Los mejores cazadores de patos
En los pagos del sur entrerriano existen distintos cotos de caza. A ellos llegan, entre otros, extranjeros a practicar la caza del pato. Con estadías de cinco estrellas, son mentados por su indumentaria, por sus armas, las mejores del mundo, por su cartuchería; hacen cebaderos de todo tipo, vehículos cuatro por cuatro, los mejores chef; con la ayuda de perros adiestrados para juntar los patos muertos, llamadores artificiales, distintos tipos de silbatos, patos de plástico, patos mecánicos, señuelos de todo tipo. A diferencia de este tipo de cazadores existen los únicos y verdaderos cazadores.
En una arrocera existía un viejito bichero apodado "Pichai". Vivía en diferentes ranchadas sobre el río Gualeguay junto a sus perritos: Rabito y Lupita y la casa de su familia se encontraba atrás del corralón municipal. Hombre muy pobre que sobrevivía gracias a su experiencia como cazador y pescador. Tenía una escopeta muy vieja de un solo caño y los cartuchos los recargaba de acuerdo al animal que salía a cazar. Su tarea era para alimentar la familia, dado que la misma estaba compuesta por muchos hijos. Si salía a cazar carpinchos preparaba un plomo fabricado por él; derretía pedazos de plomo en un tarrito de dulce de durazno y luego lo echaba dentro de un pedazo de caña, y de esa manera quedaba redondo, tipo bala, los recortaba para darle forma y los adaptaba al cartucho. Cazaba con siembras buscando diferentes rastros, esperaba la luna llena para entrarle a las vizcacheras. Cuando salían a sus danzas, en las siestas, perseguía lagartos o iguanas, con los huesos de caracú realizaba boleadoras para cazar bandurrias, siempre con sus perritos Rabito y Lupita como ayudantes de campo. Existen otros cazadores de patos famosos, uno que vive sobre ruta 136, que de un solo tiro y con munición número uno, cazó dieciocho patos. Existen testigos del disparo efectuado. También estaba otro de un barrio cercano, o sea los de la zona sur de Gualeguay, que utilizaba su caballo; caminaba a la par del equino que manejaba con un bozal, en los esteros, y volteaba los patos. Estos acostumbrados a los caballos hacían caso omiso y cuando los tenía a tiro de escopeta, les tiraba por debajo de la panza del equino o por arriba del anca; logrando así realizar una abundante cacería en forma cotidiana gracias a la mansedumbre de su caballo. Existen muchos testimonios que dan fe de esta gran maestría para cazar patos. El viejito Pichai observaba a los extranjeros y escuchaba las mentas de estos dos grandes cazadores, tanto los extranjeros con tanto material bélico como para una guerra, como la experiencia de los otros dos cazadores famosos.Llega a su ranchada y le comenta a su señora lo que había visto con los extranjeros y le dice que mañana iba a salir a cazar pato y que le iba a demostrar a esos yanquis que no son los mejores. Preparó un cartucho, lo recargó poniéndole veinticuatro municiones número cinco orbea extra. El viejito conocía el estero donde dormían los patos; al amanecer levantaban vuelo para ir a comer a una arrocera cercana. Con los perritos Rabito y Lupita llegó al lugar. Les indicó a sus fieles perros que vueltearan los patos hasta que llegaron a juntarlos, no les resulto fácil por la fisonomía del lugar. Cuando los tuvo listos, ahí estaba el viejito Pichai en apresto con su escopeta de un solo tiro y cuando consideró la distancia justa apretó el gatillo y empezaron a observarse los patos muertos. Le ordenó a sus perritos que empezaran a juntar los patos, traían de a tres y de a dos; sumaban dieciocho, veinte, veintiuno, veintidós, veintitrés en total, pero él estaba seguro que al cartucho lo había cargado con veinticuatro municiones. Le ordenó a los perros que dieran otra vuelta porque faltaba un pato pero regresaron al rato sin nada. Entonces decidió personalmente salir a rastrillar el lugar y grande fue la sorpresa de Pichai, detrás de una mata de paja había un ternero muerto, ahí estaba la munición que le faltaba. Quedó demostrado que este viejito es mucho mejor cazador de patos que todos los yanqui juntos.Sumado a estas realidades apareció un cazador de patos en los pagos de Concepción del Uruguay. Como todo buen cazador, preparaba sus cartuchos él mismo, o sea que los recargaba para abaratar el costo y para hacerlos más picantes. Roberto llegó hasta la laguna donde por comentarios había una "patada" fenomenal; ya los había venteao donde bajaban. Preparó su equipo de mate y mientras mateaba escondido entre los juncos esperó que bajaran los patos; andaban pero no bajaban y así llegó a preparar dos o tres veces el mate, calentaba agua bien caliente para degustar unos dulces, pareciera que los patos lo habían descubierto por tanto movimiento en la calentada de agua. Entonces decidió tirarle al vuelo. Le apuntó delante de la bandada y al suelo los patos. Empezaron a caer, pero grande fue la sorpresa al juntarlos. Había volteado como treinta, pero no lo podía creer; es que todos los patos estaban pelados. Resultó ser que mientras tomaba mate, en vez de echarle agua caliente al pororó, le echaba agua caliente al caño de la escopeta. Vaya el más grande reconocimiento para este cazador que tiene sus conceptos ganados en diferentes montes de distintas estancias y por los logros obtenidos en la caza mayor. Las anécdotas con los chanchos jabalíes son de muchas escuchas y de respeto por sus iguales.
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