Cambiar las emociones que llevan a comer de más, nueva estrategia para adelgazar
Por qué la técnica de mindfulness, o atención plena, se convirtió en una herramienta aliada para bajar de peso.
Que el vínculo con la comida es una muestra de cómo percibimos el mundo, puede sonar algo fuerte. ¿Estarán errados? ¿Tendrán razón? "Ah, listo, yo como pésimo, entonces, mi relación con el mundo es un desastre". "Yo soy muy obsesiva con la comida, ¿seré así también en la vida?"Antes de salir disparadas, veamos, ¿qué quiere decir este mensaje? ¿Estamos todos de acuerdo con que para poder transformar un desorden en nuestra forma de comer, ya sea por la cantidad (déficit o exceso) o calidad (excelente o malísima), la gestión de las emociones resulta fundamental?¿De qué se trata este concepto? Esto sería básicamente aprender habilidades para desarrollar la capacidad de percibir esas sensaciones y expresarlas a través de la palabra y el cuerpo, ejercitando al mismo tiempo el autodominio.¿Cuál es la meta? Que, de esta manera, sea muchísima más placentera la relación con la comida.¿Cómo se logra? Con la técnica de mindfulness o atención plena. Sucede que con este método -un abordaje complementario a la psicoterapia- aprendemos a observar y descubrir nuestros pensamientos, emociones y eventos desde una postura objetiva. Es aquí donde podemos lograr respuestas conscientes.Aunque también implica un desafío. Ya que no es tan fácil conectar con los sentimientos y emociones. Por eso, ponerles nombre, observar y tolerar cada uno de ellos es un paso importante. Siempre que sea sin juicios.La idea es trabajar de manera práctica con nuestros pensamientos y emociones. Pensándonos de forma integral, haciendo foco en nuestros condicionamientos, estados de ánimo, deseos, impulsos y también en nuestras acciones automáticas.Esto nos permitirá frenar y volver a regular patrones de comida emocional de excesiva de larga data.Comer es una forma sencilla de llenar un vacío interior. Nos genera dopamina y serotonina a nivel cerebral (dos hormonas relacionadas con el placer y la felicidad). Además, la comida nos distrae y produce sensación de bienestar. Aunque este beneficio será súper cortoplacista, porque cuando esta hermosa sensación se acaba, los problemas y la insatisfacción vuelven.El estrésAcá existen dos patrones. A algunos, la tensión los lleva a "cerrar el estomago" y a otros, se les "abre en exceso" (con ganas de ingerir especialmente azúcares y grasas).Esto sucede mayormente en situaciones de estrés crónico, de larga data. El plus es que genera cambios hormonales: aumenta el cortisol (hormona del estrés) y aquellas relacionadas con la sensación de hambre. Así, subimos la cantidad de comida diaria.La ansiedadLa masticación, como acto de triturar, se transforma en una forma de reducir la ansiedad.Hay quienes cuando se encuentran en una situación difícil y su estado de ánimo se ve afectado, instintivamente buscan alimentos altos en azúcares y grasas o sienten una fuerte atracción por las harinas, que resultan estimulantes. Al tener serotonina -el neurotransmisor asociado con la felicidad y el placer-, estos alimentos nos ayudan a cambiar nuestro estado anímico.La broncaSucede que muchas veces, cuando no hacemos o decimos algo, nos lo terminamos comiendo. Esto es literal. La bronca es con uno mismo, por haberse traicionado. Las causas por las cuales uno se queda callado o no actúa en base a lo que siente, cree o propuso son variadas. Pero la realidad es que termina siendo un daño que volcamos sobre nosotros mismos.El excesoEs común que encontremos placer y calma en actividades relacionadas con la "oralidad" (como fumar, comer, tomar o masticar chicle). En estos casos, se debe trabajar en desarrollar nuevas sensaciones placenteras que no involucren la comida en exceso.La influenciaEl entorno ejerce su presión. Generalmente, se presentan las frases como "comé que estás flaquito", "¿cómo no vas a comer?" "¡si lo cocine con tanto amor!", "¿no te gusta lo que te preparé?" "¿vas a seguir comiendo?" o "¿pero vos no estabas a dieta?"
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