Pbro. Jorge H. Leiva
¿Ausencia de padres?
Dice el pensador Luiggi Zoja en un reportaje que “patriota y padre tienen el mismo sentido pues etimológicamente es así. Padre, patria… es antes del latín, también en griego, pater. Patria nos llega del griego, la tierra de los padres, entonces, regida por los padres. Incluso antes del cristianismo y del monoteísmo, es el sitio donde están enterrados nuestros padres”.
En relación con esto nos viene a la memoria, por supuesto, lo que bellamente decía García Márquez en “Cien años de soledad”, a través de la voz de uno de sus personajes, José Arcadio Buendía, dirigiéndose a su esposa, Úrsula: “Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra”. Pareciera entonces que, en el imaginario, no tener padre es como no tener patria… y viceversa. Agrega también este pensador italiano que “El gran cambio con la Revolución Francesa fue modificar el verticalismo de la sociedad que correspondía a un verticalismo en la familia, con el padre como representante, etcétera, y también en las estructuras eclesiales. Es la sociedad horizontal y no vertical la forma necesaria para la sociedad moderna, democrática, entre iguales con valores como la fraternidad, la hermandad”. Pero, también agrega don L. Zoja que la comunidad sin padre puede degenerar en manada: “La degeneración toma la forma de lo que en español se dice la manada, o la horda liderada por el macho alfa. Los líderes de los regímenes que no son tan democráticos dicen: yo soy el padre del pueblo, de la nación, y se transforma en un macho alfa”. Se llama macho alfa al varón líder que -como entre los animales gregarios-ejerce un liderazgo impuesto. Admitamos que está muy bien que, en las familias, los pueblos, las civilizaciones se supere el modelo del varón-macho sexópata y violento, pero, reconozcamos que es realmente una tragedia que desaparezca el modelo del varón padre-patriarca sabio y tierno, capaz de orientar con su mirada.
Se dice de un famoso obispo de Milán que tanta era la benéfica autoridad que ejercía entre su gente que sus deseos se transformaban en órdenes para sus hijos espirituales. Sin lugar a dudas, los procesos de promoción de la dignidad de la mujer han sido benéficos para nuestras comunidades. Pero, preguntémonos: ¿no es hora de repensar la vocación de los varones en la cultura? Refiriéndose a este tema, dijo el papa Francisco: “Se dice que nuestra sociedad es una «sociedad sin padres». En la cultura occidental, la figura del padre estaría simbólicamente ausente, desviada, desvanecida. Aun la virilidad pareciera cuestionada. Se ha producido una comprensible confusión, porque «en un primer momento esto se percibió como una liberación: liberación del padre-patrón, del padre como representante de la ley que se impone desde fuera, del padre como censor de la felicidad de los hijos y obstáculo a la emancipación y autonomía de los jóvenes. A veces, en el pasado, en algunas casas, reinaba el autoritarismo, en ciertos casos nada menos que el maltrato». Pero, «como sucede con frecuencia, se pasa de un extremo a otro. El problema de nuestros días-agrega el pontífice- no parece ser ya tanto la presencia entrometida del padre, sino más bien su ausencia, el hecho de no estar presente. El padre está algunas veces tan concentrado en sí mismo y en su trabajo, y a veces en sus propias realizaciones individuales, que olvida incluso a la familia. Y deja solos a los pequeños y a los jóvenes».
Recordando a nuestros muertos “padres de la patria”, que están bajo esta bendita tierra argentina, meditemos acerca del rol de los varones. En el año de las vocaciones propuesto por nuestro Obispo, repensemos el rol de los varones sobre todo en lo simbólico como dice el papa. Necesitamos en nuestros pueblos, varones que verdaderamente sean padres en la ternura y la firmeza, en la mirada larga y amablemente sabios.