"Nos apasionaba el básquet y el club era nuestra segunda casa"
En la década del 70, cuando el básquetbol se convirtió en una de las disciplinas más populares de la ciudad, Barrio Norte también tuvo protagonismo con sus elencos masculinos y femeninos.
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El norteño es recordado especialmente por las hermanas Belloto —Celia, Mirta y Adriana—, quienes tuvieron una destacada actuación en la liga local. También es digno de mencionar el trabajo del director técnico del equipo femenino, Juan Larrategui, una figura entrañable.
Entrevistamos a Mirta (70) y Adriana (66), quienes recuerdan la experiencia —deportiva y de vida— que les dejó su paso por el club norteño. Ambas residen hoy en Larroque y formaron sus familias con dos hermanos de apellido Zantedeschi. Mirta es madre de cinco varones y Adriana, de cinco mujeres.
¿Cómo nace el vínculo con el básquet y con la institución?
Adriana: Vivíamos cerca del club y los dirigentes empezaron a buscar chicas para iniciar la práctica del básquet. Con el permiso previo de nuestros padres, nos acercamos. Mis hermanas mayores comenzaron a ir y yo, que tenía 11 años, me “colé”... y desde ahí no paré más.
Mirta: Uno de los precursores del básquet en Barrio Norte fue Juan Larrategui, aunque nuestro primer técnico fue “Pancho” Campana, quien nos enseñó los primeros pasos: la bandeja, tirar al aro. Eso fue en 1970.
Adriana: No teníamos camisetas, zapatillas ni equipos, pero el club donó telas para confeccionar las camisetas y los shorts. Mis hermanas se encargaron de hacerlos. Estábamos felices; recuerdo que salíamos todas juntas desde mi casa para ir al club. Era fascinante. Éramos todas del barrio.
Mirta: Era todo muy lindo. La gente del club era muy macanuda, igual que las chicas del equipo.
¿A qué dirigentes recuerdan de esa época?
Adriana: A Burone, Benítez, “Pocha” Badaracco… y a todos los vecinos del barrio.
¿Cómo era el club ediliciamente?
Mirta: Era muy sencillo. Estaban la cancha de fútbol, la de bochas y, paralela a esta, la de básquet. También había una cantina y, del otro lado de la cancha de básquet, la secretaría.
¿Cada cuánto jugaban al básquet?
Adriana: Si fuera por nosotras, jugábamos todos los días. Éramos fanáticas. Jugábamos todo el tiempo.
Mirta: Nos enamoramos del básquet y lo seguimos practicando con el tiempo. Aunque nos casamos, Adriana aún juega en la categoría +60, en BH.
¿Qué características tenían los torneos?
Adriana: A mediados de los 70 comenzaron los torneos de liga. Competíamos contra Sportiva, BH, Central, Libertad, Bancario y Urquiza. Se jugaban muchos partidos y muy lindos.
Mirta: Central era el más fuerte de todos. Una vez salimos campeonas porque Sportiva no se presentó.
¿Y cómo era la competencia?
Adriana: ¡Nos dábamos con todo! (risas). Con mucha fuerza.
Mirta: Faltaba mucha técnica. Más que nada jugábamos con ímpetu.
¿Lograron hacer muchas amistades?
Adriana: Hicimos muchísimas amistades. Todas las chicas eran muy buenas personas.
Mirta: Recuerdo que Radio Gualeguay, con los relatos del “Gordo” Carlos, transmitía los partidos.
Adriana: Eso llevaba público. Mucha gente concurría y alentaba permanentemente.
¿Recuerdan algún partido en especial?
Adriana: Sí, uno contra Sportiva, en su cancha. Era uno de los equipos más fuertes de la liga y, por faltas, nuestras jugadoras empezaron a quedarse afuera. Terminamos dos contra cinco… y ganamos.
Mirta: Éramos dos: yo y la “Pinky” Aranda. Fue espectacular.
