Larroque
Roberto Romani, sus ricas vivencias
“Si una palabra, un poema, una reflexión sobre la vida le quedó a un niño, ya estás cumplido”
Estuvimos en Larroque, en la entrega del Premio “El Sauce” al Licenciado Roberto Romani, un acto que contó con la presencia del Gobernador de la Provincia, Lic. Rogelio Frigerio, autoridades provinciales, locales, familiares y amigos. Días después nos propusimos tener una charla mano a mano con Roberto, el amigo, el colega, el múltiple artista que cultiva la sencillez y el afecto para con todos los que lo conocemos desde siempre. Es así que repasamos con alegría su niñez, su adolescencia y juventud, sus estudios universitarios, la radio, sus libros y canciones, su función pública, sus innumerables amigos, su amor por acercar la cultura todos los rincones de la provincia.
Su niñez y adolescencia con vivencias enriquecedoras: -“Viví hasta los quince años en el campo, de difícil acceso; así que mi contacto con la realidad cultural era nulo. En mi casa no había un solo libro; en la casa de mis abuelos, tampoco. Eran todos gringos trabajadores, con el trabajo les alcanzaba para comer y nada más; eran muy pobres. Pero eso no impidió que mi mamá, a través de la radio, escuchara programas como “Rapidísimo”, de Héctor Larrea; Antonio Carrizo, al mediodía; Hugo Guerrero Marthineitz, a la tarde, un hombre de rica cultura, quien hablaba de libros, difundía música clásica, folklore. Yo me fui nutriendo de todo eso y un día, tendría doce años, le dije: “Mamá, a mí me gustaría estudiar periodismo, escribir, un libro y grabar un disco”; lo que podía haber dicho cualquier niño; pero yo, a los veinte años, cumplí los tres sueños.
Ya en Larroque, en el tercer año del secundario, las Hermanas Franciscanas de Gante, unas monjas excepcionales, incitaban a los alumnos a hacer teatro, talleres literarios, nos animaron a hacer un conjunto de música; de tal manera que, en el propio colegio, ya tuvimos la sensación de estar cerquita de las expresiones culturales. También en Larroque lo conozco al padre Alberto Paoli Lovera, un ser excepcional, profesor del Colegio Nacional, director, presidente de la Comisión de Cultura y presidía un elenco de teatro, al cual integré a los dos meses de mi llegada. Después, gestamos juntos, con él y la mamá de Atilio Benedetti, Teresita Luque, una escuela de teatro para niños, que se hizo realidad a comienzos de 1974; existe todavía, ya no es parroquial, ahora es la Escuela Municipal de Arte Escénico. Así que tuve, mientras cursaba el secundario, esas experiencias en el teatro, en la música folklórica. Teníamos un conjunto de música “beat”, como se llamaba en aquella época. Empecé a escribir y a musicalizar, con esa guitarra que entregué los otros días, los primeros poemas. Fue el despertar a la literatura y al teatro”.
Su vida en La Plata y su regreso a Entre Ríos: “Cuando me fui a La Plata, ahí ya empecé a estudiar Ciencias de la Comunicación, teatro, música y literatura. Tenía que trabajar para pagar mis estudios. Me hicieron una gauchada unos amigos de Gualeguay, de Gualeguaychú y de Larroque, hasta que yo conseguí trabajo como peón de albañil, hacía canaletas para instalar redes eléctricas; después pinté casas e hice mandados, como todo muchacho del interior que se quiere ganar la vida; mientras tanto, cursaba a la tardecita y a la noche, en la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata. Al poco tiempo, gané una beca interesante, que después me quitaron los militares, en el año 1976; y la carrera también, porque cerraron la carrera de periodismo en marzo de ese año y se reabrió en noviembre/diciembre; así que estuvimos estudiando todas las vacaciones, gracias a la gentileza de los profesores. Muchos perdieron la esperanza y se fueron a sus pueblos y además en esa época ya hubo desaparecidos, yo perdí varios compañeros. Fue una etapa terrible; yo tengo muchos golpes, algunas heridas que han cicatrizado; por lo menos, las del cuerpo; las de adentro, seguramente también. Por supuesto que la pérdida de los compañeros, los desaparecidos, es un dolor que acompaña toda la vida. Además, los hubo de otras facultades, con los que éramos amigos también. Cuando se cierran los centros de estudiantes, quedó el centro de Salta, así que nos reuníamos todos los del interior ahí, hasta que también lo cerraron. Eran maravillosos los centros de estudiantes, eran una posibilidad muy linda de intercambiar experiencias, de conocer. Ahí empecé a cantar con los salteños, con los tucumanos. Estudio y luego empecé a trabajar muy bien en una revista de automovilismo deportivo, en Radio Provincia, después en Radio Universidad. Cuando me recibí estaba muy bien, pero yo quería vivir en Entre Ríos; renuncié a todo y me vine a mi provincia.
