Y ahora, ¿cómo seguimos?
El primer día del año 2013 comenzó con malas noticias en Gualeguay: golpiza salvaje, inhumana; la Plaza Constitución llena de jóvenes y adolescentes que hasta entrada la mañana se divertían acarreando más y más bebida en changuitos y heladeras que sorpresivamente “aparecieron”, .....
mientras frente, en la vereda de la parroquia, un cartel colocado en una columna de la luz reza: "Prohibido consumir bebidas alcohólicas en la vía pública" (¡¡¡el mundo del revés!!!). Más tarde incendios y más incendios con arduo trabajo de parte de los bomberos acompañados por los torpes curiosos; intranquilidad en los paseos públicos originada por desubicados que viven aturdidos y pretenden aturdir día y noche, calles, parque y madrugadas, o por los grandulotes que tiran pelotazos a diestra y siniestra, golpean, no piden disculpas y se ríen en la cara. Y como corolario, la tragedia de tránsito que se llevó la vida de un menor.¿Asombro ante esto? No, parece que estamos anestesiados, acostumbrados a lo que se dice por un lado y se hace por otro, a la falta de respeto, a la prepotencia y al dejar hacer, así quedan conformes y no protestan, ni golpean. Quizá lo único que nos despierta de esa encubierta indiferencia es la frialdad de la muerte, y ésta cerró el 1° de enero de 2012. Era lo que faltaba, y ocurrió.Casi todo previsible; al ver el tránsito enloquecido y sin límites la tragedia se anunciaba, porque no hay respeto por las leyes mínimas que protegen la vida. Y la noche se convierte en un rugir de motores en las más diversas "pistas", y si algo obstruye, lo rompen y "nadie ve nada". Estoy segura de que todos los que transitamos Gualeguay vemos más de 10 infracciones por día, en todo tipo de móviles y la piel se nos vuelve de gallina. Bicicletas contramano cuyo conductor saluda alegremente si uno le observa la infracción; automovilistas que se creen eternamente en una autopista; motos sin luz, conducidas a alta velocidad, sin respetar la mano y menos señalización de maniobra. Rara vez va el conductor solo y con casco; si van dos, el acompañante lo lleva pocas veces puesto. Lo general, 3 ó 4 por moto, entre ellos menores, niños, bebés en brazos, sin ninguna protección. ¿El casco?, si existe, en la mayoría de los casos va colgado del brazo o del manubrio. Es posible que piensen que automáticamente se va a desplazar a la cabeza.Para todo hay leyes que reglamentan y previenen, pero no se cumplen, es divertido violarlas, gana "el no me importa" porque se deja hacer ante la protesta airada de progenitores, enojos que llegan a golpizas... El alcohol se vende al alcance de unos pasos, la letra del cartel se olvida, y surge la violencia, ¡y la indiferencia!, terrible actitud que no sólo se vio el domingo a la madrugada, sino que se está haciendo frecuente en una sociedad tan pequeña como la nuestra.Mientras tanto la vida se va, se deteriora, se malgasta; la convivencia se empobrece y los límites concretos, precisos, claros, sin medias tintas, para muchos quedan en el olvido o no existen.Considero que todos los sectores deben involucrarse en la problemática que nos aqueja, actuando en forma conjunta; los padres, sin miedo a sus hijos y sí preocupándose por ellos, por saber dónde están, con quién y qué hacen; los gobernantes y los diferentes servicios de seguridad tienen que actuar sin retaceos, sin temor, porque puede haber un sector que manifieste su desacuerdo ante los límites, pero estoy segura de que la mayoría de los gualeguayenses vamos a apoyarlos porque duelen las tragedias, la discordia y la vergüenza. No hay vida más sana cuando la libertad y los límites se respetan de parte de todos. Límites no es sinónimo de autoritarismo; los límites pueden ser antipáticos, pueden traer enojos injustificados, pero puestos con educación, sin prepotencia, con firmeza (con el ejemplo, por sobre todo) nos van a ayudar a convivir, a salvarnos de vandalismos y tragedias.Graciela Saavedra
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