La vida en tiempos de epidemia
Corría el año 1956. Director de la Asistencia Pública, el Dr. Francisco Barroetaveña. Época en que la Asistencia era un pequeño hospital de barrio. Don Chevasco, Marta Detomassi, Jorgito Bulo, la Sra. Falcón, Lili Roldán, Palmira Casotano, y don Gervasoni eran enfermeros que infundían confianza y seguridad a los que allí asistíamos.
Don Reynoso, encargado de la ambulancia, vivía con su familia en la casita ubicada al costado de la parte asistencial. Luego lo sucedió don Fahaler con su familia, más adelante su hijo Fernando. Atendían allí los doctores Héctor Cosso, Atilio Daneri, Pancho Barroetaveña, Alberto Barroetaveña; en odontología lo recuerdo al Dr. Ramón Claver; don Vigliani en farmacia.Nuestra familia vivía en la esquina de enfrente, de este a oeste el nombre de la calle siempre fue, hasta 25 de Mayo, Antártida Argentina, y de allí Hipólito Irigoyen, de sur a Norte Rivadavia hasta 9 de Julio y desde allí, Marinero Galeano, luego la cambiaron por el nombre de Alfredo Palacios. En una oportunidad, no hace poco, conocí circunstancialmente a un hermano de este marinero.Ubicados más o menos en tiempo y espacio, mi hermana Norma, cerca de cumplidos los 15 años, comenzó todas las tardecitas a levantar unas poquitas líneas de fiebre. Después de unos días que esto se repitiera, nuestros padres la hicieron atender con nuestro médico de familia, antes era así, el Dr. Héctor V. Cosso. El Dr. Francisco Cadirola le realizaba los análisis los que no daban ningún resultado alarmante, la revisación clínica tampoco hacía sospechar de nada. En esos tiempos el Dr. Cadirola y su esposa Nilda Bachini habían sufrido la pérdida de su hija Tati, jovencita ella, un 2 de mayo del 52 o 53. Como muchos, llevaban su dolor escondido en sus corazones. Y muchos, miles así....Y a seguir, las historias partidas en dos. Hay una, hay millones.Tantos años atrás la ciencia, no contaba con elementos que hicieran un acompañamiento más certero y rápido para el diagnóstico .Lo que sí era ponderable y notable lo que se llama el ojo clínico, un sentido extra que estos profesionales poseían como regalo del cielo.Norma, no tomaba leche, porque no le gustaba. El Dr. Cosso iba todas las tardecitas a verla y le decía que el leve pico de fiebre se debía a que le faltaban las vitaminas que la leche de vaca proveía al organismo.Una íntima amiga de mi madre, Negra Rodi de Solari, que acompañaba diariamente a su marido al campo, al regresar le traía leche recién ordeñada para ver si de una u otra manera ingería algo. No hubo caso.Durante el resto del día, su estado era normal, sólo era antes de comenzar el anochecer.Entre dimes y diretes, después de un tiempo así y realizando consultas profesionales con el Dr. Santos Velázquez, comenzaron a correr rumores imparables de que estaba sufriendo de fiebre tifoidea o fiebre tifus. Y la presión, sobre todo de los médicos de la Asistencia, se estaba poniendo bastante incómoda, pues ellos sostenían que había que aislarla ante la negación de los médicos de cabecera. No era que se negaba al aislamiento, lo que sí consideraban los médicos, era que no había nada que hiciera sospechar algo contagioso; todo era por las dudas.Para esto y ante esto, Beatriz nunca dejó de acompañar y estar, como tampoco Negra de llevar la leche y productos del campo y visitar.En un amanecer, salimos mi padre para el trabajo y nosotros para la escuela, cuando vemos un auto negro atravesado en la calle exigiendo el aislamiento de mi hermana ante la suposición. Era el auto de un profesional de la salud. El problema no era negación de parte familiar, sino profesional. Acordaron entre ellos, para dilucidar el tema, de que se la enviara a consulta médica a un doctor rosarino, famoso en su época, al cual le decían Dr. Gonzalito.Después de esto, otra gran amiga de la familia y particularmente de ella, nuestra querida Irma Saracco, que vivía en la casa en calle Belgrano, esa llena de mármoles color crema, casa que después de venderla tiraron abajo y pusieron un supermercado, enfrente a la Fábrica, que también era de ellos con el negocio de Mueblería Saracco, la llevó a pasear unos días al Buenos Aires de aquel entonces.Luego si comenzó la ida a lo del Dr. Gonzalito ¿Vos te debes acordar querida amiga y vecina de aquellos tiempos Mirta Juárez, y también querida Graciela Freyre, y nunca olvidada Mirta Gabriel, amigos de familia y de vecindad? Tiempos aquellos en que había que ir hasta el puerto de Victoria, tomar la lancha que demoraba 8 horas en hacer la travesía. Tuvimos la comodidad de que nuestra tía Nelda Pérez de Serur, era rosarina, así que era compañera de mi madre y hermana para el viaje y la atención en esa zona.Este médico, luego de varios análisis y estudios, los que había 60 años atrás, dictaminó que para nada era lo que la gente hablaba y de lo que algunos profesionales se hicieron eco, pero sí, basándose en ese sexto sentido que les da la vocación, aconsejó que cada año se hiciera un control por las dudas; esa fiebre quizás quisiese ser el anuncio de algo desconocido.Luego todo volvió a la calma y a la normalidad, transcurrió el tiempo, se casó, tuvo tres hijos y cuando todo estaba en calma, después de 9 años volvieron esos pequeños brotes de fiebre diario hasta que apareció lo inesperado, eso desconocido fue algo parecido a una leucemia.Por eso, esto que hoy estamos viviendo, aprovechémoslo para mirarnos a nosotros mismos, a lo más profundo de nuestro interior, para que este aislamiento forzoso en el que estamos sumidos lo tomemos como un retiro espiritual, que nos sirva para desechar todo lo que no nos permite desarrollarnos como personas sociables y darle fuerzas al que no estamos solos en este mundo y que nos necesitamos los unos de los otros. Esto nos debiera servir como vitamina para querernos más, sin intereses mezquinos, sino realmente abiertos a darnos para que el dolor sea menos doloroso, la necesidad menos necesaria, y la adversidad menos adversa.Se nos proveyó distintas maneras de demostrar el Amor, a unos más inteligencia, a otros más habilidad, a algunos más comprensión y a otros consejos poder dar.La fe, la ciencia, los dones de cada uno se han unido y somos todos uno y uno en todos.Y haciendo honor a ese regalo, emanando de cada uno, el Amor hacia el hermano necesitado y sentir entre todos que por Dios somos amados"por Sengo
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