Gran espectáculo en el Club Social
Ashira deslumbró en “AL SARAB”
Hace algunos años, tuve el placer de conocer a Celeste Alarcón Puebla. Ella realizó una muestra plástica en el Club y tuve el gusto de poder apreciar la delicadeza de los trazos de sus dibujos; casi todos me parecieron que se asemejaban mucho a los trazos de los dibujos que realizan los Maestros zen: tenían esa calidad de casi miniatura que es tan característica de las estampas que suelen ilustrar los libros de haikus y leyendas de la sabiduría oriental. También su persona me pareció muy hermosa, tanto por fuera, como por dentro: cordial, abierta, deseosa de escuchar la opinión que los presentes tenían sobre sus cuadros. Sus abuelos fueron muy importantes en mi vida.
Mario Alarcón fue el primer lector que leyó mis poemas, por Radio Gualeguay. Yo escribía desde los nueve años; pero, excepto alguna compañera del secundario, especialmente querida por mí, nadie sabía que escribía. Me atreví a enviar los poemas a la Radio firmados con mi segundo nombre, que casi nadie conocía: Irene. Mario lo lanzó al aire y hasta se arriesgó a ponderarlos, lo que me hizo crecer en confianza para seguir mostrando lo que tenía escrito. Nunca olvidaré ese gesto y nunca terminaré de agradecerle. En cuanto a la abuela de Celeste, Norma Veiravé, cuando nos encontrábamos, bromeábamos diciéndonos "hermanas de sangre", porque ella tenía una gota de sangre originaria de la mal llamada América, igual que yo: una abuela perdida en el tiempo. Pero esa sangre originaria, era fuerte; transmitía los genes de su raza: pelo renegrido, casi azul, sumamente lacio, pómulos altos, dentadura perfecta, piel del color de la intemperie, ojos muy oscuros y ligeramente almendrados. Este sábado pude, junto a mucha otra gente, apreciar los dones artísticos de Celeste en otra rama: el baile oriental. La palabra que se me ocurre para calificar su actuación es: esplendorosa. Hay que sentir la música con todo el ser para expresarse en la danza. Celeste bailó con su hermosísimo cuerpo, con su bella cara, con su pelo, con sus huesos. Y nos encandiló a todos con su gracia de movimientos y su sonrisa permanente. Yo sentía que mi corazón se expresaba en ella; miraba la cara de los señores, sentados cerca de la mesa que ocupaba con otras tres compañeras y, realmente, sus ojos expresaban lo que sentían. Me parecía que en cualquier momento, alguno de ellos se iba a poner de pie para compartir la danza con Celeste: estaban obnubilados; y no era para menos. Además, el vestuario eran tan hermoso, tan lleno de brillos, que contemplarla era un goce estético para todos los que tuvimos la alegría de presenciar esta verdadera fiesta que nos brindó la nieta de Mario Alarcón y Norma Veiravé. Yo conocía a Marito, su padre; pero no al resto de su familia. Tuve oportunidad de felicitar a su mamá y a su hermanita, también encantadoras, y congratularme con todos, porque estaban felizmente orgullosos de su hija.Aplaudí con toda mi alma y, al final del espectáculo; tuve un recuerdo agradecido y jubiloso para Mario y Norma que, de algún modo, estaban presentes.Si: estaban presentes en Celeste. Tuky Carboni
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