Se presentó este viernes en la Biblioteca Mastronardi
“Bagre Verde”: una despedida, un viaje, una celebración de la literatura entrerriana
Este viernes se presentó Bagre Verde. Un viaje desde la Biblioteca Popular de Gualeguay Carlos Mastronardi por la literatura del sur de Entre Ríos, un libro que es al mismo tiempo una compilación literaria, un trabajo de memoria colectiva y un acto de amor por el territorio. La presentación fue también la despedida de Luisina Viviani, quien deja la presidencia de la Biblioteca Mastronardi luego de diez años. Junto a ella, conversamos con Agustina Triquell, coordinadora de talleres y productora editorial del proyecto.
—Luisina, ¿cómo viviste la presentación del libro?
Luisina Viviani: Fue un día muy especial, muy emotivo. Este proyecto empezó cuando las chicas se acercaron a la biblioteca con la propuesta de difundir autores del sur de Entre Ríos. Enseguida dijimos que sí. Hicimos una charla con la gente de la Fundación Williams, y ellas comenzaron a trabajar, viniendo a la biblioteca, buscando textos, seleccionando, destacando autores. Para nosotros fue y es un privilegio que se conozcan nuestros autores, ese siempre fue uno de los objetivos de la biblioteca.
En este caso, se trata de una combinación de muchas voces reunidas en un libro que —como decía Agustina— propone un viaje. Para mí, además, marca el final de otro viaje: el de estos diez años como presidenta de la biblioteca. Justamente hoy es mi cumpleaños, y cuando ellas dijeron "ya está impreso, ¿cuándo lo presentamos?", propuse que fuera hoy. Lo viví como un regalo. Es muy simbólico que el libro esté impreso y que esté en la biblioteca, que circule, que viaje. Sentirnos privilegiados es poco, pero así lo vivimos siempre.
—Agustina, ¿cómo llegaste a este proyecto y qué te encontraste en ese “viaje”?
Agustina Triquell: Yo venía trabajando en otra biblioteca popular, mucho más chiquita, en las sierras de Córdoba. A partir de que mi compañera vive parte del año en Arroyo Clé, empezamos a buscar una forma de vincularnos con la escuela local. Así encontramos la convocatoria de la Fundación Williams, del fondo Julio Verne, que está destinado a bibliotecas populares.
Buscando bibliotecas en la zona, llegamos —sorpresivamente— a esta tremenda biblioteca. Teníamos la idea inicial de hacer una compilación de autores del sur entrerriano, y fue Luisina quien nos sugirió hablar con Tuky Carboni. A partir de ahí todo empezó a crecer. Conversamos también con Miguel Ángel Federik, y con lo que ambos fueron nombrando, armamos la selección. Ni Paula (mi compañera) ni yo éramos expertas en literatura entrerriana, así que fuimos a preguntar, a dejarnos guiar por quienes sí sabían.
—¿Qué encontraste en los autores y autoras de la región?
Agustina Triquell: Lo que más me sorprendió fue descubrir, además de los nombres consagrados como Juanele, Barrandeguy o Mastronardi, muchos otros que no tuvieron una obra tan prolífica, pero que forman parte del tejido literario. Personas que publicaron un libro autopublicado o ganaron algún premio y luego no escribieron más. El libro también rastrea esas intermitencias, esos hilos que tal vez no se ven desde afuera, pero que la biblioteca sí aloja. Talleres, encuentros, espacios que tejen comunidad en torno a la lectura y la escritura.
—¿Cómo va a circular Bagre Verde?
Agustina Triquell: El libro va a estar en la Biblioteca Mastronardi, y su distribución dependerá de lo que la biblioteca decida. Lo interesante es que el viaje que propone el libro termina en la escuela. No como espacio de cierre, sino como espacio de proyección. En Arroyo Clé hicimos una pequeña publicación con producciones de niños y niñas, y en Bagre Verde incluimos las actividades que hicimos con ellos. Eso permite que el libro pueda replicarse en otras escuelas, otros espacios educativos, siguiendo esas propuestas.
—¿Y cómo ves hoy el vínculo entre las escuelas y los libros?
Agustina Triquell: Algo que dijo Luisina me parece clave: muchas veces se repite que “la gente no lee”, pero pasamos el día leyendo en el teléfono. Entonces, ¿cuál es hoy la experiencia de lectura? El libro, como objeto, es una tecnología antigua pero perfecta. Hojas plegadas, cocidas entre sí, sigue funcionando igual desde hace siglos, y se siguen publicando libros, incluso en tiempos de pantallas.
Yo no suelo trabajar con infancias, así que fue una experiencia muy rica. Leer y escribir con ellos fue hermoso. Se vio muy claramente cómo nombran el paisaje, cómo aparece su lenguaje, su saber sobre las plantas, los animales. Muchas veces la escuela se presenta como un lugar donde uno entra a “aprender lo que no sabe”, y estos espacios invierten esa lógica: se parte de lo que ya sabemos. En realidad, no es el poeta el que está lejos, sino cómo podemos alojar lo que ya tenemos entre manos, y eso fue como lo más lindo de ese trabajo.
Extracto
Llegamos a la Biblioteca con las coordenadas precisas pero sin saber qué nos íbamos a encontrar exactamente. Siempre la experiencia de llegar supera o decepciona nuestras expectativas. Esta vez, sucedió lo primero. Llegamos con una pregunta, pero con un método que no pretendía ser exhaustivo, sino más bien adentrarnos y perdernos en los estantes, dejar que el azar opere en la misma medida que las recomendaciones, que los nombres que traíamos apuntados y los que fueron apareciendo en cada conversación. Nuestra tarea era la de encontrar textos poco conocidos, descatalogados, ediciones pequeñas que ya no se consiguen. Sabemos que hay tesoros. Seguro que algunos encontraremos, quizás donde menos lo esperamos. Y más seguro aún, otros permanecerán escondidos.
(…)
La biblioteca Fomento, es una obra del arquitecto suizo alemán Lorenzo Siegerist. Inaugurada el 5 de septiembre de 1891, cuenta en la actualidad con una colección de 40.000 obras transformándola en una de las más importantes de la región.
La sala de lectura está en el primer piso, con estanterías de libros que la recubren en una doble altura, con una pequeña escalerita caracol casi escondida en una de sus esquinas que nos permite subir a un pasillo de madera para recorrer el segundo nivel. Hay libros grandes, pequeños, nuevos, viejos, ediciones lujosas y modestas autopublicaciones.
En la década del 30, Juan L, Ortiz, Carlos Mastronardi y Emma Barrandeguy fueron figuras centrales para la vida de la biblioteca. Son las tres estrellas más brillantes de toda una constelación literaria: se sabe, Gualeguay escribe, se organiza en torno a la escritura. Es la biblioteca que aloja más que a la lectura: quienes leen, también escriben. La gran mayoría de esta constelación de escritores parten, se van, pero escriben siempre como quedándose. ¿Por qué y cómo el pequeño pueblo de Gualeguay albergó a una comunidad tan vasta de artistas e intelectuales? Para responder esta pregunta hay que retrotraerse al siglo XIX y al lugar que Entre Ríos ocupó ante la lucha con la hegemonía ganadera porteña. Para los años treinta, se fortalece el sistema productivo encabezado por los frigoríficos capitalinos y los locales comienzan a sentirse debilitados. Es en este escenario en el que forja cierta alianza con esta comunidad de artistas, apostando a crear un valor agregado al hecho de vivir en provincias.