Suplemento especial
"No son clientes, son amigos": Jorge Ántola, el corazón del kiosco de la Escuela Normal
Desde hace casi cuatro décadas, Jorge Ántola es una presencia constante, amable y querida en los pasillos de la Escuela Normal de Gualeguay. A cargo del kiosco escolar desde fines de los años 80, ha sido testigo de generaciones de estudiantes, docentes y trabajadores no docentes. En el marco del Día del Trabajador, conversamos con él sobre su historia, su vínculo con la comunidad educativa y su mirada sobre el valor del trabajo.
—Jorge, ¿desde cuándo estás trabajando en el kiosco de la Escuela?
—Y… desde el año '87 o '88, más o menos. Empecé con un amigo que hoy vive en España, y al año siguiente seguí yo solo con el kiosco. En esa época había licitaciones, y fui quedando. Son muchos años, y vengo con mucha satisfacción, porque es un trabajo agradable, que te permite interactuar con distintos niveles. A la mañana están los chicos del secundario, que ya tenés otro trato, otro diálogo, conocés a los padres… A la tarde se da más la relación con los maestros, con los que se puede charlar, tomar unos mates. Y a la noche es otro ambiente, con el nivel terciario y jóvenes más grandes. Son tres públicos distintos, pero todos muy agradables.
—Lograste mantenerte vigente durante casi 40 años. ¿Cuál es el secreto?
—Creo que hay que venir con predisposición, con ánimo de trabajar. Saber que los chicos, grandes o chicos, no son solo clientes: son como amigos. Con el tiempo se va generando otro tipo de vínculo. Hay que ser amable, gentil… y fiar también, claro.
—Más de una vez se ha dicho que tu kiosco es también un lugar de contención. ¿Es así?
—Sí, sí, sin dudas. Hay muchos que vienen y te cuentan lo que les pasa. Algunos se angustian, se emocionan, lloran… Y uno trata de escuchar, de acompañar, de ser comprensivo. También hoy hay muchos chicos con capacidades diferentes, y hay que saber cómo tratarlos. A veces le pregunto a las acompañantes o a las chicas que estudian educación especial para saber cómo ayudar mejor. Hay que estar a tono.
—¿Y te acompaña tu hijo también en el trabajo?
—Sí, aunque no es mi hijo biológico, es un hijo del afecto. Hace más de veinte años que trabaja conmigo. Algunos piensan que es mi hijo de sangre, pero es un vínculo que se fue construyendo con los años. Como muchas cosas en esta escuela.
—¿Hasta cuándo pensás seguir trabajando?
—Hasta que Dios me dé voluntad, salud y capacidad. Mientras tenga ánimo y ganas, voy a seguir viniendo.
—Con tantos años en la institución, también habrás formado lazos con el personal, los directivos…
—Claro, después de tantos años uno forma una familia también con los ordenanzas, los directivos. Han pasado muchos, y con todos me llevé bien. Somos una familia.
—¿Sentís que te has hecho querer?
—Y… pienso que sí. Eso lo dicen. Pero no es algo que uno planea, uno es como es. No finjo ser bueno, simplemente me sale así.
—Para cerrar, ¿qué reflexión te gustaría dejar por el Día del Trabajador?
—Felicito a todos los que trabajan, sobre todo a aquellos que no siempre son reconocidos en sus funciones. Hoy en día, con salarios bajos, muchos siguen adelante, y eso es digno de admirar. Hay que recuperar la cultura del trabajo, como nos enseñaron nuestros abuelos. No vivir de regalos ni esperar que todo llegue sin esfuerzo. Trabajar dignifica. Y a todos los trabajadores, de todos los rubros, que muchas veces la pelean toda la vida, les deseo un muy feliz día.