La pobreza
Las estadísticas aportadas por diferentes estudios y relevamientos desde finales de la década de 1980 establecen que la indigencia, desarrollada tanto por escasez de ingresos como por no satisfacción de las necesidades básicas, se situó todo éste lapso de tiempo hasta la actualidad en dos dígitos, con aumentos en torno del 50% de la población durante la hiperinflación en el Gobierno de Raúl Alfonsín (debido, entre otras cosas, al golpe de mercado que experimentó su mandato) y la crisis del 2001 con el desplome de la Alianza.
Hasta 1993, ya en la gestión Menemista, la pobreza se enmarcaba principalmente por los bajos niveles de desempleo. Posteriormente, el incremento de la población desocupada incitó nuevamente la elevación porcentual en la cantidad de pobres. Luego, con el derrumbe de la convertibilidad, se agravaron todos los indicadores sociales. Durante el 2003, con el primer gobierno Kirchnerista y la continua mejora del entorno económico internacional, los márgenes de pobreza comenzaron a reducirse hasta alcanzar al 26,9% de las personas activas hacia finales del 2006. Desde entonces, con la lenta disminución de las tasas de desempleo y según las mediciones de diversas instituciones, la escasez se mantuvo con fluctuaciones que rondaban entre el 23 y el 36%. A su vez, lo que pasó en la última década brinda diversos matices. En primer lugar, vale expresar que muchas de las mejoras por parte del Kirchnerismo se deben a las ayudas sociales. Si se tratan de eficientes medidas para la inclusión social o, por el contrario, se traducen en política asistencialista para ocultar la marginalidad, es un asunto que excede esta vez los límites del presente artículo dado que es un tema que merece el espacio de una columna entera (más adelante intentaré brindar mi perspectiva sobre esta cuestión). En segundo término, es imprescindible mencionar que desde el 2010 la pobreza viene creciendo por el estancamiento del trabajo, la inflación y la precarización laboral, entre otras cosas. Finalmente, no se puede soslayar que durante el 2014 la pobreza tiene muchas probabilidades de aumentar debido al menor crecimiento de la economía, la devaluación del peso, la suba de precios, el achique de los salarios reales y la no actualización de las prestaciones sociales como la Asignación Universal por Hijo (AUH) o las Asignaciones Familiares. A toda esta contingencia se le suma la gran desmejora en las condiciones de vida como la situación habitacional de muchos individuos, la multiplicación de asentamientos que promueven el hacinamiento de sus habitantes son una lamentable ilustración. Estas estadísticas estampan como diversos sectores de la sociedad Argentina convivieron y todavía aún lo hacen con la situación de pobreza. Queda claro a estas alturas que para resolver esta problemática no basta únicamente con soluciones materiales sino que se debe recurrir a planes que ubiquen los elementos culturales como otras herramientas posibles para terminar con la indigencia. Recordemos que con la llegada del régimen neoliberal, los detrimentos no fueron solamente económicos sino que se perdieron, también, patrimonios que fueron muy importantes en la historia de nuestro país como la cultura del trabajo y la educación. La recuperación de estos pilares fundamentales en adición a los mejoramientos de índole material son procedimientos claves que todo Gobierno debería tener en cuenta para finalizar con la pobreza.Julián Lazo Stegeman
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