Cuatro generaciones de la familia Fiorotto se reunieron a celebrar la vida.

El domingo pasado el salón de la Asociación de Trabajadores del Estado, cobijo por casi doce horas a cuatro generaciones de la familia Fiorotto. Quienes rebalsados de una emoción genuina, llegaron de todas partes: Larroque, Escobar, Ituizaingó, Gualeguaychú y por supuesto Gualeguay.
Los nonos Clara Ibarra y Ernesto Fiorotto, que ya no están de manera física, fueron formadores de esta gran familia y protagonistas estelares de la reunión. Al igual que sus diez hijos: Dina, Carlos, Mina, Esther, Rode, Augusto, Aidée, Tito, Luisa y Dora Fiorotto, estuvieron presentes en alma y corazón. Su presencia se podía respirar en el aire de ese lugar, en cada árbol genealógico que sus hijos y nietos elaboraron para facilitar el reconocimiento de aquellos que no se conocían o que pasaron años sin verse. En todos los rincones del salón surgían anécdotas, recuerdos plagados de los sentimientos más nobles y verdaderos, la felicidad del encuentro y la añoranza por los que ya no están.En los ojos de Dora, la única de los diez hermanos que sigue su vida, plena y rodeada de afecto, podían verse reflejados años de amor, nostalgias y emociones que solo su corazoncito de ochenta y dos años atesorara por el resto de los días.El salón fue para muchos de ellos un lugar que quedara para siempre en sus retinas, por ser el techo que los albergo luego de muchos años sin reunirse. Abuelos, hijos, nietos y bisnietos estuvieron presentes en ese lugar, bailando, desafinando o mostrando sus dotes en karaoke, compartiendo sabores y anécdotas, un vaso de vino o cerveza, una tierna manta de asado y recetas de antaño que dieron lugar a las tortas que muchos llevaron como excusa para compartir un mate, una charla y un abrazo.Recuerdos y agradecimientos sobraron al probar los pastelitos de la tía Paula, cuñada de los hermanos Fiorotto, casada con Carlos, quien junto con la tía Aurelia esposa de Augusto, se llevaron abrazos y besos para repartir. Al igual que Dora. Para cada uno de los miembros de ésta prole, sin importar la generación a la que pertenecen, estas tres mujeres representan a la familia, a los abuelos que muchos ya perdieron, a los tíos que muchos ya no tienen y es por eso que las lágrimas al verlas, disfrutarlas y besarlas afloraron desde lo más profundo del alma.Un micrófono ubicado en un extremo del salón, fue testigo presencial de memorables palabras, remembranzas y promesas de próximas juntadas, "Todos los últimos domingos de Septiembre nos reuniremos", "La próxima es en Larroque", "Tenemos que aprovechar más estos encuentros", "Acá están presentes cada uno de los tíos, en los árboles y en todas las fotos que nos estamos sacando", "Procuremos que este sea el primer día del resto de nuestras vidas", "Esto es sanación" se alcanzó a escuchar en más de una oportunidad. Sanación. Sin dudas "La fiesta de la Fiorotada", "La FioroFiesta", como sus miembros decidieron nombrarla, fue sanación y amor en su máxima expresión.Llevo tiempo organizarla, elaborar las comidas, crear los árboles genealógicos, buscar el lugar correcto para reunirse, pero todo eso dio sus frutos. Hizo que los Nonos, los diez tíos y sus respectivas familias estén juntas compartiendo, recargándose el alma y el corazón de sentimientos auténticos, palabras de aliento, besos a mansalva, abrazos, emociones y sensaciones inigualables y por sobre todo agradecimientos.Tuvo de todo, risas, llantos, algún que otro exceso de copas, mucha comida, gritos de felicidad y de estupor al darse cuenta que los primos más chicos ya estaban rozando los veintipico y treinta años, que muchos de ellos ya habían tenido hijos y que la familia se estaba agrandado. Pero por sobre todas las cosas, lo que tuvo esta celebración y lo que dejo para siempre en cada uno de los corazones de los miembros del clan Fiorotto, fue orgullo, orgullo de ser y pertenecer a la Fiorotada.
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