Farolas que tenuemente están alumbrando aún
¿Se acuerda alguno de los que iban a la escuela de comercio allá por el año 1960, dónde realizábamos educación física, quién era nuestro profesor y por qué? Vos, Luis María Moret, seguro calladito porque no vas a querer revelar la edad.
Compañeros de la escuela de aquellos tiempos ¿recuerdan? En Sociedad Sportiva. Señor Raúl Orbegozo, que también era el repartidor de las boletas de luz de la Cooperativa Eléctrica Gualeguay, cuyas oficinas estaban en donde hoy está enclavada la empresa Improcil. Todavía no estaba el Centro de Educación Física. Otros tenues rayitos.¿Y sobre la lucha que comenzó a darse entre la razón y la prácticicidad con los sentimientos? Cuando, también, creo en esa década, surgió la aparición de las salas velatorias. Al principio, hubo bastante resistencia, pues no se concebía que las últimas horas del paso por este mundo no fuera en la casa en la que uno vivió. Elegían en que cuarto se iba a velar, se despojaba de todo adorno, quedando paredes peladas y las velas eran velas de verdad, no eléctricas como ahora.Se juntaban todo los parientes que venían de diferentes partes no faltando el encuentro alrededor del asado y del vino. Todo empezaba con lágrimas, luego los cuentos y a medida que el alcohol iba apoderándose de la cabeza, no faltaba alguna que otra pelea. El corazón y los sentimientos comenzaron a familiarizarse con la novedad de estas salas que llegamos a estos tiempos en el que pasaron a formar parte de la idiosincrasia de todo pueblo.No faltaban queridos amigos del hoy, las mujeres todas de negro y los varones con corbata negra o un listón negro en la manga izquierda. Por un mes la puerta de calle a medio abrir, las ventanas apenas si se abrían o levantaban y prohibido escuchar música. Dato curioso, la mujer viuda no podía formalizar nuevo matrimonio sin antes pasar un año de la viudez. Solo son detalles de como las costumbres van mutando.¿Recuerdas, querida amiga, Teresa Pesich los bebés cigarrillos? Esos cuerpecitos eran un verdadero ropero. Batitas finas, batitas gruesas, camperita fina y camperita gruesa. Ombliguero, pañal fino, pañal grueso, bombacha de goma y una faja que los envolvía desde casi las axilas hasta la pancita. Luego los zoquetitos y sobre éstos un osito y arriba de éste un pantaloncito. Y se les llamaba bebés cigarrillos porque quedaban derechitos y bien afirmaditos. Según decían, era para cuidar la columna y para que no fueran chuecos.Ver las sogas con todas estas ropas colgadas al sol después de ser lavadas con jabón blanco y bien enjuagadas. Era toda una obra de arte, pues todo se hacía a mano. Tampoco debían dejarse colgadas o sobre el pasto por las noches, pues según la tradición de las abuelas, les traía dolor de panza a los chiquitos.Caminando por zonas menos pobladas se veía todo este espectáculo sobre los alambrados. Esfuerzo, trabajo, dedicación y realmente aunque hoy se piense que era una manera de esclavitud, se percibía amor y profundo Amor a pesar del sacrificio ¿No Teresa?Por esos tiempos llegó el querido Dr Turano a nuestro pueblo como médico de niños. Ante una oportunidad en que se lo requiriera por un primo chiquito que estaba complicado y lo vió ensillado de tal manera, lo soltó de las ataduras y alzándolo con las dos manos, libre en sus movimientos disfrutando del poder desperezarse a gusto, comenzó todo a ser mas sencillo ¡Dr Turano, hoy a los 90, salud!