Compartimos Preocupaciones
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social
Los obispos de la Argentina hemos concluido ayer una semana de trabajo, reflexión y diálogo. Una de las situaciones que suelen estar presentes entre nosotros es la preocupación por el creciente consumo de alcohol y drogas desde edades cada vez más tempranas. Recogemos cotidianamente el dolor de familiares, docentes, sacerdotes, comerciantes... que palpan esta realidad en sus barrios y comunidades. Quisimos plasmar en una declaración algunas reflexiones, la cual hemos titulado "El drama de la droga y el narcotráfico". De ese texto te comparto algunos párrafos: "3 -Cuando este mal se instala en los barrios destruye las familias, siembra miedo y desconfianza entre los vecinos, aleja a los chicos y a los jóvenes de la escuela y el trabajo. Tarde o temprano algunos son captados como ayudantes del 'negocio'. Hay gente que vende droga para subsistir, sin advertir el grave daño que se realiza al tejido social y a los pobres en particular. 4 - Es alarmante la expansión de las llamadas drogas sintéticas, que se distribuyen en diversos espacios festivos, y nos duelen las conductas autodestructivas en adolescentes o jóvenes que consumen diversas sustancias.5 - Lo que escuchamos decir con frecuencia es que a esta situación de desborde se ha llegado con la complicidad y la corrupción de algunos dirigentes. La sociedad a menudo sospecha que miembros de fuerzas de seguridad, funcionarios de la justicia y políticos colaboran con los grupos mafiosos. Esta realidad debilita la confianza y desanima las expectativas de cambio. Pero también es funcional y cómplice quien pudiendo hacer algo se desentiende, se lava las manos y 'mira para otro lado' ". Ante esta situación que va dejando un tendal de heridos al costado del camino, aumentando marginación y exclusión, hay gente (bastante) que no se queda de brazos cruzados. Unos cuántos se organizan para buscar caminos de superación en torno a capillas, parroquias y comunidades. Hemos reconocido lo valioso de la tarea que se está realizando.Recordemos que N° 10 de la declaración dice: "San Pablo nos enseña a 'tener horror por el mal y pasión por el bien' (Rm 12, 9). Por eso no debemos quedarnos solamente en señalar el mal. Alentamos en la esperanza a todos los que buscan una respuesta sin bajar los brazos: A las madres que se organizan para ayudar a sus hijos. A los padres que reclaman justicia ante la muerte temprana. A los amigos que no se cansan de estar cerca y de insistir sin desanimarse. A los comunicadores que hacen visible esta problemática en la sociedad. A los docentes que cotidianamente orientan y contienen a los jóvenes. A los sacerdotes, consagradas, consagrados y laicos que en nuestras comunidades brindan espacios de dignidad humana. A los miembros de fuerzas de seguridad y funcionarios de otras estructuras del Estado que aún a riesgo de su vida no se desentienden de los que sufren. A todos los que resisten la extorsión de las mafias". Y, casi al final del mismo texto, decimos:"13 - No dejemos que nos roben la esperanza, ni que se la arrebaten a nuestros jóvenes. Cuidémonos los unos a los otros. Estemos particularmente cerca de los más frágiles y pequeños. Trabajemos por una cultura del encuentro y la solidaridad como base de una revolución moral que sostenga una vida más digna". Este domingo, en todas las misas del país rezamos especialmente por los enfermos con el lema: "Anda y haz tú lo mismo".
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