P. Leiva
Tesoros buscados y perlas halladas

Hay tesoros que se encuentran y otros que se buscan. Los primeros se encuentran por casualidad (alguien dijo que la casualidad es el nombre que pone Dios a lo que no quiere firmar).
Los segundos, luego de una afanosa tarea. Por ejemplo, el que busca perlas sabe en qué lugar están, pero tiene que indagar con esmero. En los dos casos se requiere que los sujetos tengan la valoración adecuada de lo que encuentran o de lo que buscan. Hay quienes buscan y dan la vida por lo que no tiene valor por no haberse tomado el tiempo de dimensionar el objeto de su búsqueda. Hay quienes nunca tienen un tesoro porque creen que no existe y hay otros que no los perciben por distraídos. Hay quienes junto a un limpio río no aprecian el agua o no descubren su valor por encima de otros bienes. Hay quienes saben vender todo para comprar el campo donde está escondido el tesoro que han descubierto, valorado y ocultado, decía Jesús de Nazaret.
La percepción de los tesoros tiene una instancia contemplativa, valorativa: hay que detenerse en la vida para valorar lo valorable. A los sujetos de nuestro tiempo, en medio de la sociedad acelerada, les cuesta encontrar el orden de los amores y a veces se quedan con todo lo que tienen (montañas de objetos de consumo) por falsas seguridades, sin arriesgarlo todo por el Tesoro Verdadero. A veces nos cuesta encontrar la adecuada subordinación de los bienes y de los amores. El domingo es un día de descanso, día de meditación, de encuentros comunitarios: es día para re descubrir tesoros, para buscar perlas y pedir al Cielo fuerzas para sacrificar lo que es menos importante a favor de lo más importante. El cantor rosarino Jorge Fandermole habla de su diamante como de un tesoro al que le dedica tiempo para admirar: “Me han regalado un diamante/ y no sé qué hacer con tanta luz;/ abro mi mano un instante y brilla hasta el cielo limpiando el azul. Es sobre todas las cosas/ mi piedra preciosa invisible en su faz/ y en el envés transparente su forma latente se vuelve real. A veces llega del cielo/un presente que nunca nadie previó; /pero existe uno tan bello del que no quisiera tomar posesión. Vino su luz del vacío/y me duele ponerlo de nuevo a viajar;/ este regalo tardío /no puede ser mío sino del azar”.
Recordemos a Saint Exupéry cuando en su libro “El Principito” dice: “Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante”. ¿Cuáles son los tesoros que tengo para valorar en mi vida? ¿Qué tengo que sacrificar para gozar con plenitud de ellos?
Pbro. Jorge H. Leiva