Estuve un año en Gualeguaychú, en la Comisión de Cultura; hice teatro, todas las actividades culturales que podía. Estuve cerca de Chichito Lapalma, quien hacía periodismo, le gustaba la Historia; de Enrique Bugnone, que en esa época era un hombre muy importante en la actividad teatral. En la Biblioteca Sarmiento hacíamos unas veladas hermosas”.
Ya en Gualeguay…, la radio, la investigación, las publicaciones… “Cuando me vengo a Gualeguay, seguí leyendo (lo hago hasta el día de hoy) acerca de lo que gustaba sobre el arte, profundizando sobre el teatro. Hice teatro en el Encuentro Cultural de la Juventud muchas veces. Empecé a incursionar en la Literatura; publiqué mis primeros libros; los primeros dos “no existieron”, como decía Borges, cuando él negaba los primeros libros porque eran muy pobres, de acuerdo con lo que él decía. Yo coincido, pero los volvería a editar por las sensaciones, las impresiones de un joven, de esa etapa. Después me preocupé un poco más por la investigación, más allá de la libertad para crear un poema, un cuento, un relato, empecé a estudiar unos temas profundos para investigar.
Uno de los temas que yo tenía siempre como pasión era Emilio Berisso, así que estuve como tres años en eso. Pero, el desafío más grande fue el de Bruno Alarcón, el tambor de San Martín. Había escasos documentos y lejos: en Mendoza, en el Círculo de las Damas Mendocinas, en el Archivo Mitre, en el Archivo General de la Nación; en Concepción del Uruguay. Pero eran cosas muy escasas, aquí en Gualeguay, también muy escasas; la tarea fue unir todos esos eslabones hasta poder crear la historia, unir todos esos documentos valiosos que había sobre esa personalidad. Me llevó tiempo, pero lo hice con mucha pasión y me sentí muy feliz de poder sacar del olvido a esa figura, que estaba en el cementerio, pero que muy pocas personas de Gualeguay y del resto de la provincia conocían el valor que había tenido de haber hecho toda la campaña sanmartiniana y después con Bolívar y con Antonio José de Sucre. Vino a Gualeguay, se ganó la vida, se casó aquí, formó su familia con tres hijos. La familia siguió hasta Puni Alarcón y hasta Laura, la última generación. A Puni se le hizo un homenaje en Casa de Gobierno y está su retrato en el Salón de Mujeres Entrerrianas. Cuando yo empecé a hacer la investigación, Puni me ayudó muchísimo, con documentos, con fotos; me acompañó mucho, fue fundamental para que yo pudiera unir los eslabones.
Con respecto a Emilio Berisso, era una figura aún más desconocida que Bruno Alarcón. Además, la propia familia no hablaba de Emilio. Las tías mayores de él, las sobrinas mayores no hablaban porque él se había suicidado. En aquellos tiempos, el suicidio en una familia era algo de lo que no se hablaba. Para investigar fui a la casa de todos los Berisso. Estuve dos días en La Conchera de Flores porque ahí había mucha documentación de él. También en Buenos Aires, en todas las estancias encontré algo relacionado con Emilio. Él había construido una estancia cerquita de Larroque, entre Larroque y Talitas; ahí encontré documentación y, además, era la casa que había hecho con sus manos, donde estuvieron destacados hombres de la literatura de aquella época; además de Pablo Podestá con su compañía, que fueron los que interpretaron “Con las Alas Rotas”, que tuvo un éxito similar a “Juan Moreyra”, en el teatro criollo, que no es poco decir”.
