La violencia en el fútbol ha ido aumentando su nivel con una dinámica preocupante en las últimas dos décadas. No obstante, este terrible fenómeno se remonta desde mucho más atrás en el tiempo, en 1939 ocurrieron las dos primeras muertes durante un partido entre Lanús y Boca. Los números estadísticos son alarmantes: de modo directo o indirecto, la violencia en este deporte se ha llevado la vida de más de 270 personas. Estas cifras, deberían generar el accionar inmediato de las instituciones encargadas de resolver el problema. Sin embargo, nada parece hacerse al respecto y los hechos nefastos en el fútbol continúan sin dar pausas. El último acontecimiento hasta el momento ocurrió durante estos días con las agresiones al presidente de Independiente, Javier Cantero, en medio de la asamblea de socios del club.
El contexto de la violencia en el fútbol se puede observar e interpretar en diferentes aspectos. Por un lado, así como los actores sociales que componen el escenario futbolístico experimentan en carne propia el desastre de las agresiones y actividades delictivas en los espectáculos deportivos, ninguno o muy pocos hablan a micrófono abierto sobre los barrabravas, los dirigentes que los amparan (como el detestable ex Presidente de River Plate, José María Aguilar), los políticos y gremialistas que los utilizan como batallón de choque (se sabe que durante los incidentes que terminaron con la muerte de Mariano Ferreyra había barrabravas ligados al sindicato de José Pedrazza como también hay claras sospechas que los agresores de Cantero están relacionados con el sindicato de camiones conducido por Hugo Moyano) y de las cúpulas estatales que hacen muy poco para terminar con estas contingencias. Es cierto que muchas veces los individuos que deberían expresarse sobre este tema no lo hacen por miedo a represalias de un poder criminal y mafioso. Es verdad también que en otros casos, el silencio es aún más acuciante y perverso debido a que no tienen autoridad moral para referirse a lo que sucede ya que están ligados a todo ese entramado delictivo. Esta cada vez más claro que los barrabravas no están solo en estas cuestiones y que gozan de un apoyo promulgado desde los más altos estratos del poder. No sólo dentro de los distintos clubes sino también a nivel AFA de la mano del impresentable Julio Humberto Grondona y en el ámbito de las esferas estatales. Todo esto se recrudeció cuando la Asociación del Fútbol Argentino y el Kirchnerismo se aliaron para efectuar el "Fútbol Para Todos". Muchos sostuvieron que esto no sólo solventaría las crisis económicas que sufrían los clubes (algo que no pasó) sino que también sería una salida para los episodios de violencia. Sin embargo, lo que sucedió no fue lo anticipado. Los actos violentos siguen ocurriendo y el oficialismo ha tomado como medida más significante el dudoso sistema de empadronamiento "AFA PLUS", el cual posee más carácter de parche que de solución de fondo. Sin lugar a dudas, la policía también es cómplice de lo que pasa en los estadios de fútbol. Sin tener noción de como prevenir los enfrentamientos entre hinchadas o reprimiendo en exceso y sin recapacitar sobre las consecuencias de sus acciones, los operativos policiales hacen casi nada para generar el entorno adecuado para el desarrollo pacífico del fútbol. Es indignante la cantidad de plata que se invierte en los mencionados operativos para luego observar como la violencia los pasa por arriba. No se puede soslayar tampoco la arista cultural de todo este asunto. El intelectual investigador del CONICET y estudioso de la cultura popular, Pablo Alabarces expresa lo siguiente al respecto: "hay un error de percepción política y de sentido común. Está instalado como sentido común la idea de que la violencia en el fútbol se reduce a unos pocos actores llamados los violentos, que luego tienen otros adjetivos: los animales, los barras, los inadaptados. Pareciera que el fenómeno de la violencia se reduce a eso. No hemos podido convencer a nadie de que lo que nuestra investigación nos revela es que eso no es así, que el violento no existe como tal, sino que los que existen son sujetos que desarrollan prácticas violentas en contextos específicos, y que en el resto de su vida cotidiana son sujetos absolutamente normales. Y lo que hay que entender es qué significa la violencia para aquellos que la utilizan, y qué significa la violencia, además, para aquellos que la ejercitan dentro de algo que se llama la cultura del fútbol. La cultura futbolística tiene una relación con la violencia distinta de la que tiene, por decir, la cultura de una sociedad de fomento. Porque el fútbol es un espacio con mucha autonomía, tiene mucha riqueza, mucha historia. Hay dos explicaciones clásicas de la violencia: una, que la culpa es de los pobres, que cuanto más pobreza, más violencia. Y eso es fácilmente refutable, cuando uno se da cuenta de que cambiaron los indicadores sociales y la violencia no decayó. La otra explicación es: si hay inseguridad, cómo no va a haber violencia en el fútbol. Y eso deja de lado el dato de que la violencia en el fútbol tiene características muy particulares, que hay chorros en las canchas, pero no hay enfrentamientos entre hinchas afuera de la cancha todos los días. El hincha actúa con violencia en el contexto donde esa violencia es legítima. Ese es el problema central: el aguante legitima la práctica de violencia. Y eso es compartido por los que actúan con violencia sistemática, los que lo hacen con violencia ocasional y por los que no la usan nunca, pero que les encanta ver cómo su hinchada tiene más aguante que las otras". En fin, la violencia en el fútbol es un tema tan complejo que escapa a los límites de esta columna. Nada se va a solucionar si no hay una transformación cultural en nuestro país. Asimismo, se necesitan reformas urgentes en las canchas, en las instituciones corruptas como la AFA y en el control del dinero que se produce a partir de este deporte y que muchas veces es ilegal y termina financiando a los "barras". Por otra parte, los medios de comunicación tienen su responsabilidad ya que suelen fomentar la cultura del "aguante" y crean una espectacularización de la violencia más que en el propio juego deportivo. En conclusión, entonces, esas a mi entender pueden ser posibles soluciones a toda esta terrible problemática. Pero claro, si desde el Gobierno no se hace nada efectivo que vaya al fondo de la cuestión y sólo se utiliza el fútbol como capital simbólico en la batalla cultural llevada a cabo en conjunto con el Grupo Clarín y como medio de propaganda partidario, nada de esto es posible.Julián Lazo Stegeman