¿Se acuerdan Virginia y Rubén Mansilla, recordados con hermosa amistad, de la peluquería de su abuelo? Allí enfrente a lo Marta Abt y también a lo de Mirta Yacucci, sobre calle Alarcón Muñiz, bien al lado del Museo Quirós. Afeitaba con navaja y esta era afilada con un cuero especial que colgaba de la silla de corte de cabello. Espejo colgado sobre la pared y preguntaba si estaba conforme el cliente poniendo otro espejo detrás para que pudiese mirarse. Luego que don Mansilla cerró, a ese local lo alquiló Aurora Chamot que enseñaba mecanografía y tenedor de libro, lo que hoy llaman algo así como secretariado comercial.¿Te acordás, Tati Parma, las calles de piedra, las veredas altas y de los vecinos como Don Barrandeguy con su Ford T negro, con sus hijas Jorgelina, Celia, Lolita y Dolores casada con el sr José Carril?Ricardo Larrivey, seguramente te debés acordar, de una empresa que casi quedó en el olvido.Don Conrado Sturzeneger que junto a sus hijos tenían la arrocera en calle Irigoyen e Intendente Giménez. Me acuerdo, seguro vos también, de su señora, siempre en las cosas de la casa y de sus hijos. Uno casado con Priscila Camerín, extraordinaria maestra jardinera, el otro con Margarita. Nos acompañaba diariamente en la Oración de las 15 hs y el más chico con Diana De Zan que ésta muy comprometida con el grupo Amistad.¡Don Conrado y familia, todos ellos, gente de esfuerzo y trabajo! ¿Graciela Juárez, Mirta Juárez, tienen recuerdo de éste su barrio en su pueblo natal?Caminantes jóvenes que hacen el circuito de la costanera y que han pasado innumerables cantidad de veces por los silos de la aceitera, todos rotos, herrumbados, abandonados, comidos por el viento, la lluvia, el sol, los estragos propios de las inclemencias del tiempo y del paso del mismo ¿Saben ustedes la importancia que tuvieron en la década del 60?Fue de tal envergadura para aquel momento en trabajo, productividad y movimiento de camiones y personal con el tema del acopio de lino para la producción del famoso aceite y la pasta que quedaba del mismo, que luego cargaban en Puerto Ruiz y lo llevaban directamente al puerto de Buenos Airess para uso interno y también para su exportación. Aplicable para impermeabilizar y proteger la madera, los durmientes sobre los que se asientan las vías y también el residuo que quedaba, se prensaba quedando una pasta que nuestras abuelas, de forma casera, nos hacían las famosas ventosas en la espalda como remedio para la tos, resfríos y dolores. Don Luis Conte, oriundo de Buenos Aires fue su dueño y el jefe del movimiento y de la mecánica, Don Antonio Dalvano.Otro gran trabajador en la misma era Don Carlitos Zapata. En lo mecánico Don Martín Posamay. Como camioneros Antonio Presentado y Don López y en la parte de oficina los recuerdo al Gringo Estapé y Rodolfo Diciocco, entre otros.Mientras se procesaba el aceite, invadía el pueblo con un aroma realmente agradable. Puede ser bueno o no vivir de recuerdos pero de lo que sí estoy seguro es que es provechoso conocer el sacrificio de muchos, que ya la vida no los tiene en cuenta y que su aporte para el progreso estuvo basado en lágrimas, sudor y tiempo. Metafóricamente hablando, es como un soplo de primavera en el otoño de la vida.Susana Antola y Olegario Marcó invitemos a Jorge Daroz y Marita Casella a sentarnos en El Apolito y mientras comemos una pizza conversamos con Teresita Canti, esposa de Eduardo Ipoutcha, sus dueños, a seguir trayendo rayitos de luz de esa farola que nos endulza el corazón. Mientras en nuestros oídos resuena el tango "¿te acordás hermano?. Que tiempos aquellos. Eran otros hombres..."Farolas, aunque tenues, siguen alumbrando.Sengo
ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
ACCEDÉ A ÉSTE Y A TODOS LOS CONTENIDOS EXCLUSIVOSSuscribite y empezá a disfrutar de todos los beneficios