Cristina Arias y sus hijos: Colombia, tierra de la sabrosura
“Colombia era un destino anhelado y ya cumplida la primera etapa que era visitar el interior del país, iniciamos la segunda “para descansar” (esa era la idea) y tal como lo prometí, lo comparto con ustedes.
Lo prometido es deuda...Las entregas anteriores de este hermoso viaje familiar relataron nuestra experiencia en parte del interior de ese país tan lleno de contrastes. Es así que Pereira nos dispusimos a viajar al norte del país, para disfrutar de sus hermosas playas e islas y conocer un poco de la mágica Cartagena de Indias. Para ello, volamos de Pereira a Santa Marta, punto base desde el cual iniciamos la aventura de caminata para conocer un poco del Parque Nacional Tayrona, lugar cargado de naturaleza y playas increíbles. Está ubicado a 34 km de Santa Marta, justo en las estribaciones de la Sierra Nevada, la montaña costera más alta del mundo. Este parque está habitado por indígenas Wiwas, Arhuacos y otros, y es un lugar sagrado para ellos. Quiero contarles que hay distintas opciones para acceder al mismo, de acuerdo con lo que más quieras disfrutar. En nuestro caso elegimos el ingreso por el Zaino; lo nuestro fue una caminata por senderos selváticos durante tres horas, hasta llegar al Cabo de San Juan del Guía, playa donde dormimos esa noche en la cabaña que ven en la foto. Sólo les diré que yo estaba averiada de una pierna, marchamos con una mochila que parecía pesar más cada hora, ¡pero volvería a hacerlo! Sólo se accede caminando o a caballo.El equipo (mis hijos y yo) no somos aficionados a la explotación de los animales para el turismo, así que llegamos caminando. Luego de ver monos tratando de quitarnos algún bolso, observando nuestro paso, pasamos por playas majestuosas que invitaban a detenernos. Cabo San Juan tiene para dormir; las dos cabañas que ocupamos en una saliente al mar ¡no tienen baño, ni luz eléctrica! Además, hay un sector con hamacas paraguayas y carpas... y ¡pará de contar!, pero puedo asegurarles, nunca olvidaré el sonido de las olas tan, tan cerca, a la noche, con sólo la luz de una vela. Nuestra puerta sólo tenía un pasador; tuve un poco de miedo, y esa noche, dormimos los tres en una sola habitación, ¡pero me hicieron dormir en la hamaca paraguaya!!! Eso por ser miedosa. Al día siguiente, tomamos un poco de sol y nos preparamos para regresar, buscar las valijas en Santa Marta e irnos en trafic a Cartagena, parada previa al embarque del día siguiente con destino a una isla paradisíaca que se encuentra en el archipiélago de San Bernardo. El mar cambiaba sus tonos turquesas, celestes, con playas de arenas inmaculadamente blancas. Estuvimos unos días, antes de seguir disfrutando de otra isla, ubicada en el archipiélago de Islas del Rosario. Desde Isla Grande, y de la mano de guías locales, pudimos navegar y sumergirnos para ver el avión hundido de Pablo Escobar, las lagunas rodeadas de manglares, y siempre presentes los nativos con su hospitalidad y buena onda. Como anécdota, regalamos un bolso impermeable al lanchero que nos hizo conocer islas y lugares para snorkel que no eran visitados, y al día siguiente nos trajo un plato de un pescado frito preparado por su señora. ¡Eso no tiene precio y queda por siempre en nuestro recuerdo!Finalmente... Cartagena de Indias, fundada en1533, Patrimonio de la Humanidad. Si bien nosotros nos hospedamos dentro de la ciudad amurallada, el barrio de Getsemaní, próximo a la muralla, tiene una bohemia especial. Cartagena despierta todos los sentidos; repleta de turistas, con sus adoquines, sus balcones con flores que explotan, el Castillo de San Felipe de Barajas, las Catedrales, las plazas, los miradores, en especial el mítico Café del Mar, el Café Havana para bailar... En fin, nos despedimos de este país con el enorme deseo de poder volver algún día.
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