Razón crítica
La tecnología como aliada: fortaleciendo las democracias del siglo XXI.
En su obra “La era de la información”, el pensador español Manuel Castells describe una nueva forma de organización social en la que las redes de comunicación y tecnología desempeñan un papel central, transformando la forma en que interactuamos, trabajamos y nos relacionamos.
Esta sociedad se caracteriza por la conectividad global, la fluidez de la información y la descentralización del poder, lo que da lugar a nuevas dinámicas sociales, económicas y políticas. Los procesos democráticos no son ajenos a este fenómeno.
La tecnología facilita el acceso a la información de manera instantánea y global. Las plataformas de redes sociales, aplicaciones de noticias y motores de búsqueda permiten a los ciudadanos informarse sobre los acontecimientos políticos en tiempo real, sin depender exclusivamente de los medios tradicionales. Esta democratización del acceso a la información garantiza que los ciudadanos estén mejor informados y puedan participar de manera más activa en el debate público. Además, la tecnología proporciona herramientas para aumentar la participación ciudadana en el proceso político. Desde aplicaciones móviles para votar en elecciones hasta plataformas de petición en línea, la tecnología hace que sea más fácil para los ciudadanos involucrarse en la toma de decisiones políticas. Ésto no solo aumenta la legitimidad de las instituciones democráticas al incluir a una gama más amplia de voces, sino que también permite a los ciudadanos sentir que tienen un verdadero impacto en las políticas que afectan sus vidas.
Otro beneficio clave de la tecnología en el fortalecimiento de las democracias es su capacidad para mejorar la transparencia y la rendición de cuentas. Por ejemplo, las plataformas en línea que permiten a los ciudadanos monitorear el gasto público y denunciar la corrupción pueden ayudar a reducir la opacidad en la gestión gubernamental.
Al proporcionar acceso a la información, fomentar la participación ciudadana y mejorar la transparencia, la tecnología puede ayudar a construir sociedades más justas y democráticas. Sin embargo, es importante reconocer que ésta por sí sola no puede resolver todos los desafíos que enfrentan las democracias modernas. El acceso desigual a ella, la proliferación de noticias falsas en línea y los riesgos de privacidad son solo algunos de los problemas que deben abordarse para garantizar que la tecnología beneficie a todos los ciudadanos por igual.
Los peligros inesperados: cómo la tecnología amenaza a las democracias.
Como hemos expresado en párrafos más arriba, en la era digital la tecnología ha traído consigo numerosos avances que han transformado la forma en que interactuamos, nos informamos y participamos en la sociedad. Sin embargo, detrás de los beneficios aparentes también acechan amenazas significativas para la salud de nuestras democracias. Desde la desinformación hasta la vigilancia masiva y los plausibles hackeos y fallas en los sistemas de votación electrónicos, es crucial examinar de cerca los peligros que la tecnología plantea para los principios democráticos fundamentales.
Una de las mayores amenazas que enfrentan las democracias modernas es la propagación de la desinformación a través de plataformas en línea y redes sociales. La facilidad con la que se pueden crear y compartir noticias falsas ha dado lugar a un entorno en el que la verdad se ve eclipsada por la viralidad y la polarización. La desinformación como la propagación de Fake News puede socavar la confianza en las instituciones democráticas, manipular la opinión pública y distorsionar el proceso electoral, poniendo en peligro la integridad de la democracia misma.
Además, la tecnología también ha dado lugar a la proliferación de la vigilancia masiva por parte del Estado y de actores privados. Desde el seguimiento de la actividad en línea hasta la recopilación de datos personales, la vigilancia indiscriminada socava el derecho a la privacidad y puede ser utilizada para restringir la libertad de expresión y la libertad de asociación. La acumulación de poder en manos de unas pocas entidades, ya sean gubernamentales o corporativas, plantea serias preocupaciones sobre el abuso de poder y la erosión de los derechos civiles.
Además, la tecnología también puede exacerbar la polarización y la división en la sociedad al fomentar la formación de burbujas de filtro y la segmentación de la información. Los algoritmos diseñados para maximizar la participación pueden impulsar el contenido extremista y polarizante, alimentando la animosidad y dificultando el diálogo constructivo entre diferentes grupos políticos que se sumergen exclusivamente en sus propias comunidades ideológicas. Ésto puede conducir a una mayor fragmentación social y dificultar la búsqueda de soluciones a los desafíos comunes que enfrenta la sociedad. A su vez, los hackeos y las fallas en los sistemas de votación electrónicos representan una seria amenaza para la integridad de los procesos electorales en todo el mundo. Estos incidentes ponen de relieve la vulnerabilidad de los sistemas tecnológicos utilizados para registrar y contabilizar los votos, lo que puede socavar la confianza en los resultados electorales y minar la legitimidad de las instituciones democráticas. Los ataques cibernéticos dirigidos a los sistemas de votación pueden tener consecuencias devastadoras, desde la manipulación de resultados hasta la supresión del voto y la interferencia externa en los asuntos internos de un país. En un mundo cada vez más digitalizado, la protección de la infraestructura electoral se ha convertido en una prioridad urgente para garantizar la integridad de la democracia.
Es evidente que la tecnología presenta desafíos significativos para la salud de nuestras democracias. Sin embargo, reconocer estos peligros es el primer paso hacia la mitigación de sus impactos negativos. Es imperativo que los gobiernos, las empresas tecnológicas y la sociedad en su conjunto trabajen juntos para abordar estos problemas, fortalecer la regulación de la tecnología y promover el uso responsable de las herramientas digitales. Solo así podremos proteger los principios democráticos fundamentales y garantizar un futuro en el que la tecnología sirva como una fuerza positiva para el bien común.
Julián Lazo Stegeman