estoy
aprendiendo con lo que estoy haciendo. No solamente con los murales, también con
las líneas, los azulejos, los grabados.
Cuando se trata de murales, como es una obra pública, siento que no me pertenece.
Al contrario, para mí es una presión que el parecido sea lo más real. Culturalmente
tenemos esto de que aunque no sepamos nada, cuando vemos algo buscamos el
error. En el caso del mural de Diego, la última vez que lo vi fue cuando hice la
trasposición del boceto al papel a escala. Ahí corto, modulo y empiezo a trabajar.
Después lo veo terminado junto con todos. Tomo distancia y ahí veo lo que pasó.
Muchas resoluciones aparecen del accidente, y eso lo hace más interesante. Después,
el alivio de haber cumplido con la tarea.
—También estás trabajando en un mural muy significativo en Concepción del Uruguay,
dedicado al Colegio del Uruguay. ¿Qué podés contar sobre eso?
—Sí, muy contento y agradecido. La primera impresión fue la seriedad y el formalismo
con que se tomó todo. Desde la municipalidad y el intendente José Eduardo Lauritto
decidieron armar una comisión de seguimiento. Hay profesores, funcionarios del área
de Cultura, concejales de distintos bloques, especialistas en museo, artistas
plásticos… Son ocho personas.
Hice un primer avance con un boceto que me pareció interesante. El mural tiene 3
metros de alto por 12 de ancho. Como es muy grande, me pareció que hacer solo la
fachada era un pecado. El colegio tiene mucho más para decir. Han pasado por ahí
personas que llegaron a ser presidentes, personalidades destacadas a nivel nacional.
Concepción del Uruguay es conocida como “La Histórica”. El patrimonio no es solo
local o provincial, es del país.
La comisión se ha apropiado del boceto y eso me da más tranquilidad, porque como
es obra pública, eso también me permite después encarar directamente el trabajo
práctico, que es empezar a poner los azulejos. Calculo que llevará aproximadamente
un año, como lo de Maradona.
Para mí, de eso se trata la obra pública: es lo único que pasa a ser patrimonio de un
Estado, porque es única, auténtica y original. Lamentablemente, esa concepción no se
comparte en muchas localidades, pero es lo que somos, nuestro origen. La historia lo
demuestra. En las guerras, el patrimonio siempre fue la cultura: los mármoles, los
libros. Para muchos estados, la cultura sigue siendo un gasto y no una inversión.
—¿Cómo llegaste a la técnica del mosaico?
—Por accidente. Arrancó con un llamado de María Esperanza García, una trabajadora
social que estaba en la Unidad Penal. Me convocó para un mural en una pared que
daba al sur. Yo venía con un recorrido en la Facultad de Arquitectura, estudiando
historia los sábados, y ahí descubrí la obra de Gaudí. Tal vez por ahí arranca. Cuando
se hablaba de mural, uno pensaba en pintura. Yo decía: “Voy a estar pintando y
restaurando toda la vida”. Entonces se me ocurrió el mosaiquismo.
En un principio iban a ser 11 figuras, incluyendo a Derlis Maddoni y Antonio Castro, a
quienes conocí y con quienes expuse. Durante el proceso fallecieron dos más, entre
ellos Chacho Manauta. Terminaron siendo 14. Acá me dieron vueltas para decirme
que no. Me fui con ese boceto a la provincia, y ahí enseguida me dijeron que sí.
Conseguí financiamiento para hacerlo en mosaico. No eran azulejos, sino piso
cerámico. Elegí cinco tonos y con eso trabajamos siete meses corridos junto con
Charly Zárate, de madrugada hasta las 9 de la mañana, de lunes a lunes.
Después vino uno en Paraná, en la Casa de la Cultura. Más tarde me conecté con
Rubén, un arquitecto de Paysandú. Se interesó muchísimo por la técnica. Yo tenía una
imagen de Artigas que me habían encargado desde la provincia. Hubo un cambio de
gestión y logré emplazarla en Paysandú, frente a la plaza Artigas. Luego vinieron
murales de Los Iracundos, de Líber Seregni del Frente Amplio… No sé cuántos ya,
pero varios.
—¿Cómo es el tema del material?
—Ahora está mucho más difundido. Hay casas de reposición de azulejos en Rosario y
Buenos Aires. Y un detalle que me parece importante: cuando estudié a Gaudí, él
utilizó esta técnica, que allá se llama trencadís, como revestimiento decorativo. La
particularidad de lo que yo hago es que son rostros, y eso requiere un ajuste más
preciso. Cada uno tiene su forma, y hoy también se hacen rostros con azulejos, pero
con otros cortes.
Lo bueno es que hay libertad para expresarse, pero también garantía de que la obra
va a perdurar. Es un material muy noble. Eso sí: no permite muchos errores. Así como
es noble, también hace visibles las imprecisiones.