Antes que nada es importante aclarar que cada país de la región matera tiene su propia fecha. Brasil eligió el 24 de abril y además del chimarrao, homenajea al churrasco, que es como le llaman al asado nuestros vecinos. Es una ley del Estado de Río Grande del Sur, conocido como región gaúcha, la misma en la que crece el Ilex Paraguariensis, la planta de la que se produce la yerba. En el caso de Paraguay, la fecha que instauró el Decreto del Poder Ejecutivo es el 11 de octubre, el último día antes de la invasión europea al continente americano. Uruguay no es un país productor, pero por su fuerte raigambre y, sobretodo, consumo, tiene una Fiesta Nacional del Mate que se celebra en San José.

Aparte de tener una marca de yerba que lleva su nombre, Andresito parece haber tenido un vínculo muy especial con la costumbre sagrada. Empecemos por el principio: Andres Guacurarí nació el 30 de noviembre de 1778 en Santo Tomé (Corrientes). Fue un soldado guaraní al cual Artigas nombró gobernador de la provincia Grande de Misiones, siendo el único integrante de los pueblos originarios que ocupó ese cargo en la historia argentina. 

Según un artículo del Instituto Nacional de la Yerba Mate (recientemente reducido en sus funciones por parte del Gobierno Nacional), “la yerba mate fue central en el esquema productivo. Artigas y Andresito establecieron una especie de monopolio de la explotación de los yerbales naturales por parte de los guaraníes y de la comercialización, y prohibieron su ingreso desde Paraguay, de forma tal de garantizar a Misiones un acceso a recursos económicos a través de este producto: “Todo esto está registrado en un intercambio de cartas entre Artigas y Andresito, donde hay un incentivo a que los guaraníes comercien y exploten la yerba mate”, explicó el historiador Pablo Camogli.

El único gobernador indígena 

Felipe Pigna le dedica un extenso artículo en su sitio web titulado ‘Andrés Guacurarí, nuestro guaraní gobernador’. Quiero compartir un párrafo que me parece central para entender el origen del debate.

“El único gobernador indígena de nuestra historia ejerce una conducción humana, justa y socialmente revolucionaria, recordando y aplicando la máxima artiguista al anunciar la primera reforma agraria de América ‘que los más infelices sean los más privilegiados’. Ante todo abolió la servidumbre en todas sus formas y repartió tierras a los que las habían perdido a manos de la conquista, el saqueo, la estafa o todo eso a la vez. Durante su gobierno, se eliminaron del territorio bajo su jurisdicción todos los símbolos, escudos y emblemas que pervivían de la colonización española, y recobraron su vigor los cabildos de los pueblos originarios que tenían una función central en la administración del territorio fomentando la producción y comercialización de la yerba mate y la fabricación de pólvora y hasta la instalación de hornos para fabricar puntas de lanzas”.
 

Una pausa en tiempos complejos 

Gualeguay, entre tantos honores, tiene a uno de los máximos investigadores sobre el mate en el mundo. Se trata de Amaro Villanueva, el periodista, escritor y ensayista, que le dedicó cuatrocientas páginas de sus obras completas a este ritual. Cuando uno googlea mate, y entra al artículo que le corresponde, entre las citas aparece Villanueva. Dentro de la variedad de sus frases, me quedo con un par. La primera es la que utiliza para responder a la pregunta: ¿Qué es el mate? Y define: “la costumbre popular de mayor significación cultural en la vida argentina y de raíces más profundas en la existencia del hombre en América del Sur”. La segunda es un detalle para tener presente en estos momentos de tanta velocidad:  ”El mate tiene y reclama un ritmo distributivo. Si el cebador particulariza su ofrecimiento en determinada persona de la rueda de materos o si, cebando para una sola persona, se apresura demasiado en volver a llenarlo para ofrecerle otro ni bien ha tomado el anterior, se dirá que le está encimando los mates”.

Aunque lo festejemos todos los días, felicidades para el compañero de todas nuestras aventuras.