Prof. Leonilda Elhenoud. Su fallecimiento
Leonilda Elhenoud fue una profesora brillante, responsable, comprometida hasta la obsesión con su tarea docente.
En estos tiempos convulsionados, con pruebas internacionales que arrojan que los alumnos bien poco aprenden y que la instrucción no es lo que de ella se espera, con divisiones inexplicables entre la escuela pública y la escuela privada, con agitaciones permanentes de dudosos resultados académicos, la figura de una profesora como Leonilda se agiganta porque llevó a sus alumnos hasta los conocimientos profundos de las asignaturas de la que fue responsable, pero sobre todo los educó desde la convicción de que quien se desempeña al frente del aula debe ser un ejemplo dentro y fuera de ella.Fue nuestra profesora cuando la vida no era más un punto de partida para mis compañeros y para mi, en aquella Escuela de Comercio de entonces, y aprendimos de la Contabilidad mucho más que el haber, el debe o el libro mayor porque nos la enseñó desde el respeto, desde los mejores modos, haciendo tabla rasa con sus alumnos y de esa manera sobresalían naturalmente las capacidades individuales sin distinciones ajenas a la naturaleza de la escuela. Lo mismo ocurría cuando en Mecanografía los dedos rebeldes castigaban el teclado y, ella, con su don de gentes explicaba tantas veces como necesitara el dueño de las manos golpeadoras para que la velocidad requerida no se convirtiera en trauma.En su figura menuda, su fragilidad era sólo apariencia porque su señera capacidad para enseñar la envolvía en una fortaleza propia de los que tienen un dominio absoluto de la enseñanza que imparten.En otra dimensión, en la que la Escuela de Comercio de calle Remedios E. de San Martín no fue arrasada, caminará ahora por ese patio con el familiar aljibe y en las galerías disfrutará del sol junto a María Adela, a Nani Gervasoni, a Bocha, a Quattrochi, a su gran amiga Chela, a Ricardo, a Humberto, a Juan, a su querida Marita y el reencuentro seguramente será un disfrute.Tuve el privilegio de frecuentarla, cuando ya el alumno y la profesora eran un gratísimo recuerdo, gracias al cariño que la unía a mi queridísima Cristina Dunat. Y atesoro en el mejor rincón de mi memoria aquellas largas conversaciones con ella y su hermana en esa cálida casa llena de plantas y de recuerdos.Mirando el camino recorrido veo en Leonilda Elhenoud un ejemplo permanente de lo que siempre debe ser la docencia.Un abrazo lleno de afecto para Cuca, su incomparable hermana. Descansa en paz, Leony, Dios te recibe en plenitud porque tu paso por esta tierra está más que plenamente justificado.Prof. José Luis Zanetti
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