Violencias
"Éste es el heredero: vamos a matarlo para quedamos con su herencia". Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. (Mt 21).
Escribía hace tiempo un pensador de nuestra comunidad nacional: "siempre se mata desde un absoluto: la Razón, e Estado, la Patria, la Religión, la Raza, el Hombre nuevo, el Ser Nacional, el Mercado" (Feimann).Ese absoluto suele ser el "yo narcisista" que necesita borrar al otro para afirmar su existencia porque en el fondo se sabe no amado, no valorado.Siempre se mata desde un absoluto convertido en legitimación de la débil subjetividad de la persona violenta o de un grupo de personas violentas.Jesús trae la verdad de que lo absoluto es el amor y él está dispuesto a dar libremente la vida porque sabe el carácter sagrado de toda vida destinada a la fraternidad y destinada a percibir a Dios como Padre.Quien agrede y mata hace del otro una abstracción, un objeto, no sabe percibir el "ser ahí", el rostro. Quien agrede y mata hace del otro alguien que merece de algún modo sufrir porque encarna lo despreciable.Para un agresor serial el otro pasa a ser el enemigo: para él "el infierno es el otro" (Sartre) y su mirada molesta.Pero quien agrede ve quizá sin darse cuenta lo despreciable que hay en sí mismo y elije a su víctima como culpable de sus males, de sus frustraciones. Entonces "el otro" rara vez es el hermano del que me hago cargo. (En cada conciencia está la pregunta hecha a Caín "¿Dónde está tu hermano?" de Gen 4; y esta es una pregunta a veces escuchada y otras ignorada).El que desprecia a los demás tarde o temprano se desprecia a sí mismo porque no ha mirado sus heridas desde la compasión sino desde la guerra.En este marco con el otro ya no hay lugar para el diálogo: cada vez que estalla el fusil fracasa el diálogo, cada vez que estalla la palabra agresiva fracasa el diálogo, cada vez que hay un escrache por las redes sociales fracasa el diálogo.El rostro del otro me interpela. Puedo optar por no mirarlo o conformarme con un "me gusta" de la red social, o puedo optar por "matar con la indiferencia" como dice el dicho popular con astucia y sabiduría.El rostro que más interpela es el del hermano débil. (En la Biblia se habla de "huérfano y la viuda").El papa Francisco nos habla de dejarnos interpelar por le vida frágil de los niños y de los ancianos: los dos extremos de la vida tienen un rostro frágil que interpela mi narcisismo, mi impaciencia.El niño en el vientre de su madre es la expresión de la mayor vulnerabilidad y de la mayor ternura.Despreciar al débil es la mayor forma de violencia.A veces quien agrede lo hace por falta de tolerancia ante la inevitable frustración de quien no soporta la experiencia del límite. Los tiempos que corren nos han hecho bajar los niveles de tolerancia ante el límite, ante la frustración porque somos parte de la sociedad del disfrute inmediato, del "aprenda rápido", "pare de sufrir", del "llame ya".No aceptar el límite es incubar alguna agresividad contra uno mismo, contra los demás, contra Dios.La violencia es una forma de soberbia: es ocupar el lugar del que está encargado de la justicia porque es el Eternamente Justo pero que siendo eternamente Justo ejerce su poder perdonando. La violencia es el infierno.El Heredero a quien los viñadores querían matar es el que en una montaña de Galilea había dicho "Felices los que trabajan por la paz, serán llamados hijos de Dios".
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