Emotivo regreso de los entrerrianos que prestaron servicio un año en la Antártida
Volvieron el martes los siete los paranaenses que integraron la Dotación 49ª en Base Marambio. Diego Petersen fue uno de ellos y contó sus vivencias
El martes llegó a la capital provincial el grupo de entrerrianos que integró parte de la Dotación 49ª de la Fuerza Aérea Argentina y prestó servicios durante un año en la Base Marambio, brindando apoyo a las actividades de investigación científica que realizan instituciones nacionales o extranjeras. Anteriormente, habían arribado el viernes 2 a la I Brigada Aérea El Palomar y con emoción pudieron reencontrarse con sus familias.De las 45 personas que formaron parte del personal -militar y científico- que partió hacia el continente blanco el 7 de noviembre del año pasado para realizar diferentes tareas y defender la soberanía argentina a unos 4.800 kilómetros de distancia, siete son paranaenses: los cabos principales Gustavo Martínez, Natalia Cantero y Ricardo Rocha Sartore; los suboficiales Claudio Scarafía, Fernando Landra, Gustavo Gotti y Diego Petersen; y el suboficial principal Marcelo Caraballo.En la actualidad gozan de la denominada licencia antártica y pasarán más de un mes junto a sus seres queridos, ya que si bien la tecnología los ayudó a no extrañar tanto a través de llamados vía WhatsApp y videoconferencias casi a diario, el contacto cotidiano, las charlas cara a cara y los abrazos son irreemplazables.Tres de ellos, Caraballo, Gotti y Cantero, están destinados a otras provincias y en los dos primeros casos ya partieron a destino. En Paraná quedaron los demás. Uno de ellos es Diego Petersen. Tiene 41 años, es suboficial ayudante de la Fuerza Aérea Argentina, y el 8 de noviembre del año pasado llegó junto a sus compañeros a la Unidad del Sector Antártico Argentino.Durante 12 meses ocupó la función de encargado de Ayudantía en la Base, tras rendir un concurso y prepararse largo tiempo. "Estuve en la parte administrativa, de ceremonial y justicia, y fue una experiencia muy rica", señaló a UNO. También comentó que los tres primeros meses en la Antártida, aprovechando los días con tiempo más benévolo y antes de que las temperaturas desciendan a 47° bajo cero, junto al resto del personal se abocaron a los trabajos comunitarios, colaborando con la pintada de las pasarelas y con la descarga del rompehielos Almirante Irízar, que regresó a la Antártida luego de 10 años llevando combustible y víveres para todo un año de labor en Marambio.En las épocas más frías, según contó, las actividades en el exterior se reducen. No obstante, hay que seguir un protocolo para mantener las tareas en la usina que genera energía para el lugar y por seguridad van en grupos de tres o cuatro personas para cuidar los generadores. "Por dentro, la Base está bien calefaccionada y uno no se da cuenta realmente de la temperatura que hace afuera", aclaró.Sobre los motivos que lo impulsaron a postularse para integrar la Dotación 49ª, analizó: "Creo que toda persona tiene la intriga de conocer la Antártida algún día. Para mí era un sueño y por mi profesión lo pude cumplir. Fue una gran experiencia en lo laboral estar a cargo de tantas personas, y en lo económico también me ayudó para progresar y terminar mi casa". Acto seguido, recordó: "Tuve una reunión con mi familia para hablar del tema y lo pensamos durante un año, hasta que lo decidí y tuve la suerte de ser elegido. Y agradezco a la II Brigada Aérea, donde estoy destinado hace 14 años, por darme la posibilidad de ir y apoyarme en esto, que es una vivencia única".Su esposa María José fue su pilar en esta iniciativa, al igual que Luna, la hija de ambos, de 5 años: "Mi hija estaba acostumbrada a las videoconferencias porque hace dos años se fue un tío suyo a la Antártida, pero los últimos meses no paraba de preguntarme cuánto faltaba para que volviera. Al esfuerzo lo hacíamos todos y se la bancaron de 10. A mí lo que me reconfortaba era el objetivo que tenía y que lo hacía por la familia", dijo.No obstante, confió que hay tiempos en que se extraña profundamente: "Uno cree que se va mentalizado y que la distancia no hará mella, pero llega el momento en que nos cae la ficha de que la familia está lejos. Separados por miles de kilómetros se pasan cumpleaños de seres queridos, como el de mi hija en febrero, el de mi señora o el de mi mamá; también la Navidad y el Año Nuevo. Y es duro cuando el Día del Padre te mandan saludos por video, se potencia mucho el sentimiento". En este sentido, comentó: "No voy a decir que no lloré, porque lloré mil veces. Pero estaban los amigos que uno hace, que apoyaban y daban fuerza. Eso es fundamental en esos momentos".En la actualidad echa de menos a sus compañeros, con los que forjó un vínculo fraterno. "Hoy en día se extraña un poco lo vivido en la Base. Tenemos un grupo de WhatsApp y nos mantenemos hasta ahora como si estuviéramos allá, pero es parte de esta primera etapa y después se vuelve a la rutina de siempre", expresó, y mencionó que el mate fue otro compañero inseparable en la extensa estadía en la Antártida: "Es algo natural y es un buen compañero para nosotros. Hicimos un grupito y nos juntábamos todos los días a la tarde a tomar mate y hablar de las tareas cotidianas, de la familia"."Éramos siete de Paraná los que compartimos el año en la Dotación, y mientras desde lejos alentábamos a Patronato, los panzaverdes competíamos con los de Río Cuarto, que eran cinco o seis, para ver quiénes éramos mayoría", acotó divertido.Acerca de la rutina diaria en la Base, refirió: "Las actividades comienzan temprano, de 7.30 u 8 hasta las 17 en verano, y en invierno la jornada laboral se reduce hasta las 14, desde el lunes al sábado al mediodía. Los sábados a la noche teníamos libre para poder juntarnos, hacíamos pizzas y era el momento de estar todos y conversar. Y los domingos teníamos libre. Hay un gimnasio muy bien equipado al que íbamos a la tarde y nos servía también para distendernos un poco, igual que las mesas de pool, ping pong o truco, que nos ayudaban para distraernos, porque allá no hay posibilidades de salir a pasear, ir a un shopping o un cine"."Uno de los compañeros es profesor de baile, así que nos enseñaba mucha bachata, salsa, y se prendían todos", dijo entre risas, y recalcó: "Fue muy amena la estadía y me tocó un grupo muy unido. Dejé muchos amigos en el camino que espero poder volver a encontrar un día y que podamos mantenernos en contacto. En lo laboral, tener un buen ambiente ayuda mucho. Uno está lejos y se ve todos los días con las mismas personas las 24 horas, así que creo que es fundamental llevarse bien".Por último, mencionó que pasó un año sin ver pájaros ni árboles, y como anécdota rescató que lo bueno es que en la Antártida no hay mosquitos, a los que tuvo que volver a acostumbrarse.Labor fundamentalLa Base Marambio cumplió 49 años el 29 de octubre. Desde su fundación, la Fuerza Aérea Argentina es el organismo capacitado para brindar los servicios de evacuación sanitaria, búsqueda y rescate, traslado de personal, entre otras tareas. En este marco, el suboficial principal Daniel Montero, encargado del área de Relaciones Institucionales de la II Brigada Aérea de Paraná, subrayó: "Para la Brigada es un orgullo tener representantes en la Base Marambio. Son personas que fueron preparadas en la II Brigada Aérea con la especialización correspondiente, y destacamos que hayan estado trabajando un año en el continente blanco, más que nada para sostener la soberanía que tenemos en el territorio".
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