Trabajo en negro
La precariedad laboral como método de rebajar el costo del trabajo y maximizar los beneficios empresariales, la urgencia de tener empleo no registrado en unidades de producción muy pequeñas acechadas por el riesgo de desvanecerse ante la competencia, diversas formas de manejo de los sectores más concentrados del agro y una cultura nacional de la no registración de vastos segmentos profesionales, son circunstancias que revelan distintas aristas del trabajo en negro. Las consecuencias más graves son las vejaciones de derechos a los trabajadores y la evasión al fisco que repercute negativamente sobre la recaudación impositiva.
En nuestro país, un alto porcentaje de trabajadores no está registrado y no posee derechos básicos de condiciones laborales. Asimismo, los principales sectores con esta contingencia son el trabajo doméstico (donde las mujeres son las principales perjudicadas), los cuentapropistas, el ámbito agropecuario, la construcción y el comercio. Es cierto que entre 2003 y 2012 la informalidad decayó alrededor de 17 puntos según diversas fuentes, de 49 a 32 por ciento. No obstante, en este último lapso de tiempo, las mejoras de los indicadores laborales argentinos se estancaron y esta problemática persiste en niveles históricamente elevados. Dada la irresponsabilidad de los empleadores en conjunto con el pobre papel fiscalizador del Estado, no sólo existe la informalidad en las áreas mencionadas anteriormente sino que también se presentan escenarios irregulares en diversas esferas estatales, ya sea a nivel ministerial como en el plano municipal. Sin lugar a dudas, el oficialismo ha mostrado una clara ineficiencia en este tema durante los últimos años. A mi entender, la discusión sobre esta problemática debería estructurarse sobre tres ejes complementarios: fortalecimiento de la fiscalización, creación de un registro de empleadores infractores e implementación de incentivos destinados a empresarios para que formalicen a sus asalariados. Todo este contexto pretendería constituir un plan integral en contra de la informalidad. Por su parte, desde las cúpulas gubernamentales, señalan que el descenso del empleo no registrado será un asunto extenso y arduo. La protección del crecimiento económico, una reactivación en el proceso de creación de puestos de trabajo y mayores cambios estructurales son medidas ineludibles para ganar en el enfrentamiento contra la informalidad y desigualdad laboral. Además, se debería agregar a ese surtido de elementos la necesidad de la participación ciudadana en la denuncia de empleadores deshonestos, la responsabilidad de los sindicatos y, esencialmente, una amplia promulgación de los derechos laborales. En fin, la precariedad laboral es uno de los puntos más débiles del oficialismo actual, por ende, es necesario que desde el Gobierno que viene se tomen ideas en pos de reducir este gran problema que afecta a muchos ciudadanos.Julián Lazo Stegeman
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