La decadencia y los decadentes (no tan auténticos)
En las postrimerías del año que pasó y al comienzo del que estamos viviendo, el poder judicial de la provincia en sus más altas jerarquías se vio conmovido por sucesos de inusitada gravedad institucional. La denuncia contra un miembro del superior tribunal, a quien se le formó juicio político que motivó su renuncia como forma de evadir los mecanismos constitucionales y, de paso, preservar su importante haber jubilatorio, revela por lo menos, una raquítica estructura moral evidente.- En el medio el juez luego renunciado formuló graves acusaciones contra la señora presidenta del mismo tribunal, que referían a hecho similares a los que motivaran su juzgamiento a la que tildó como “la reina de los viajes”.-
No es el propósito de esta nota volver sobre la conducta de los involucrados sino señalar el silencio, el estrepitoso silencio de la asociación de magistrados y del colegio de abogados. Y decimos estrepitoso silencio porque en verdad la omisión de pronunciarse sin evasivas aturde, al tiempo que denota una conducta por lo menos permisiva de las gravísimas anomalías. Para no hablar de mantos corporativos o de omisiones de alguna forma rentadas.También debe patentizarse la absoluta inacción del ministerio público fiscal, sea de parte del fiscal general de la provincia y de todos los fiscales que la integran, que no han promovido acción alguna sobre cuestiones que exceden la ética (o su falta) y podrían precipitarse en hechos delictivos que imponen su intervención, aun oficiosamente.No hay duda que estamos en presencia de muestras de decadencia, de difícil remoción, cuando son acompañadas por el desentendimiento por parte de instituciones que no debieron dejar de pronunciarse de manera enfática ante la gravedad de los hechos, marcando, además la degradada conducta de funcionarios que claramente no honran las responsabilidades que la sociedad les ha asignado.En el plano de esa decadencia o acompañándola, los escritos judiciales siguen siendo dirigidos a vuestra señoría o el excelentísimo tribunal, cuyas formas no han superado practicas vetustas, que deberían depositarse en el arcón de los recuerdos.- Un ilustre Presidente de nuestro país, el Dr. Raúl Ricardo Alfonsín, proscribió al término "excelentísimo" para dirigirse al primer mandatario.- El ejemplo, el claro y sano ejemplo, no ha cundido en la privilegiada corporación judicial. Y es una lástima. Que lastima.No se han usado mayúsculas para nombrar a los cargos de los jueces o para mentar los tribunales o instituciones- Porque lo único mayúsculo es la vergüenza de la situación. Que avergüenza. Catón
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