De tal palo, tal astilla
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
Hablar de padre nos evoca necesariamente al hijo. Hay palabras que se refieren una realidad particular, un objeto (manzana, piedra, mesa) o sujeto. Otras palabras, a la vez que designan a alguien, nos evocan algo más. Así sucede con la palabra "papá"; enseguida nos hace pensar en "hijo", en "mamá". Ser papá expresa una relación fundada en algo nuevo, una vida nueva: el hijo, los hijos. No se nace papá. Si bien se dice con verdad que es algo que "se aprende todos los días", sin embargo es una realidad que tiene un punto concreto de comienzo. Es bueno aclarar algo, aunque el lenguaje parezca tomado de la geometría. La relación que se funda es asimétrica, distinta de otras —simétricas— entre hermanos o amigos. Padre-hijo es una relación, un vínculo que puede ayudar a crecer y madurar a las personas (ambos) o puede deteriorar (también a ambos). La relación no nos resulta inocua o indiferente. Y en cada momento de la vida tiene su peculiaridad. Al principio los papás cuidan a sus hijos, y con los años el cuidado se invierte. Pero el vínculo permanece. Unas son las necesidades en los primeros años para enseñar a caminar, a andar en bicicleta o sumar y escribir. Los juegos y cuentos. Los afectos y amistades. Las responsabilidades en que los adolescentes y jóvenes crecen haciéndose cargo de la vida. Los sueños. En fin, en cada momento hay cualidades particulares. La relación padre-hijo da firmeza, seguridad. Abre horizontes de confianza para afrontar la vida. Más allá de la biología, también en la adopción se da el vínculo padre-hijo. Una relación fundada en el amor y el reconocimiento mutuo que despliega "las alas del alma", usando palabras de Eladia Blázquez.Una canción de Serrat dice: "a menudo los hijos se nos parecen, así nos dan la primera satisfacción". Y estos parecidos que se pueden reconocer en algún rasgo físico, llenan de orgullo el pecho del papá cuando el hijo es felicitado por alguna virtud: servicialidad, honestidad, laboriosidad... Hoy la humanidad vive cierta desorientación. A veces decimos que el mundo anda a la deriva, sin rumbo. Una de las causas de esta pérdida de sentido tiene que ver con la ausencia de paternidad. Es el signo más claro de un padre que se borró. El caos en la distribución de la riqueza, la injusticia en el mundo, el mal trato a la casa común, son signos de paternidad débil, que no protege ni cuida lo que es común. En la familia ése es el rol del padre. En la sociedad como familia humana también. El desplazar a Dios como fuente de vida y Paternidad debilita los vínculos fraternos. Buena parte de la falta de valoración de la vida de los demás tiene que ver con el poco aprecio a la propia vida. Muchos adolescentes y jóvenes (y aun mayores) tienen baja autoestima por falta de estímulos en sus hogares. ¡Cómo valoramos las expresiones de cariño! Papá, animate a decir a tu hijo "gracias, te quiero mucho". Y si te equivocaste, pedile perdón. Y vos, hijo, decíselo a tu papá. Rezo en este día especialmente por los papás que sufren la muerte de su hijo. Cuando nos enteramos de enfermedades terminales, o crímenes aberrantes, nos sacude el alma un dolor incomprensible y difícil de expresar en palabras. Quiero acercarles a todos los papás en su día mi afecto y bendición.
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