8 de Marzo: Día Internacional de la Mujer
Una historia para concientizar
Dado el momento histórico que atravesamos las mujeres argentinas, he resuelto contar una historia que jamás había pensado develar, porque quizás hoy pueda con ello realizar un pequeño aporte a la concientización.
Una madrugada del mes de junio, finalizando el siglo XX, cubriendo una guardia obstétrica en un humilde hospital lejano a la ciudad, fui sorprendida por unos gritos fuertes que interrumpieron mi sueño fugaz. El escenario dantesco no tardó en conmocionarnos a todos los que estábamos de turno. Una niña de 12 años lloraba y gritaba de dolor, mientras sujetaba su abdomen con ambas manos. La madre, sin sospechar lo que sucedía, sumaba su desesperación con frases como: -¿Qué le pasa a mi nena? ¿Qué hacemos? ¡Ayúdenla por favor! ¡No la dejen morir! No fue fácil subir la niña a la camilla y menos aún, examinarla. Más el diagnóstico fue sencillo y rápido. La naturaleza lo brindaba con simpleza. El trabajo de parto había concluido, el líquido de la bolsa chorreaba vital y la expulsión del bebé era evidente. Solo que la realidad, al haber alterado los tiempos naturales de la evolución, no permitía que los pequeños órganos genitales de la "parturienta" dieran normal salida a la cabecita del bebé. La niña pujaba espontáneamente impulsada por las contracciones, sumando gritos desgarradores, de miedo, de dolor, de incomprensión. El bebé asomaba en cada esfuerzo, pero la pequeñez de los genitales continuaba impidiendo su salida. Todos los ojos de mis asombrados compañeros se posaron en mí, interrogantes y conmocionados. Los latidos del bebé indicaron que tenía que salir con premura. Los minutos jugaban en contra. El pediatra esperaba ansioso con la compresa esterilizada en sus manos. Pedí que me secaran la transpiración y me limpiaran los lentes. Tomé la jeringa, la cargué con suficiente cantidad de anestesia mientras le aseguraba a la niña que la iba a ayudar, que no pasaba nada malo, que en un momento estaría mejor; pero sus gritos tapaban mis palabras. Luego comprendí que no le dije que estaba pariendo. En aquel momento pensé que quizás no sabía que estaba embarazada. Las enfermeras separaban con esfuerzos las tiernas piernitas para que yo pudiera enfrentar la escena. Respiré hondo y actué. Anestesié como pude los pequeños genitales externos en tres lugares. Esperé pocos segundos y corté en esos tres lugares la pequeña vulva, sin poder impedir que se me estrujara el alma. El llanto del bebé llenó de asombro y auténtico descanso a la niña, al pediatra, a las enfermeras y a mí. Lo que siguió después lo dejo para la imaginación de los lectores. Mis colegas y todos los trabajadores de la salud que les ha tocado vivir experiencias como ésta, y tantas otras similares, conocemos bien la diferencia entre el hombre y la mujer. Entre el varón y la niña. En lo personal, desde aquella noche inolvidable y durante 20 años me dediqué sin descanso a dictar talleres de educación sexual en escuelas periféricas de las ciudades en las que trabajé. Educación sexual integral, sin mentiras ni tabúes. Los jóvenes respondieron siempre con avidez. Fue maravilloso comprobar la importancia que le daban al tema. Pero una o varias golondrinas, no hacemos verano. La educación sexual es imprescindible en la educación de hombres y mujeres. Siempre lo fue. Es hora de que se la dicte como una materia más, con la profundidad y amplitud necesaria y no solo con breves charlas de genitalidad y enfermedades de transmisión sexual. Con la esperanza de que así lo comprendan los que tienen el poder de decisión, he pretendido rendir mi humilde homenaje a todas las mujeres argentinas.La autora de esta nota es la obstétrica Edith Michelotti quien se graduó en su profesión en la Universidad de Rosario. Ha sido obstétrica de guardia en sanatorios y hospitales públicos de esa misma ciudad. Su larga trayectoria en la profesión y su gusto por la lectura y la escritura la llevaron a entregar historias que llevan a ricas reflexiones y a la búsqueda de la concientización sobre aspectos básicos de la vida de la mujer.
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