El conflicto docente
Los docentes la vienen peleando desde hace mucho tiempo. Nadie puede omitir esta cuestión. Movilizaciones, salarios bajos, “Carpas Blancas”, paros y dirigencias estatales que ninguneaban y ningunean tanto a la educación como al empleo público, marcan las duras experiencias que deben soportar estos trabajadores que no sólo se dedican a la docencia sino que también, debido a los malos manejos de gobiernos irresponsables, deben ocupar lugares de contención social para muchos niños, jóvenes y adultos.
Esta complicada situación antes planteada se puede ilustrar con el siguiente mail recibido por el periodista Mario Wainfeld en el 2001, enviado por una docente jubilada en aquel entonces: "soy una docente jubilada de 71 años que vivimos los años de dictadura viendo cómo de una parroquia de Avellaneda se llevaban a los pibes que nunca más aparecieron. Cuando me jubilé con cargo directivo cobré $573, el setenta por ciento en patacones, mis hijos profesionales estaban en la lona, y yo me fui al (Club del) trueque a ofrecer empanadas y pasta frola para trocarlas por otras cosas. Con esa gente aprendí tanto porque brotaba dignidad, gente de todos los niveles que tal vez lagrimeaban como yo en el colectivo esperando la llegada de algo mejor". Entonces, luego de este baño de realidad aportado por aquella jubilada, ¿cómo se puede entender que desde algunos sectores se intente deslegitimar la lucha de los docentes? El meollo de la cuestión, a mi entender, no pasa por dilucidar si Roberto Baradel es maestro, preceptor o lo que fuere, el asunto radica en comprender que esta disputa atraviesa otras tópicas más profundas, caracterizadas por el reclamo de un salario digno, la educación pública y la puja en las relaciones de poder en favor de los trabajadores. De nuevo, lo importante no es averiguar el oficio del líder de SUTEBA (o al menos no es lo más sustancioso en este tema). Lo significativo como análisis político (que ciertamente hay una politización de la cuestión como toda negociación salarial a lo largo de la historia en cualquier parte del mundo) es reflexionar y rastrear cuáles son las condiciones de producción del discurso de Baradel, es encontrar cuáles son las huellas y marcas que allí se inscriben, es definir la ideología que cruzan sus dichos en la medida que son "discursos de poder". En este sentido son sabidas las inclinaciones del presente gremialista por el Kirchnerismo como también es de conocimiento público que se vienen internas en el sindicalismo en donde se pone a prueba su liderazgo. Esto sí es interesante en la medida que nos ofrece nuevas herramientas para el análisis de un conflicto mucho más macro. A su vez, se debería ejecutar la misma mirada analítica en las intenciones del oficialismo, el periodista Mario Wainfeld lo expone del siguiente modo: "privar a los gremios de la mesa de negociación, de una instancia que los fortaleció, es el objetivo actual. Disgregar a los representantes de los trabajadores en 24 discusiones provinciales en las que, es de libro, perderán. Eso está en juego, más allá de los avaros porcentajes que se menean y que, en cualquier tratativa, pueden cambiar o mejorarse un poco. La laboral es, como tantas en la sociedad, una relación de poder. Alterar (retrotraer) la correlación de fuerzas es el afán central del oficialismo". En fin, la disputa docente no se debe enmarcar en la figura única de Roberto Baradel, hacer eso sería errar el análisis. El conflicto docente es una lucha que sobrepasa la coyuntura actual para erigirse como una situación histórica. En este contexto se ponen en juego diversas cuestiones del presente y, también, de cara al futuro: la educación pública de calidad y los salarios dignos para la docencia.Julián Lazo Stegeman(Fuentes: La Nación, Página 12, Clarín)
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