Amar la trama: la magia de tejer, diseñar, emprender y compartir
Intimidades, pasiones y tradiciones detrás de las lanas. Dos maestras y emprendedoras nos cuentan cómo comenzaron a vivir de este oficio que aman desde la infancia.
Punto inglés, punto zig zag, santa clara, jersey, fantasía. Un mundo desconocido para muchos y apasionante para otros. Tradición, ancestralidad, abrigo y afecto son algunos de los símbolos que trae el tejido a mano, abierto a otra temporalidad y a una alquimia que no es la de las máquinas, es la de los dedos que van y vienen, y que permiten -en ese trancurrir-, pensar, soñar, conversar, escuchar y sentir más a fondo. Mientras las manos se llenan de texturas y los ojos de colores, este arte se renueva en el mundo moderno, cuando ya parecía un hobbie de abuelitas.Julia Mackeprang (32) nació en General La Madrid, un pueblo ubicado a 500 km de la provincia de Buenos Aires. Allí aprendió a tejer a los 15 años de la mano de su tía -que vacacionaba en su casa- y la tutoría de su abuela. "Empecé a dos agujas, luego conocí el macramé, que fue la primera técnica que me llevó a trabajar tejiendo. Empecé a producir material que luego vendí en ferias. Así arranqué en mi pueblo, después viajé por Argentina, Bolivia, Chile y Perú, viviendo de mis diseños. En un lugar llamado Villazón -cerca de Potosí- establecí una conexión muy fuerte con el crochet, me compré unas lanas acrílicas y volví todo el viaje tejiendo."Al aterrizar dio a luz a su marca y escuela de tejido Mamá Quilla: mujeres, reunión, conexión, creación, gestación, expresión, son palabras que se le venían a la mente y que la inspiraron para elegir el nombre. La Mamá Quilla en la mitología incaica es la abuelita luna, protectora del universo femenino.Arrancó así, dando clases en casas prestadas. Actualmente recibe en su hogar-taller de seis a doce mujeres de lunes a sábado. Algunos domingos reúne tejedoras en una actividad llamada "misa crochetera".Cada una trae la inquietud sobre lo que quiere trabajar o el diseño que desea y juntas desarrollan todo el camino, van palpitando el proceso creativo mediante charlas, confesiones y rondas de mates. Ni universidad, ni trabajo en relación de dependencia; el oficio de tejedora conformó su visión de la vida y su medio de subsistencia."Tengo un hashtag personal que es #yosoytejsiendo. En algún momento sentí que era una actividad que me permitía generar un estado de conexión conmigo. Era un silencio activo, donde yo también me escuchaba. Para mí es un canal de expresión, me gusta mucho jugar con los colores, la formas, los volúmenes, las texturas. Tejo para transformar y para transformarme." Hablando de la energía de los colores (cuenta que lleva puestos por lo menos cuatro en su vestuario de hoy), ella dice que "pueden cambiar la energía de los días, de los ambientes".
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