Gualeyos por el mundo
Nicolás Fiorotto: Nuestra visita a Albania
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Después de visitar Canadá, que les resultó maravilloso, Nicolás y Adrián viajan a Albania, país al que llegaron después de algunas escalas. En dos entregas, Nicolás nos comparte sus experiencias y su visión de ese país que no es un destino frecuente para los argentinos.
“Continuamos con el relato de nuestro viaje, y esta vez el destino elegido fue Albania, un pequeño país europeo en la costa este del Mar Adriático.
Elegimos Albania por la creciente publicidad de su riviera, playas, y los bajos costos para alojarse y comer.
Llegamos a Tirana, su capital, y en el primer instante advertimos un “caos” impropio de los países europeos conocidos: el aeropuerto colapsado y las calles linderas con un tráfico inusual y poco ordenado.
La misma impresión nos llevamos cuando recorrimos las rutas para llegar al centro de la ciudad: con el auto de alquiler fue muy complicado sortear la marea de tránsito que desbordaba de la ruta. Y no era hora pico, el tránsito es así de complejo por la poca infraestructura en general.
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Siempre que conocemos un lugar nuevo nos gusta tener referencia de una guía local que nos cuente un poco del destino elegido. Esta no fue la excepción, y contratamos una guía albanesa que hablaba a la perfección el español.
Mientras paseábamos por Tirana, la guía nos contaba características de su país, sin fanatismos y con mucha objetividad.
Albania es un país multicultural, con una población de 2 millones de albaneses viviendo en Albania y 5 millones viviendo en el exterior. Es que su historia nos lleva a una tierra atravesada por el imperio romano, otomano, las dos guerras mundiales, y por último casi 50 años de comunismo, hasta que en 1991 llegó el tiempo de la República. Desde entonces a la fecha, Albania busca su rumbo: mirar a occidente o a oriente.
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Su estratégica posición geográfica contrasta con una sociedad que no logra ponerse de acuerdo: “la mitad de la sociedad quiere entrar a la Unión Europea y la otra parte pareciera no querer progresar”, nos contaba la guía.
Y eso lo notamos en su arquitectura: una ciudad con resabios de arquitectura soviética, edificios seriados al estilo comunista, y de repente edificios modernos que le hacen el guiño al progreso.
En cuanto a lo religioso, la mayoría de la población es musulmana, con infinidad de mezquitas por todo el territorio, y el resto católica, con menor cantidad de templos cristianos. Durante el comunismo, estaba prohibido profesar cualquier fe, y los templos fueron destruidos o convertidos en comercios. Actualmente se han recuperado varios de los edificios, y está “mal visto” ser ateo, ya que se relaciona directamente con el comunismo.”
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Continuará…