Sus composiciones musicales: “En la música, simultáneamente, también trabajaba. Grabé mi primer disco en el año 1980, con gente de Larroque, Julito Faggiana y Hugo Duraczek. Después grabé varios discos con mucha gente. Los chicos se ríen porque les digo que grabé discos, casetes, compactos y ahora pendrives. Hicimos audiovisuales, rescatando vivencias de las islas; otro de Bruno Alarcón, otro que se llama, como la canción que cantaban los chicos los otros días, “Definición del Amor”. Es una canción muy linda que hicimos con Mevia Carrazza, en el año 1980, una autora de Gualeguaychú, encantadora. Mis primeras composiciones están entre 1978 y 1980; lo más fuerte entre 1980 y 1990; serán unas seiscientas canciones entre chamarritas, milongas… No están todas editadas; están registradas en SADAIC y muchas están en el libro “Los Duendes Azules”, un cancionero entrerriano donde está la historia de los temas, la música, la letra. Fue muy lindo porque me ha dado muchas satisfacciones; me llaman de Feliciano, de Crespo, de Brugo con temas que han interpretado en la escuela, gracias a que tenían el libro. A veces, el maestro no tiene la información completa; el propósito fue ése, que la información estuviera completa. Colaboraron muchas personas, porque había que escribir la música, que hacer una diagramación acorde a lo que era un libro pensado para los chicos en las escuelas”.
Volviendo en el tiempo… “Cuando volví de La Plata, trabajé un año en Gualeguaychú, en el diario “Noticias”, que hoy es el diario “El Día”. Al término de ese año, fueron los directivos de Radio Gualeguay a buscarme para trabajar en la emisora. No dudé y en febrero de 1979 empecé a trabajar en Radio Gualeguay. Estuve veinticuatro años en la radio; para mí, fue lo más hermoso que me pasó en la vida, en el sentido de que me consustancié con el medio –la radio-, la ciudad, la zona. Experiencias hermosas con las transmisiones que hacíamos de todos los pueblos. Era una época que, al no existir el celular, eran pocas las comunicaciones y la gente estaba aferrada a la radio. Pudimos dar rienda suelta a las actividades culturales; yo tenía un programa de música y poesía los domingos, hacía un programa de Galarza; hacía un programa de folklore a la mañana, periodístico más tarde. A la tarde, hice un programa que se llamaba “La Revista de la Tarde”, siendo yo el director artístico de la radio; Mario no quiso reasumir de nuevo la dirección artística que había dejado cuando se fue a Concordia para organizar un diario de los Etchevere. Paralelamente, cuando aparece la televisión también tuvimos participación muy linda, especialmente, con las notas de la calle, de exteriores. Hacíamos la nota en el móvil de la radio y, al mismo tiempo, grabábamos notas para el informativo del mediodía y de la noche del canal. También yo colaboraba con el diario “El Debate-Pregón”, con el diario “El Día”, de Gualeguaychú, con “El Diario”, de Paraná, con “El Heraldo”, de Concordia, con “La Calle”, de Concepción del Uruguay. Me daban los tiempos porque yo tenía todo armado en mi casa, las nenas eran chicas todavía. No sé cómo, pero a los tiempos los buscaba”.
Su función pública… “En el año 2003, el gobernador Busti me ofrece la dirección de la Editorial de Entre Ríos. Estuve unos meses y cuando ya estaba ordenada la editorial, Busti me pidió que lo acompañara hasta junio (de 2004). En 2004, me ofreció la Subsecretaría de Cultura; en el final de su gobierno estuve como Secretario de Cultura. Luego, estuve ocho años con Urribarri y cuando me despedía ya de la función pública, llegó Bordet, que era el más amigo de los tres y me pidió que lo acompañara, así que con el cargo de Asesor Cultural, estuve los últimos ocho años con Gustavo Bordet. En diciembre, me retiré y me jubilé. El gobernador Frigerio me ofreció seguir en el mismo cargo, pero no podía de ninguna manera; todavía estaba con la quimio. Tuve el cáncer hace tres años, me operaron tres veces y después tuve un año y ocho meses de quimio. No estaba en condiciones de empezar de nuevo; les agradecí y les dije que colaboro, como hago ahora, en lo que ellos necesiten. No hubiese podido estar en contacto con la gente, lo más hermoso, que yo lo tenía, pero en la función pública lo profundicé; tuve la oportunidad de llevarles acciones culturales a pueblos chiquitos, a las Lechiguanas, a todo el Delta; desde Feliciano a La Paz, a los pueblos más pequeñitos. Llegar con un taller de danza, un taller de guitarra, un taller de teatro fue la satisfacción más grande. Se tarda unos meses en amoldarse a la función pública, pero me ha quedado esa satisfacción. Tenía por allí, no un enfrentamiento, sino un punto de vista distinto con algunas líneas intermedias, porque cuando los funcionarios se instalan en Paraná, en muchos casos, no todos, empiezan a vivir como paranaenses y algunos funcionarios que son de Paraná también piensan que el gobierno es allí y todo es más fácil y cómodo; pero yo nací en Larroque y viví en Gualeguay, conocía las necesidades que tenían pequeñas localidades de nuestra provincia que jamás habían sido asistidas por el gobierno. Los pocos recursos que hay en cultura los destinábamos para aquellos hombres y mujeres que, muy apartados en esta Entre Ríos, se preocupan porque sus hijos tengan un futuro digno, para que puedan despertar esas alitas de libertad que les da la cultura.
