Dal Bó
Nuestro homenaje a Daniel Dal Bó, platero por herencia y por pasión
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Hace varios años, con motivo del Día del Artesano que se conmemora el 19 de marzo, le realizamos una nota a Daniel Dal Bó, platero, orfebre, artesano con mayúsculas. Después de luchar estoicamente contra una grave enfermedad, rodeado de su familia y amigos, falleció dejando un hermoso recuerdo como persona y artista. Nos pareció que el mejor homenaje era recordar una nota que le hicimos y en la cual rememora su infancia, sus inicios en el oficio, su mirada aguda sobre la originalidad de las obras.
Platero desde chiquilín
Daniel Dal Bó deja fluir sus recuerdos, hasta llegar a este presente en que en que su espíritu creador sigue tan vivo como en su comienzos.
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Sus orígenes de artesano
“Nosotros nos vinimos de Laprida, Prov. de Buenos Aires, a Gualeguay en el ’77; cuando me casé en el ’86 me fui otra vez y regresamos en el ’96. Dos de mis hijos nacieron allá. Mi padre era platero, así que yo nací en un taller, y jugando fui adquiriendo el oficio. A los 13 años le dije a mi viejo que yo quería trabajar con él, aceptó. Primero lo ayudaba en las cosas mínimas del taller y a los 13 años me largué a hacer los primeros trabajos solo, pero la condición de mis padres era que tenía que seguir estudiando. Los primeros trabajos fueron anillitos, crucecitas, que vendía a los muchachos para sus novias, hacía composturas de bombilla. Cuando él vio que le agarré la mano empezó a darme trabajo más grueso, más rústico. Debo haber arreglado todas las bombillas del sur de Buenos Aires, ya que vivíamos en Laprida. Las primeras vacaciones que hice las pagué con mi trabajo; estuve todo el año haciendo crucecitas y anillos y con dos amigos nos fuimos a Necochea. Comíamos de lo que vendíamos y estuvimos cerca de un mes.”
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Avelino Bravo, un maestro
“Cuando yo tenía 18 años, mi padre sufre un ACV y queda paralítico y ahí me tuve que hacer cargo de mis viejos y del taller; empezó lo más serio. Tuve la suerte de que en el año ’80, en el primer encuentro de plateros entrerrianos a conozco a Avelino Bravo, de San José, un tipazo excepcional y un artesano en plata que considero lo mejor del país. Viendo los trabajos de mis colegas, considero como excelentes plateros a tres en Argentina, Dragui, de San Antonio de Areco, ya fallecido, Armando Ferreyra, de Olhabarría y Avelino Bravo en Entre Ríos, para mí el mejor.
Yo sabía lo básico y Avelino fue mi segundo maestro, me terminó de pulir como artesano platero. Con un corazón inmenso me enseñó, estuve viviendo en su casa, un maestro.”
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La oportunidad de exquisitos trabajos
Tuve un cliente que me exigía unos trabajos grandes, muy importantes; me entregaba 4 o 5 kilos de plata y me exigía piezas exquisitas; llegué a hacer una pajarera de plata, botellas, jarrones, fuentes. No todo platero tiene la suerte de tener alguna vez un cliente así, que me exigiera mucho; le agradezco porque crecí en el oficio. Mi padre que trabajó 40 años en el oficio, lo máximo que había hecho era una rastra, y yo tenía en mis manos esa oportunidad. Cuando se me quemaban los libros me iba para lo de Avelino y a él también le ocurría lo mismo porque era un desafío importante ya que no había tenido esa oportunidad siendo el platero que era ya. “No sabés lo que tenés en tus manos”, me decía.”
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El cincelado, un placer
“Me gusta mucho trabajar en plata, el cincelado es una gran pasión; hacer de una chapa plana un mate, un cabo de cuchillo, es hermoso. Se empieza a dibujar con el lápiz, se puede borrar cuantas veces se considere, pero cuando se empieza a cincelar ahí no se puede borrar; si algo sale mal, hay que solucionarlo con el mismo cincel. En una guía en plata, una flor puede tener un error en una hoja, pero no lo va a tener en otra. En cambio en el trabajo en máquina, cuando la matriz está fallada, se repite el error.
Al cliente le doy la opción de que exprese y elija su diseño, su trabajo, siempre que sea medianamente estético porque luego va mi sello.
Trabajo en plata, pero también en oro, combinado o no. Platería es una cosa, joyería es otra. Hago todo tipo de trabajos, menos grabar, no lo sé hacer y no lo quiero aprender porque me quitaría el pulso para el cincel.”
Una competencia desleal
“Hace muchos años que no participo en exposiciones, en muestras. Para mí Colón era la mejor feria artesanal del país, al menos cuando yo fui hace años, no sé ahora. En ese tiempo, Colón defendía al artesano, entraba quien sabía trabajar y llevaba sus obras. El 90% de la gente no sabe y se confía y sale comprando muchas veces algo que es producto de una máquina y hecho en serie. Hay chantas y hay quienes trabajamos en serio, y eso es artesanía. Cuando la obra sale de manos de un verdadero artesano puede tener la seguridad de que compra algo original, irrepetible, único. Hay una competencia desleal porque por ejemplo un cuchillo hecho a mano me lleva una semana, y una máquina hace 50 por día, de ahí viene la diferencia de precio y la ingratitud hacia nuestro trabajo.”
“Me gusta mucho la artesanía, he trabajado diferentes artesanías, pero lo mío, por herencia familiar y por placer, es el trabajo en plata.”