J. P. Innocente “Me gusta este trabajo; salvo los días de lluvia, lo demás es espectacular”
Se conmemoró el Día del Cartero
El pasado 14 de septiembre se conmemoró el “Día el Cartero”, ese atento trabajador que acerca la correspondencia a cada domicilio. El Debate Pregón conversó con el cartero Juan Pablo Innocente que se desempeña en la tarea desde hace muchos años y les entregamos sus testimonios.
-Llevo unos catorce años en el Correo. En cuanto a cambios, ahora hay más paquetería, más cajas y menos cartas, menos para echar por debajo de las puertas, menos boletas también. La carga es ahora más pesada, hay más bultos. No hay cartas familiares, salvo alguna postal de quienes viven afuera, comienza diciendo J. P. Innocente, para continuar: -Trabajamos desde las seis y media de la mañana hasta las trece y cuarenta. La oficina trabaja de siete de la mañana a dos de la tarde. A la tarde no se trabaja.
Más adelante comenta: -Los carteros somos cuatro; a veces se acumula mucho reparto: Día de la Madre, Día del Niño, por ejemplo. Dentro de todo los cuatro nos la arreglamos, pero, a veces, estamos medio “apretados”. La gente colabora cuando se trata de bultos grandes y los busca. Digamos que en una bicicleta no se puede llevar una heladera…
Le preguntamos por anécdotas y nos dice: -¡Ah, los perros!... he perdido varios pantalones por la mordida de los perros. Aunque, a veces, nos hacemos amigos de ellos y hasta nos reciben.
-Alguna vez me han robado; un equipo de teléfono, por ejemplo. En casos así, el correo tiene seguro. Es algo que pasa una vez cada mucho tiempo; en mi caso, en una ocasión en catorce años. Es raro que suceda algo así.
-Los días de lluvia andamos igual; nos proveen de capas y botas. Obviamente, el reparto se hace mucho más lento. Por su parte el equipo de trabajo es renovado una vez al año y, a veces, dos. Estamos uniformados para que se identifique que somos carteros
Con respecto a la zona en que reparte, nos dice: -Tengo a mi cargo el cuarto cuartel, que es el reparto uno. Con los años, se lo conoce de memoria. En ocasiones, hay que ir hasta las chacras, si es que se sabe bien la dirección; si no, el destinatario es avisado y el envío queda en el correo unos diez días para que sea retirado.
Para finalizar, J. P. Innocente expresa: -Me gusta esto; es lindo trabajar en la calle. Tengo conocidos y amigos; así que, salvo los días de lluvia, lo demás… “espectacular”.
Un poco de historia
Bruno Ramírez, un sevillano, fue el primer cartero designado del correo, este oficio no existía y recién se estaba implementando el servicio en el Virreinato del Río de la Plata. Ramírez tomó posesión de su cargo el día 14 de septiembre de 1771, fecha en que se celebra en Argentina el “Día del Cartero”. Así, un español se convirtió en el primer cartero del país.
Hubo otro español que mucho tuvo que ver para darle paso a un trabajo tan importante para aquel entonces, don Domingo Basavilbaso fue nombrado Administrador de los Correos Terrestres y Marítimos, “para mejor servicio del rey” y el Correo de Buenos Aires comenzó a funcionar en su casa de la que en la actualidad es la calle Perú, en el centro del la Ciudad. En 1771, Basavilbaso implantó el servicio de carteros para llevar la correspondencia a los domicilios particulares de los vecinos de Buenos Aires y el 14 de septiembre de ese mismo año, nombró primer cartero a un sevillano, llamado Bruno Ramírez, quien no cobraba un sueldo, pero recibía medio real por cada carta o cada dos cartas entregadas a la misma persona. Para hacer más atractivo el cargo su sucesor tuvo una asignación de diez pesos.
Los carteros recién tuvieron uniforme a partir de 1826, cuando así lo dispuso Bernardino Rivadavia.
La historia argentina registra el nombre de otro “ilustre cartero”: Domingo French, que tuvo activa participación en los sucesos de Mayo de 1810. French, con tan sólo 24 años, ingresó al convento de la Merced para dar sustento a su familia recién constituida y a comienzo de 1802 empezó a ganarse la vida como “cartero único” de la Administración de Correos.