¿Hasta qué edad jugaron al básquet?
Mirta: Yo, hasta los 24.
Adriana: Yo, hasta los 22. Después me casé. Luego nacieron mis hijas: la primera en el 83. Después volví a jugar y no paré más. Tengo cinco hijas, así que paraba ante cada embarazo.
¿Cómo fue tu participación a nivel provincial?
Adriana: En 1973 jugué mi primer campeonato entrerriano, en Gualeguaychú. Ahí se hacía la preselección. Cuando me confirmaron en la selección, empecé a trabajar más. El técnico era de Gualeguaychú, cuya liga era muy competitiva y mejor organizada que la nuestra.
El primer Campeonato Argentino que jugué fue en Paraná, donde salimos subcampeonas: perdimos la final con Santa Fe. También disputamos otro torneo en Córdoba. Con las juveniles jugamos un torneo en Concordia, en 1974, y fue muy buena la participación. La gente gritaba “¡Que entre la 14!”, porque había jugado bien el día anterior… pero pasé casi todo el partido en el banco. Al final el técnico me puso: él quería que se lucieran las chicas de su ciudad.
Jugué con Yolanda Bentos, de Concepción del Uruguay, que ahora tiene 82 años y sigue jugando. Fue una jugadora destacada y también mi entrenadora; ella me enseñó la postura correcta para tirar los simples. Fue técnica y compañera.
¿Ese aprendizaje lo transmitiste a tus compañeras en Gualeguay?
Adriana: Sí, claro. Había posiciones que en Gualeguay creíamos que se jugaban de una forma y cuando llegué a Paraná resultó que era de otra. No entendía nada al principio, pero después entré en clima.
Tuve a mi cargo el equipo infantil, con el que salimos campeonas.
¿Cómo recuerdan a Juan Larrategui?
Mirta: Se desvivía por el básquet. Era muy apasionado y una excelente persona. Nos llevaba a jugar en su Peugeot 404. Una noche volvíamos de Gualeguaychú, en medio de una fuerte tormenta, y se cortó la luz del auto. Viajamos detrás de un camión.
Adriana: Juan era excelente. El respeto que nos tuvo a todas las jugadoras fue admirable. En realidad, nos quería como si fuéramos sus hijas.
¿Cuáles eran sus características como jugadoras?
Adriana: Yo era armadora. Pero me gustaba jugar en cualquier puesto; me adaptaba. Como armadora, veía todas las jugadas.
Mirta: Yo desempeñaba la posición de “centro” o “poste”, que en ese momento era la peor (risas). Te pasaban la pelota cada muerte de obispo. Ahora es distinto: siempre se busca que la pelota llegue al poste y el juego se vuelve más lindo.
¿Con quiénes integraban el equipo de Barrio Norte?
Mirta: Marta Taborda, Rosa Valdez, Asunción Grasso, Antonia Benedetti, Mónica Martínez, Lucrecia García, Patricia González, “Celita” Belloto, Susana Ponce, “Negra” Almada, Carmen Almada y “Yeya” González.
¿Qué significó el básquet en sus vidas?
Mirta: El básquet fue muchísimo para mí. Era la única actividad que teníamos y nos apasionaba. Conservo un hermoso recuerdo de todas las chicas. Rescato también la sencillez del grupo: no existía el afán de tener la mejor zapatilla. No había competencia en ese sentido.
Adriana: El básquet fue todo. Mis papás no querían dejarme jugar porque era muy chiquita, pero como era la menor, les insistía y me dejaban. El club significó muchísimo: ahí compartíamos todo. Era contención y respeto. Estoy muy agradecida. Éramos libres: íbamos a los bailes, a las reuniones de catequesis. El club realmente era nuestra segunda casa.
Les mandamos un fuerte saludo a toda la familia norteña y, en especial, a quienes nos conocen.
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(Fuente: subcomisión de Archivo y Museo de Barrio Norte 1950-2025).