El desasosiego y la pobreza
Sin horizontes claros, el ser humano se derrumba. Más allá del desarrollo de los pueblos, muchas veces nos invade un tremendo abatimiento que nos deja, ya no solo sin verbo, también sin nervio para eximir el corazón de tanto desasosiego.
Fruto de este ambiente de incertidumbre, los mismos jóvenes, que cuentan con más información que nunca, sin embargo aparecen perdidos, totalmente distraídos, con apenas nulas referencias y pocos referentes. Por una parte buscan, a toda costa, independencia y autonomía, y por otra, como amparo, tienden a ser dependientes del momento, sin otra aspiración que sentirse bien, aunque el ambiente mercadee con ellos. Este adoctrinamiento cultural de lo más absurdo, de la falta de sentido común y de la condición esperpénticamente infernal de la vida humana, nos está volviendo inhumanos como jamás. Y lo peor, es que las expectativas son verdaderamente frustrantes, pues lo irracional y el odio de muchos moradores es tan fuerte, que va a resultar difícil poder escapar de este trágico devenir. Sin duda, hoy más que nunca, precisamos una renovada energía vital, sobre todo para reaccionar frente a tantos sueños truncados por un poder usurero, que hace tiempo nos ha destrozado nuestro propio pensamiento, nuestra propia razón de existir en libertad. Resulta indigno que todavía se pretendan implantar sistemas o ideologías que conllevan violencia, que perturban sistemáticamente el equilibrio social con medios subversivos, cuando la paz es el bien más preciado a conquistar, que es también supremacía de la verdad y de la justicia, o sea del amor social, algo que nos armoniza entre las personas, las familias y las instituciones. Es, bajo este lazo de verdadera concordia, como se puede poner fin a la pobreza y a la discriminación. A este respecto, nos alegra que Naciones Unidas haya pensado en esta construcción de futuro, sustentada por la vía de eliminar la pobreza en todas sus formas y, a la vez, sostenible en la medida del empeño que pongamos en la donación. La motivación, el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza (17 de octubre), una onomástica que ha de comprometernos a cada ciudadano, sin obviar a ninguno, cada cual eso si con sus responsabilidades, para que el planeta mejore armónicamente, tanto en prosperidad como en equidad. Nuestro objetivo, por propia humanidad, ha de concebirse como un bienestar para todos, universalizado, y no únicamente para unos pocos privilegiados, que encima son avarientos. Indudablemente, en un mundo cada vez más interdependiente, hemos de hacer más por escucharnos unos a otros, para que nadie se nos pase inadvertido. Los que padecen penurias e indignidad necesitan algo más que consuelos, requieren sin duda acciones concretas que les permita levantar cabeza por sí mismos, salir de la exclusión con algo más que una mera protección social, con un trabajo decente. Sólo así se pueden corregir los alarmantes desequilibrios del momento actual. En este sentido, es un signo esperanzador que la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, coloque en su centro a las personas y el planeta; proveyendo a la comunidad internacional de un ímpetu que necesita para trabajar todos en conjunto, a fin de abordar los enormes desafíos a los que se enfrenta la humanidad, incluyendo los relacionados con el mundo del trabajo. En relación a esto, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), estima que más de seiscientos millones de nuevos empleos deberán ser creados de aquí a 2030, sólo para seguir el ritmo de crecimiento de la población mundial en edad de trabajar. Esto representa alrededor de cuarenta millones de empleos al año. También necesitamos mejorar las condiciones de los setecientos ochenta millones de hombres y mujeres que trabajan, pero no ganan lo suficiente para superar ellos y sus familias el umbral de la pobreza de dos dólares al día. En cualquier caso, una sociedad verdaderamente humana sabrá cómo apreciar y recompensar adecuadamente la contribución de esas personas que no toleran las injusticias, y aún menos las inmoralidades de algunos desgobiernos del mundo.Víctor Corcoba Herrero/ Escritor.
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