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“Todos los caminos conducen al otoño” de B.C. Vasallo
Presentación que realizara la escritora Tuky Carboni
“…Hace dos días tuve el placer de conocer personalmente al Dr. Bartolomé Carlos Vassallo y sostuvimos una breve, pero sumamente enriquecedora charla; pude así confirmar lo que ya había intuido leyendo su libro “Todos los caminos conducen al otoño”… Soy completamente incapaz de tener un nuevo libro entre mis manos sin empezar a leerlo, así que casi inmediatamente comencé a hojearlo y a pasar páginas. Miguel Ángel Federick, uno de los poetas más brillantes de Entre Ríos, dice en “Antología de la Fábula” que se puede leer un libro en tres segundos; porque si bien el intelecto necesita más tiempo para captarlo en su integridad, la intuición sólo necesita ese tiempo: tres segundos, para se nos revele su esencia. La experiencia de disfrutar de la lectura, que practico ininterrumpidamente desde hace ochenta años, confirma lo que Miguel Ángel dice; porque los ojos del corazón de los que sentimos gran amor por la lectura, detectamos al instante las palabras claves que producen ese casi milagro de la revelación instantánea.
“Todos los caminos conducen al otoño”, me atrapó de entrada. Empecé por leer los relatos; El viejo Capurro, en el que describe con gran respeto y también cierto grado de admiración, la figura de un paisano de ley, digno trabajador de las madrugadas, que llegaba hasta el casco de la estancia de sus padres, acompañado siempre por un chiquilín de nueve o diez años, al que la familia Vassallo, por respeto hacia don Capurro, aceptó sin preguntar nunca nada acerca de su identidad ni parentesco con el mismo. El niño Vassallo, disfrutaba de sus cuentos, sus ocurrencias, sus consejos. Muchos años después, cuando el niño se convirtió en joven profesional, y era médico interno de cirugía en el Hospital Italiano de Buenos Aires, se le acercó un enfermero alto, de cabellos y piel oscuros que le dijo: “Buenas noches, doctor Vassallo, ¿usted no se acuerda de mi? Soy aquel chiquilín que acompañaba a don Capurro”. La emoción que sintió el autor de este relato ante esa revelación, es la misma que experimenté yo, al leerlo; y, casi seguramente, la que embargará a cualquiera que lo lea. “Fugitivo de la justicia”, es otra de las anécdotas hermosas que nos regala este libro. “Choño, un paisano siempre de blanco…” También es para releer varias veces; y no sólo por el relato de por sí muy interesante, sino por el respeto que el autor demuestra al tratar los personajes… Lo cierto es que este libro me generó una casi inmediata corriente de empatía, tan profunda que me hizo seguir leyendo hasta casi la madrugada, porque me reconocí en las vivencias que deslumbraron al Dr. Bartolomé Carlos Vassallo, cuando transitaba esa etapa tan deslumbrante y tan definitoria de la vida que es la infancia. He vivido casi esas mismas o muy parecidas experiencias: las de agradecer el privilegio de cabalgar bajo un cielo abierto, de poder apreciar un horizonte infinito, con esos atardeceres de colores indescriptiblemente bellos, de escuchar con respeto y gratitud las voces de la gente que ignora el conocimiento libresco, porque no sabe leer ni escribir, pero, en compensación, ha aprendido a decodificar la sabiduría de la naturaleza. Pienso que estas vivencias han sido para el niño Bartolomé Carlos Vassallo, una puerta al conocimiento profundo que ninguna escuela, academia o universidad puede ofrecernos. El autor de este libro, lo deja claro en sus relatos iniciales; con los ojos de la imaginación, podemos ver al niño valiente y curioso, que recorría a caballo los montes hirsutos, llenos de árboles espinosos, cuidándose de las púas vegetales de los talas, los ceibos, los espinillos, a sabiendas de que podían herir sus ojos o lacerar su piel; podemos presentirlo feliz, al descubrir con su mirada de niño, plena de asombro y deslumbramiento, esos arroyos escondidos, que corren en total libertad bajo la selva en galería: un tesoro que enjoya nuestra provincia, y son casi un secreto nuestro, los que en la gloriosa infancia nos aventuramos, tal vez sin medir los peligros que acechan entre los pajonales salvajes, para absorber con todos nuestros sentidos la identidad profunda, elemental de nuestra amada tierra entrerriana y escuchar deslumbrados su latido que sólo se revela cuando entramos a su corazón secreto.
“Todos los caminos conducen al otoño” es muchísimo más que estos relatos en los que me he detenido. Tiene referencias a sus viajes por otros continentes, experiencias relacionadas con su profesión de médico especialista en cirugía torácica, conmovedoras cartas dirigidas a sus hijos, explicándoles el quehacer cotidiano y silencioso de su mamá, reconociendo el sostén y el amparo que ella significó para todo el entorno familiar… Y poesías; poemas que hablan de pájaros, de árboles, de amigos entrañables que caminaron a su lado y que siempre estarán en su corazón, dándole esa fuerza elemental y definitiva que sólo los verdaderos amigos pueden dar. Es un libro con diversidad de temas, entre los cuales seguramente, quien lo lea, encontrará alguno que le interese particularmente, pero, sobre todo, es el libro escrito por un hombre valiente y digno, que transitó su vida, sin traicionar sus valores iniciales, aquellos que aprendió en su infancia.
Esta noche estamos presentando el primer libro de relatos y poemas del escritor Bartolomé Carlos Vassallo; según él mismo me hizo saber, tiene varios libros que refieren a su especialidad médica. Algunos, editados en Europa; esos, pertenecen al Doctor Bartolomé Carlos Vassallo, eminente cirujano de reconocido prestigio que trasciende y honra su condición de argentino. Y me siento conminada a reflexionar en cuánta pericia y cuánto valor, cuánta confianza en sí mismo necesita un profesional para asumirse responsable de una vida cuya recuperación se pone en las manos de un médico cirujano. Sin embargo, permítanme que exprese una hipótesis atrevida: creo que el Dr. Vassallo que tenemos ante nosotros, no se hubiera convertido en la eminencia que es hoy, sin haber transitado antes esa maravillosa y sólida plataforma, esa luminosa ruta, que fue su infancia. Y aquí pido ayuda a Pablo Neruda, para diga más bellamente de lo que podría decirlo yo, esto que siento. Neruda habla del entrenamiento del Cacique Lautaro, de la etnia mapuche con estas bellas frases “Lautaro era una flecha delgada/ Elástico y azul fue nuestro padre/ Se preparó como una larga lanza/ Fue su primera edad solo silencio/ Su adolescencia fue dominio/ Su juventud fue un viento dirigido/ Se aceitó como el alma de la oliva/ Se hizo cristal de dura transparencia/ Y sólo así fue digno de su pueblo”
La infancia plena de curiosidad y de aventuras que sus mayores, con gran sabiduría, le permitieron vivir en libertad, y de esa manera, el niño, el adolescente Bartolomé Carlos Vassallo pudo probarse en el valor y en la seguridad, siempre extendiendo un poco más los ilusorios límites en los que algunas personas creen; ese niño o ese joven aceptó los retos que un paisaje rudo le proponía; lo incentivó para descubrir hasta donde podía llegar. Y así llegamos a esta noche, para felicitarlo calurosamente por su vida plena.
Muchas gracias”