Pbro. Jorge H. Leiva
Pan, ritos y lucha humana
Pablo Neruda, poeta chileno premio Nobel de Literatura, culminaba su bella “Oda al pan” con las siguientes palabras: “Todos los seres tendrán/derecho a la tierra y la vida./Y así será el pan de mañana,/ el pan de cada boca,/ sagrado, consagrado,/porque será el producto/ de la más larga dura lucha humana./ No tiene alas la victoria terrestre:/ tiene pan en sus hombros,/ y vuela valerosa/ liberando la tierra./ Como una panadera/ conducida en el viento”.
No sabemos si don Pablo era creyente cuando escribió esto; lo que sí podemos reconocer es que sus palabras poéticas son también una profecía para nuestros pueblos creyentes. Porque para los católicos “el pan sagrado y consagrado” del que hablaba el poeta es la Hostia de nuestros altares.
En estos días celebramos la fiesta en honor del Cuerpo y la Sangre de Jesús, tradicional y atávica conmemoración de los pueblos de la América Hispana: caminando en procesión junto al Pan Consagrado hacemos presente la “larga lucha humana” de Jesús de Nazaret y de la multitud de “la buena gente que descansan bajo la tierra”, como decía Antonio Machado Fue una religiosa, Santa Juliana, la que animó a celebrar esta fiesta en honor del Cuerpo y de la Sangre de Cristo el año 1208. Podemos decir que fue consecuencia, por un lado, del florecimiento del pensamiento eucarístico del siglo XIII y, por otro, del surgimiento de herejías que negaban la presencia de Jesús en la Hostia. En 1246 se celebró esta fiesta en la diócesis de Lieja (Bélgica) y unos años más tarde tuvo lugar el hecho milagroso de la Hostia consagrada, que comenzó a sangrar ante las dudas de fe del sacerdote que celebraba la Eucaristía en la ciudad de Bolsena (Italia). Este hecho, muy difundido, llevó al Papa Urbano IV a instituir la festividad del Corpus Christi en 1264.
Destacamos también que el humilde dominico genial teólogo, Santo Tomás de Aquino, regaló al Pueblo de Dios bellísimos himnos a la Eucaristía y luego, el papa Nicolás V fue el primero en establecer que la Hostia Santa saliera en procesión por las calles de Roma en la fiesta del Corpus del año 1447. Un inglés, que en 1825 publicó en Londres sus recuerdos de la “Atenas del Plata” (en referencia a la ciudad de Buenos Aires), decía que “el catolicismo era una religión de los sentidos mientras el protestantismo era una religión cerebral”. Es decir: los católicos de nuestras tierras celebraban con los 5 sentidos sus fiestas-incluso la del Cuerpo de Cristo- para dejar impregnado en sus cuerpos y sus almas lo que creían personal y comunitariamente. Y, precisamente, la procesión del “Corpus” era una de esas expresiones. “Y así será el pan de mañana/ el pan de cada boca,/ sagrado, consagrado,/porque será el producto/ de la más larga dura lucha humana”, nos repite Neruda al oído. Las procesiones católicas-como la que hemos vivido bellamente el día de San Antonio- son uno de esos rituales que las personas y las comunidades necesitan. Dice un pensador contemporáneo: “Los rituales, como acciones simbólicas, crean una comunidad sin comunicación, pues se asientan como significantes que, sin transmitir nada, permiten que una colectividad reconozca en ellos sus señas de identidad.
Sin embargo, lo que predomina hoy es una comunicación sin comunidad, pues se ha producido una pérdida de los rituales sociales. En el mundo contemporáneo, donde la fluidez de la comunicación es un imperativo, los ritos se perciben como una obsolescencia y un estorbo prescindible”. “Y así será el pan de mañana/ el pan de cada boca,/ sagrado, consagrado,/porque será el producto/ de la más larga dura lucha humana”. Es necesario, entonces, animarnos a participar en esos ritos comunitarios que nos dan identidad y que alientan la “lucha humana”.
Pbro. Jorge H. Leiva