Siendo director de la Editorial, todavía hacía hasta catorce festivales provinciales, fijos; de los que se producen circunstancialmente, otros más. Lo hice hasta el verano de 2004, entonces renuncié a todos. No volvía a los festivales por ética, por respeto a las autoridades y a la gente. No podía ir a un pueblo a animar un festival y que me vayan a pagar una remuneración, yo me debía a toda la provincia. Ahora volví. Estuve animando en Federal, en febrero. También el Festival del Ternero, en Feliciano; tengo cantidad de propuestas, ya. Compartí muchos festivales con Mario Alarcón Muñiz, con Santiago Rinaldi. Empecé a animar en Federal, en 1980; animaba en El Festivalito, que se hace una semana antes para preseleccionar. Después, al festival grande lo animamos con Mario no sé cuántas veces. Mi relación con Mario era hermosa. Cuando yo estaba en el secundario, le enviaba colaboraciones para su programa “Espontánea”; cuando estaba en La Plata, también. Escribía notas que él leía en la radio. Empecé a trabajar con él cuando dirigía el programa y la radio”.
Publicaciones y premios…: “Publiqué treinta libros. Dieciséis o diecisiete son individuales y los demás son compartidos. Tengo libros de Historia compartidos, en los que me han invitado a escribir sobre determinados temas. Recibí el Premio Santa Clara de Asís, de la Liga de Madres de Familia; el Premio Senador Domingo Faustino Sarmiento, que otorga el Senado de la Nación; un premio especial por la trayectoria que me entregó la Cámara de Diputados de la Nación; el título Prócer de la Cultura, que me lo entregó el Cabildo de Buenos Aires y el Instituto de Arte Folklórico; Embajador de la Paz, otorgado por la Asociación Internacional de la Paz; ganador del Certamen Provincial de Folklore, de Villaguay; ganador del Certamen Provincial de la Chamarrita. Más cerca en el tiempo, la distinción del Ministerio de Cultura de la Nación que declaró de interés mis obras y se editaron trabajos para distribuir en las escuelas; este reciente, El Sauce, otorgado por el gobierno de la provincia; el año pasado, la declaratoria de Ciudadano Ilustre de la Provincia, otorgado por el Senado de la Provincia de Entre Ríos. Los valoro, pero no es lo más importante que me ha pasado en la vida. Como decía mi papá: “Hay que esperar y hacer eso todos los días”. Así que a mí me quedó eso y mi felicidad más grande fue trabajar en lo que me gustaba y la satisfacción de ir a dar charlas a las escuelas. Acerca de esto hay una anécdota que me emociona: Este viernes pasado, estaba saliendo del Hospital de Villa General San Martín, con Patricia y se paran un señor y una señora y él me dice: “Roberto, Roberto Romani; yo lo conozco, usted no se va a acordar de mí, pero yo quiero agradecerle porque muchas de las cosas que usted dijo las tengo siempre grabadas. Yo iba a sexto grado, a la escuelita de Lazo”. Una persona de cuarenta y pico de años. Yo decía si una sola palabra, si un solo tema, poema, reflexión sobre la vida, sobre Entre Ríos, sobre cualquier cosa que hayamos abordado en la escuela le quedó a un niño; si uno solo de tus alumnos te agradece porque le enseñaste, ya estás cumplido”.
Graciela Saavedra