¿Un reclinatorio ante el Dinero?
Dicen los que saben que las sociedades primitivas comenzaron a intercambiar bienes hace miles de años. Ante la ausencia de productos que estableciesen un valor fijo, se produjeron las primeras formas de trueque: los pueblos traspasaban sus excedentes para que todos obtuvieran un beneficio. Con el paso de los años comenzaron a permutar consumibles con otros productos como piedras, cuentas o huesos, que pueden considerarse como las primeras formas que tuvo el dinero.
No fue hasta el siglo VII antes de Cristo cuando se inventaron las primeras monedas. Estas fueron creadas por los griegos en la actual Turquía. Estaban fabricadas a partir de una aleación de oro y plata y acuñadas a martillo con su peso y la marca de la autoridad emisora.Pocos años después, casi de forma simultánea, surgieron también las primeras monedas en China y en la India. Los materiales más utilizados eran el oro, la plata y el bronce y, en función del peso y el metal, tenían diferente valor.Dice el padre Pagola, sacerdote español, que en la sociedad que conoció Jesús sólo las familias poderosas de Jerusalén y los grandes terratenientes de Tiberíades podían acumular monedas de oro y plata. Los campesinos apenas podían hacerse con alguna moneda de bronce o cobre, de escaso valor. Muchos vivían sin dinero, intercambiándose productos en un régimen de pura subsistencia. Además, ¡había que mantener la tropa de los romanos usurpadores!Jesús en su infancia vivió siempre al día porque José de Nazaret era artesano y esta casta era de las más bajas: si un día no trabajaba, su Niño no comía. En esta sociedad, Jesús hablaba del dinero con una frecuencia sorprendente, dado que sin tierras, ni trabajo fijo, su vida itinerante de Profeta dedicado a la causa de Dios le permitía profetizar con total libertad.Habló del dinero con un lenguaje muy personal. Lo llamó espontáneamente "dinero injusto" o "riquezas injustas". La riqueza de aquellos poderosos era injusta porque había sido amasada de manera inapropiada y porque la disfrutaban sin compartirla con los pobres y hambrientos. Ciertamente, su amor a los más necesitados y su pasión por la justicia de Dios lo urgían a defender siempre a los más excluidos.Por otro lado, Jesús de Nazaret afirmó que el Reino que Él predicaba era un tesoro que había que descubrir. Pero también advirtió que "no se puede servir a Dios y al Dinero".Cuando los billetes surgieron en Suecia en el siglo XVII, todo se volvió más complejo aún, porque esta nueva forma de dinero estaba basada en la confianza otorgada por la impresión de un número, que marcaba su valor en un trozo de papel.Sumado a esto, el crédito incrementó la separación entre dinero y mercancías, a la vez que reforzó el papel del sistema financiero sobre el conjunto de la economía, aunque conservando un papel secundario: lo importante seguía siendo producir cosas y venderlas.En consecuencia, toda esta actividad señala el inicio de la entronización del sistema financiero como eje en torno al cual gira el resto de la actividad económica hasta el punto de que hoy, cuando hablamos de "los mercados", sólo nos referimos a los mercados de dinero. Es decir que el dinero, en vez de ir a una inversión productiva que genere trabajo para la gente, va a la especulación financiera y, por lo tanto, no se traduce en empleo.En definitiva: para el intercambio de bienes primero existió el trueque, luego se creó la moneda con un valor real en relación con la calidad del metal y, finalmente, aparecieron unos papeles con un valor que se llama "fiduciario". Esta palabra se relaciona con el término "fe", por eso en el billete "hay que creer". ¿Y quién me "asegura" el valor del mismo? El Estado ¿y si un Estado está en riesgo? Aparece el "riesgo país" que hace más caro el dinero. (¡Otro tema!)La disyuntiva es clara: puedo tenerle fe a un billete o a Dios. Puedo servir al "dios Dinero" como a un fetiche o al Padre de Jesús que garantiza la verdadera fraternidad.Puedo conseguir un lugar para arrodillarme (reclinatorio) delante de la caja fuerte...o convertirme.Pbro.Jorge H Leiva
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