Silvia Inés Sallenave, desde Nueva York
El comienzo de un nuevo mundo
Silvia Inés Sallenave, cuya familia es de Gualeguay, doctora en lingüística y en literatura norteamericana, junto con su esposo César Chelala reside desde hace muchos años en Nueva York, donde fue Decana Asociada en la Universidad del Estado de Nueva York (SUNY). Hoy comparte con nosotros su visión ante el duro ataque del Covid 19 a esa ciudad y al mundo.
Quien tenga dudas que comenzamos a vivir una nueva realidad solo tiene que asomarse a la ventana y caminar por las calles desiertas de Manhattan. Aun vecindarios normalmente concurridos y ruidosos como el nuestro de Soho (un importante atractivo turístico) están silenciosos. Prácticamente todos los negocios están cerrados y solo quedan unos pocos que venden comida, como los supermercados, y las farmacias. Pero no solo está afectado el paisaje urbano, sino que las relaciones sociales también están profundamente alteradas.En general, los norteamericanos cumplen las reglas impuestas por las autoridades, y la mayor parte de la gente se queda en sus casas y solo sale para hacer compras imprescindibles. Ocasionalmente, cuando aparece el sol y rompe la rutina de los días nublados, algunas personas salen a la calle y se congregan en alguna plaza cercana aunque cuidándose de mantener la distancia interpersonal fijada en alrededor de dos metros y protegidos por los obligatorios barbijos y guantes.Para hacer las cosas aun más complicadas, el Dr. Anthony Fauci, Director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas, acaba de emitir unas declaraciones donde dice que aun cuando se termine de controlar la pandemia, las personas deben dejar de saludarse con un apretón de manos y, a lo sumo, hacer un contacto breve con los hombros. "Creo que va a quedar grabado para siempre entre nosotros que algo tan catastrófico como lo que el mundo está experimentando ahora puede realmente ocurrir", dijo Fauci.Mientras tanto, los hospitales están totalmente sobrecargados y no cuentan en muchos casos con los dispositivos esenciales para controlar la epidemia, como es el caso de los respiradores artificiales. Tampoco cuentan los hospitales con suficiente cantidad de máscaras o barbijos, lo que resulta inexplicable e imperdonable en un país desarrollado como es este. Ello ha conducido a que muchas personas o empresas dediquen sus máquinas y personal a la fabricación de estos elementos imprescindibles. Además, se han debido armar hospitales transitorios y a pedir la ayuda de médicos y personal paramédico de otros estados quienes, dando una gran muestra de solidaridad, han venido a colaborar con sus colegas en Nueva York.Por ahora, y debido a la congestión humana, falta de médicos y a la sobrecarga de los hospitales, quienes sufren más esta pandemia son los más pobres que viven en los barrios más marginales. La pandemia del coronavirus ha tenido no solo efectos sociales marcados, sino que ha afectado le educación de cientos de miles de niños, quienes deben permanecer en sus casas y solo reciben sus lecciones a través del internet.Esta pandemia ha cambiado totalmente el mundo y las relaciones humanas, y ha exigido cambios manifiestos en la conducta interpersonal, ya que ha estimulado el sentido de solidaridad hacia las personas más vulnerables. El precio a pagar, sin embargo, ha sido demasiado alto.
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