La iniciativa de una cátedra inspirada en la obra de Oesterheld
“Nadie se salva solo”: una muestra que unió Arte y Derechos Humanos en nuestras calles
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Alumnos del Profesorado de Arte llevaron adelante en la esquina de Corrientes y 1º de Mayo la muestra “Nadie se salva solo”, un proyecto de estudiantes de cuarto año que trabajaron en la cátedra de Derechos Humanos. La propuesta, inspirada en “El Eternauta”, busca reflexionar sobre la construcción de ciudadanía a través del lenguaje artístico.
Este miércoles por la tarde, en la intersección de Corrientes y 1º de Mayo, estudiantes
del Profesorado de Arte de Gualeguay montaron la muestra “Nadie se salva solo”, un
proyecto interdisciplinario surgido de la cátedra de Derechos Humanos. Sobre la
esquina, se podía ver todo el despliegue que estaba previsto mostrar dentro de la
Institución. La mezquindad, la ignorancia, el miedo al debate y la discusión (necesarios
para la formación de cualquier estudiante terciario) obligaron a trasladar todo a la calle.
La profesora Eloisa Delmonte, docente a cargo, explicó el origen y sentido de la
propuesta.
—¿Cómo surgió esta iniciativa?
—Este grupo es de cuarto año de la cátedra de Derechos Humanos y también cursan
los talleres de escultura, grabado y cerámica. En conjunto con los profesores
pensamos un proyecto basado en El Eternauta. Nosotros trabajamos viendo la serie, y
ellos, por su formación en arte, también abordaron el cómic. La idea era trasladar ese
material al lenguaje artístico, siempre desde la perspectiva de ciudadanía que
trabajamos en la cátedra.
Construimos la posibilidad de pensar un “Eternauta gualeyo” con un relato situado:
cómo se ejerce la ciudadanía en nuestro contexto. Nos interesaba mostrar que a la
hora de remar en sociedad, a algunos les toca un remo, a otros un simple palito o
incluso un tenedor, y a veces remamos en direcciones distintas. De allí surge el
nombre “Nadie se salva solo”: la idea de que no hay un otro externo que viene a
salvarnos, sino que nos salvamos entre todos, encontrándonos en la mirada del otro.
Eso se refleja especialmente en los grabados, donde trabajamos el tema del espejo y
la mirada compartida como motor de construcción ciudadana.
—La muestra originalmente estaba pensada para otro lugar, ¿no?
—Sí, la intención inicial era hacerla en el hall del complejo educativo. Pero, por
distintas dificultades que se presentaron, no pudimos realizarla allí y decidimos
montarla en la calle, aunque con una duración más breve. De todos modos,
esperamos que en otra oportunidad podamos ampliar el trabajo o darle continuidad a
lo que construimos y que demandó tanto esfuerzo de los estudiantes.
—Se nota tu orgullo por lo que lograron.
—Por supuesto. Veo que pudieron volcar un concepto teórico al lenguaje de las artes
visuales, y ese es el objetivo de esta cátedra: transformar lo aprendido en una
experiencia artística concreta.
—Te consulto por último: enseñar derechos humanos en este contexto político
también tiene un peso particular.
—Mirá, enseñar Derechos Humanos siempre supone un desafío. Casi diría que el
objetivo es generar cierta disrupción, incomodidad y tensión. Y cuando eso ocurre, se
convierte en una satisfacción, porque de lo contrario, ¿para qué enseñarlos?
La idea es que quien pase por la muestra pueda detenerse y preguntarse qué está
ocurriendo en ese espacio público, que es de todos. Ese mismo acto de intervenir la
calle, de transformar una esquina cotidiana en un lugar de reflexión, también es
enseñar derechos humanos. Y créeme: siempre, siempre genera tensión trabajar
sobre este tema.